Barbero le alegra el día a Pabellón

TORRE DE MARATHÓN

César Quian

Facilitó el 0-1 al perder la marca de Pau Resta en un saque de esquina y se impuso al central del Sabadell para hacer el empate; todo, en el mismo área

16 mar 2024 . Actualizado a las 22:28 h.

Lucas Pérez perdió el sorteo y a partir de ahí, todo fue a cara o cruz. Eligió campo el Sabadell y los de Óscar Cano quisieron acabar el encuentro atacando la grada del jaleo, con la idea de alejar el ruido cuando tocara defender. Barruntando un segundo tiempo de trinchera, optaron por plantarla en el área de Pabellón. Allí se decidió la cita. Para mal y para bien.

Fue, a fin de cuentas, un partido a dos voces. La de un ariete y un central. Por mucho que en el 0-1 intercambiaran papeles, rematando a la red quien más acostumbra a evitar el gol. El cruce de roles sentó mucho mejor a Pau Resta que a Barbero, víctima de un bloqueo en el que despistó la marca entre el mogollón.

Levantó Doménech el brazo derecho, pero justo antes del saque, el árbitro mandó parar. Había sorprendido a Moyano y Villares en pleno calentón. «Si no estamos haciendo nada, oh», le soltó el de Samarugo; y era cierto: el pastel se cocía más atrás.

Cuando se escuchó el silbato, Barbero pensó que sonaba por él. Andaba enfrascado en un abrazo con Sergi Maestre que le impedía el paso hacia el futbolista al que debía frenar. Reanudado el juego, José Ángel logró deshacer el entuerto, pero su compañero tomó el peor camino para salir. El opuesto al de Pau Resta, a quien trató de seguir al menos con la mirada. La vista le traicionó. Fintó el zaguero hacia el primer palo y allí quiso interceptarlo el punta local. Sin embargo, el jugador arlequinado varió el rumbo y cuando el cuero superó a Pablo Vázquez, en la perpendicular al punto de penalti, allí estaba él para anotar.

Barbero se echó las manos a la cabeza viendo la pelota enfilar la red. El Deportivo uno abajo, pese a la intervención de Germán. Al portero le duró la energía de Tarragona lo suficiente para desviar al palo un chut envenenado, provocando el alivio en Pabellón. Al carrusel de emociones de esa grada poco acostumbrada a vivir de cerca lo grueso de cada encuentro contribuyó también un traspiés. Lucas perdió apoyo en pleno lanzamiento de penalti, cortando su espectacular racha en Riazor —«En la Primera RFEF me están pasando muchas cosas. Cumplo ciclo, me expulsan, me resbalo... No está hecha para mí», sostendría después—.

La tarde estaba ciertamente para otro. O para otros dos. Cuando Hugo Rama afinó la bota y soltó la bomba había una pareja con historia esperándola al caer. Resta hizo la de Barbero y atendió donde no debía: se fijó solo en el punta y desatendió un instante el balón. Entre el central y Toni Herrero asomó la cabeza del 9, empecinada en rematar. Error y enmienda en dos actos. Todo en el mismo lugar.