Como le pasa a Josep Piqué, a mí tampoco me salen los números. Asegura el ex ministro, y actual presidente de Vueling, que su compañía está dispuesta a asumir el vuelo que enlaza Santiago y Zúrich, y el que conecta A Coruña con Ámsterdam. El que unía Vigo con Bruselas no es de su interés, ya que en su opinión no resulta rentable. Aduce como razón el señor Piqué que el mayor problema de Peinador es su proximidad al aeropuerto de Oporto: «Esto dificulta las rutas desde Vigo, porque son ciudades alternativas, por su cercanía», dijo el martes a la prensa, ante la sonrisa amable de Alberto Núñez Feijoo, quien se apresuró a comentar que la Xunta no quiere «interferir» en las decisiones de una compañía privada.
Lo curioso de ambas razones, la del presidente y la del empresario, es que son una auténtica perogrullada. Solo resultan inteligibles si persiguen el objetivo de reírse de la ciudadanía de Vigo. Porque, vamos a ver: ¿Cómo se entiende que Oporto «dificulte las rutas» desde Peinador por su proximidad, cuando está situado a 180 kilómetros? ¿Acaso entonces Lavacolla y Alvedro no se «dificultan» entre ellos, cuando están emplazados a solo 50 kilómetros? Ambas preguntas se contestan por sí solas. Por no mencionar que el aeropuerto de Sá Carneiro está en otro país. Mientras que Lavacolla y Alvedro están en la misma provincia, caso único en España que ni siquiera se produce en Barcelona o en Madrid. Los sufridos vigueses, la mayor ciudad de Galicia, hemos de asumir esta pintoresca ordenación del territorio como algo normal. Ni nos atrevemos a protestar, no sea que nos tachen de «localistas». Pero clama al cielo que, aún encima, tengamos que escuchar barbaridades del calibre del presunto argumento del señor Piqué.
Personalmente, no me salen las cuentas con la amable sonrisa del presidente ante la decisión de Vueling. Parece una broma que la Xunta diga que no quiere «interferir» en las decisiones de una compañía privada. Cuando todos sabemos que este año el gobierno de Feijoo le concedió 4,5 millones de euros a Vueling para que pusiese en marcha las tres rutas con Zúrich, Ámsterdam y Bruselas.
Esta suculenta ayuda a fondo perdido se otorgó graciosamente, con el dinero de todos los gallegos, vigueses incluidos, a cambio de una presunta «promoción» de Galicia en el exterior. Cuando, por poner un solo ejemplo, Vueling ni siquiera menciona el topónimo «Galicia» en su propia página web. La Xunta, por tanto, «interfiere» para dar millonadas a una compañía, pero no tiene nada que decir cuando la empresa del amigo toma una decisión caprichosa bajo argumentos falaces. Si, en este embrollo, subyace el objetivo de erosionar a un alcalde, que podría ser, no hay derecho a que lo pague toda una ciudad. Ni en este tema, sin duda menor, ni en el transporte, el área metropolitana, la ciudad de la justicia o todo lo demás, esenciado en los míseros presupuestos de la Xunta para Vigo. No merecemos esto.