El hijo de los gestores del restaurante durante 24 años no entiende que el Concello lleve un lustro sin tomar decisión alguna mientras se destroza el inmueble«Su reapertura es inviable ya que no existe un acuerdo político: el Bloque quiere derribarlo, el PP trasladarlo y los socialistas apuestan por convertirlo en un centro de recepciones o en escuela de hostelería.No hay mayoría»
28 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.«No niego que me gustaría que abriera de nuevo porque sé que es lo que quieren los vigueses, pero ese no es el tema. Han pasado cinco años desde que el Concello cerró el restaurante y no ha tomado ninguna decisión. Y su estado, a la vista está». Miguel Gómez, hijo de Marina y Manuel, el matrimonio que durante veinticuatro años y hasta el 2005 convirtieron El Castillo en un referente de la vida social de la ciudad, no oculta su pesadumbre mientras recorre lo que hoy son casi unas ruinas.
Visiblemente afectado por el estado del recinto, cree que se ha dejado hundir una instalación que funcionaba bien y que cubría un hueco en Vigo. «El edificio tiene una de las mejores vistas de la ría, si no la mejor, y aquí venía todo el mundo. Seis alcaldes desde Soto a Corina Porro, concejales, políticos de todos los partidos, gente de Caixanova, de Citroën, empresarios, de Barreras, de Vulcano, la policía local hacía aquí su cena, entre otros muchos», enumera.
«Se hacían reuniones, recepciones públicas, había una gran actividad y siempre con el Castro y la ría de fondo». Y no solo eso. «Aquí se ha casado medio Vigo y no oculto que las bodas eran la parte fundamental del negocio. Cuando voy a algunos sitios todavía hay gente que me recuerda su boda... y hasta yo mismo me casé aquí tal día como hoy, un 23 de noviembre de 1991 (la entrevista se realizó el pasado martes)», rememora Miguel. «Hace poco estuve en una reunión de antiguos alumnos del Marcote y prácticamente todos los que estábamos allí nos habíamos casado aquí, y no creo que sea una coincidencia».
El mensaje que quiere enviar al Concello a estas alturas es que los integrantes de la corporación deben impedir por la vía de los hechos consumados que desaparezca el edificio en el que pasó gran parte de su vida.
Desde su punto de vista lo que está ocurriendo es lo peor que podía haber pasado. «Si se hubiera optado por el derribo, al margen de que no sea lo que yo deseo, al menos la cosa estaría clara. Pero ocurre que no existe una postura mayoritaria en el seno de la corporación municipal, por lo que sigue abandonado mientras se destruye un poco más cada día».
Alternativas
Tiene claro que el Bloque es partidario de su derribo, que el PP también quiere de se vaya de aquí mientras el PSOE defiende su mantenimiento buscándole otro destino, como recepciones municipales o escuela de hostelería. Por tanto, en el pleno no hay mayoría por ninguna de las posturas. «El edificio tiene tres plantas y creo que se podían haber conjugado todas las posturas. Aquí podía haberse creado un museo, habilitar un mirador y reservar la primera planta para cafetería al servicio de la ciudad». Evita la pregunta sobre la posibilidad de su derribo para recuperar la muralla, aunque está claro que no es su opción. «En Vigo nos dedicamos a quitar y poner cosas» es su único pronunciamiento.
Deterioro
Tras su abandono, el vandalismo ha hecho mella en el edificio, aunque es difícil imaginar que ha podido ocurrir en cinco años para que el deterioro haya sido tan acelerado. Miguel reconoce que en los últimos años sus padres invirtieron lo justo en su mantenimiento al sospechar que se avecinaba el cierre.
Una vez clausurado, la facilidad del acceso ha tenido como consecuencia la rotura de cristales, el desvalijamiento de todo material e incluso un incendio y multitud de pintadas repartidas por todos los huecos. Con la techumbre al aire, su hundimiento es solo cuestión de tiempo.
Miguel insiste en que «a mí y a mi familia no nos dolió que nos lo quitarán, pues no era nuestro, si no que no se haya hecho nada con el edificio y se permita su destrucción.
Mucha gente me pregunta en la calle por su futuro, por lo que estoy convencido de que los vigueses se alegrarían de su reapertura. Pero soy pesimista. Mi impresión es que aquí no se va a poder hacer ya nada, no existe el necesario acuerdo político para ello», recuerda con nostalgia.