Emociona. Por primera vez en mucho tiempo, un proyecto vigués se presenta sólido y sin fisuras. Instituciones diversas y políticos de todo signo aparecen unidos para apoyar una idea bien trazada, que reportará grandes beneficios a la ciudad. Resulta admirable el esfuerzo que la Universidad de Vigo ha realizado para sumar apoyos a su proyecto de Campus do Mar, con el que concurrirá a la calificación de excelencia internacional. Es obligado felicitar al actual rector, Salustiano Mato, y a su predecesor, Alberto Gago, por algo que a todos los ciudadanos debe hacernos sentir orgullosos.
La emocionante presentación del pasado jueves fue el colofón a un trabajo bien hecho, coordinado por el comisionado Emilio Fernández. Resulta asombroso que se haya logrado poner de acuerdo a siete universidades, trece ayuntamientos, tres autoridades portuarias y medio centenar de instituciones y agentes sociales. Después de esto, Fernández puede presentarse a Defensor del Pueblo, secretario general de Naciones Unidas o entrar a negociar la paz en Oriente Próximo. No se nos ocurre nada que pueda resultar más complicado que consensuar en Galicia todo lo que ha reunido, en poco más de un año, la Universidad de Vigo.
Vigo es la capital ibérica de la investigación marina. Uno de cada cinco artículos científicos sobre el mar que se firman en España, sale de un centro vigués, sea el Instituto de Investigaciones Marinas, el Oceanográfico, la Universidad, el Centro Tecnológico del Mar o Anfaco. Aquí está la sede de la Agencia Europea de Pesca y el Laboratorio Europeo de Referencia en Biotoxinas Marinas. Si sumamos esto a un formidable tejido empresarial, que se luce en cada World Fishing Exhibition o que, en unas semanas, cerrará negocios en Conxemar, estamos ante un auténtico fenómeno mundial.
Le cuesta, a esta ciudad, presumir de sus valores. Cuando, en realidad, le da motivos a los vigueses para que se sientan orgullosos. Nos gusta la crítica. Nos entusiasma. Y este espíritu, por otra parte muy científico, define el dinamismo de Vigo. Pero, en el caso del Campus do Mar, resulta imposible poner el más mínimo pero a un proyecto bien trazado y que, con una habilidad a la que no estamos acostumbrados, ha sabido sumar apoyos, en lugar de sembrar polémicas.
El proyecto, como es evidente, ganará la calificación de excelencia internacional. Se hace imposible pensar que algo tan bien diseñado pueda despreciarse. La única inquietud, por tanto, está en el día siguiente. El Campus do Mar va a necesitar seguir recibiendo el apoyo y la colaboración de instituciones diversas. Como, por ejemplo, para dotar los terrenos e instalaciones precisas en la antigua ETEA. Confiemos en que, esta vez, se consolide el clima de consenso. Que no pase, como en tantas ocasiones, que el ventajismo político o la envidia dinamiten o retrasen un proyecto. Eso es lo que nos queda por ver. El día siguiente, el primero de comenzar a trabajar. Lo visto hasta ahora solo merece felicitaciones y una sincera admiración.