Después de un poco convincente pero satisfactorio punto conseguido en Tarragona, Riazor acogía a un viejo conocido. No quiero ni nombrarlo, no vaya a ser que el algoritmo de X o Google hagan que tenga que aguantarle más de lo que ya le hemos aguantado. Palabras y más palabras, las mismas que sufrimos en las ruedas de prensa la temporada pasada. Entrenadores que tienen o no conocimiento, yo lo desconozco, pero se consideran por encima de un club. El fútbol es de los pocos deportes de equipo en que, gracias a estos gurús o vendehumos, los mejores jugadores a veces no juegan; por hache o por be, no encajan en su esquema o no les parecen lo suficientemente buenos profesionales. Para esto está la dirección deportiva; el entrenador está para hacer que el equipo gane, olvídense del resto.
El planteamiento fue el mismo que el de los partidos anteriores, idéntico, pero los recursos que ofrece este once fueron bien neutralizados por el rival y el Dépor no estuvo igual de acertado que otras veces. También hemos llegado a ese momento de la temporada en que un equipo de zona baja puede verle las orejas al lobo y dar su doscientos por cien. No es lo mismo jugar para sobrevivir que para ganar.
Leo mucha crítica sobre Idiakez; de haber convertido Lucas su penalti, seguramente no habría tanta, pero yo, sin haber visto a un buen Dépor le cuelgo una medalla: y es que Barbero consiguió el gol en el noventa. Actualmente, con en el fútbol de los cinco cambios es muy difícil darles todo el partido a los jugadores de ataque, se buscan piernas frescas para el último tramo del partido. Sin embargo, yo creo que los jugadores con gol tienen que jugar hasta que no puedan más, y voilà, un centro a la desesperada de Hugo Rama y un remate desde una zona sin aparente peligro para conseguir un valiosísimo empate que vale un liderato. Eso sí, el equipo ha perdido la solidez defensiva; lleva muchos partidos seguidos en casa sin dejar la portería a cero y no todos los días vamos a golear.
Mella se ausenta. Llega uno de esos momentos que Imanol quería evitar pero tarde o temprano iba a llegar. Esos que justifican el sueldo de un entrenador, de máxima presión y estrés. Los momentos en los que hagas lo que hagas, si pierdes no tienes ni idea; pero si ganas, no esperes que te digan que ha sido gracias a ti. Qué difícil es ser entrenador.