El Puerto entrega sus medallas a dos vigueses de tierra adentro

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

28 abr 2010 . Actualizado a las 02:36 h.

Es una pena que haya tenido que morirse para que le lleguen los reconocimientos públicos. Lo están haciendo en casacada. Si hace dos semanas fue la Cámara de Comercio la que entregó a Ramiro Gordejuela, a título póstumo, su más alta condecoración a nivel nacional, ayer fue la Autoridad Portuaria la que hizo lo propio en un acto en el que también se reconoció la trayectoria profesional de Inés González, una mujer cuya dilatada vida profesional (casi seis décadas) se ha desarrollado en la lonja pesquera de O Berbés.

Curiosamente, tanto Ramiro como Inés son dos de esos miles y miles de vigueses que nacieron tierra adentro. En un pueblo de Burgos el primero, y a la vera del Miño a su paso por Salvaterra la segunda. Los dos también llegaron a Vigo muy jóvenes en busca de oportunidades laborales, que encontraron enseguida.

Ante un abarrotado auditorio, montado para la ocasión en la Estación Marítima, agradecieron los respectivos reconocimientos Inés y la familia de Ramiro, en cuyo nombre lo hizo Daniel Castro Gordejuela, el sobrino que le ha sustituido al timón de la compañía. «El Puerto siempre fue una institución muy especial para Ramiro, que su recuerdo nos acompañe a todos», dijo el portavoz familiar.

Inés González, por su parte, señaló que consideraba el galardón una recompensa al esfuerzo de todas las mujeres que, como ella, han apostado por una vida de trabajo. Les dedicó el premio a sus hijos, presentes en la sala, a sus nietos y nueras y, especialmente, «a mi marido que, sin duda, nos estará viendo». Inés se quedó viuda hace apenas una semana.

Los encargados de hacer la entrega fueron Alberto Núñez Feijoo y Corina Porro. Aprovecharon sus respectivas intervenciones para colar unos cuantos números (puestos de trabajo, tráficos..), reiterar la ya conocida vitalidad del puerto vigués, su indiscutible protagonismo en la economía no sólo local sino gallega y, en el caso de Corina, lanzar un mensaje claro a quién corresponda (que, dicho sea de paso, estaba en la primera fila): «En tiempos de crisis es preciso recuperar la confianza creando expectativas de futuro, poniendo en marcha infraestructuras una vez superadas incomprensibles trabas», dijo para, a continuación hacer política-ficción: «Imaginémonos por un momento lo que podría ser Vigo si todos remáramos en la misma dirección».

«No tengo tanta imaginación», reconocía un invitado que ocupaba asiento en la mitad de la sala. «Aprovechando que están aquí los dos (Porro y Caballero) podían empezar por coger los remos», le contestó su vecino de silla.

Una vez rematados los discursos, se sirvió un cóctel. Entre los muchos asistentes, estaban anteriores presidentes portuarios, como el ya citado Caballero o Julio Pedrosa, los conselleiros Javier Guerra y Rosa Quintana, Fernández Alvariño, Jose Ramón Fuertes, José Enrique Pereira, Delfina Cendón... José Manuel Domínguez, caballero de la Orden de San Miguel. El profesor universitario ponteareano, que ejerce su cátedra en Madrid, no sólo presume de patria chica en cuanto se presenta la ocasión, sino que la ha convertido en objeto de muchos de sus trabajos, entre ellos un estudio sobre la relación de Azorín con Ponteareas. Es su paisano Xoán Xosé Pérez Labaca, voz autorizada de dicha Orden, el que me cuenta lo merecido del reconocimiento.

Me dice también que el profesor no se pierde jamás un Corpus, fiesta en la que participa actividamente integrándose como uno más en la confección de alfombras florales. Esa fidelidad hizo que el Concello le encargará el pregón en el año 2000. Seguro que la misma fidelidad les facilitará a los responsables de la Orden, que aunque lleva el nombre de un santo todo su tinte religioso radica en que se fundó un 29 de septiembre, fijar fecha para la entrega.

Calórica donde las haya. Los organizadores de la comida oficial de la Fiesta de la Lamprea, puestos a idear menús, no son generosos sino lo siguiente. Menos mal que cuando se levantaron de la mesa, después de cuatro horas de papatoria, no tuvieron que pasar por el medidor de colesterol.

Empezaron abriendo boca con unos taquitos de jamón y queso, para entrar luego en materia con lamprea rellena, sábalo en escabeche y sábalo frito. A continuación, lamprea a la bordalesa, la estrella de la jornada. Cuando todos esperaban el postre, llegaron las fuentes de jarrete. Luego, ya sí, la leche frita, las cañas rellenas, el requesón con miel, los cafés y las copas. Bueno, pues más de uno dejó los platos (todos) limpios. Uff.