1Un año más, la patronal conservera se vistió de gala para entregar sus galardones más preciados, las medallas de oro, plata y bronce. En esta ocasión los destinatarios fueron, respectivamente, Núñez Feijoo, Alain Cadec, Manuel Aldao y Antonio Mínguez, que las recibieron en el transcurso de un acto celebrado en el Círculo de Empresarios.
La anécdota de la jornada la protagonizó el medallista de plata. Cuando el vicepresidente de la Comisión de Pesca del Parlamento Europeo subió al estrado para agradecer la distinción, explicó que era la segunda que recibía en Vigo: «Hace un rato, mientras paseaba por el puerto, me condecoró una gaviota». Ironías al margen, Cadec subrayó que bretones (como él) y gallegos tienen muchas cosas en común, «pero solo citaré tres: la obstinación, la obstinación y la obstinación». Es una cualidad que, afirmó, «nos permite ganar batallas».
Una no menos importante es la de la protección arancelaria vino a decir mientras, desde la mesa presidencial Rosa Quintana y Juan Vieites asentían con la cabeza. Y es que de ídem trae al sector la coladera del acuerdo con Papúa Nueva Guinea. En este sentido, Cadec aseguró que hará lo que esté en su mano para cambiar las cosas y, de paso, mandó un recado al comisario de Comercio: «Porque lo quiera o no, esta es una actividad vital para la UE». El flamante medallista terminó su intervención al grito de «¡Vive l?Europe!».
Núñez Feijoo, traductor de por medio, aprovechó para sacar punta a la anécdota de la gaviota. Y no en términos electorales pese a estar ya en campaña: «Si sigue defendiendo los intereses de la pesca y la conserva gallegas, daré las instrucciones oportunas para que no vuelva a ocurrir». Hablando de campaña, echaron en falta la presencia de Abel Caballero. Sí aceptaron la invitación sus contrincantes, Corina Porro y Santiago Domínguez.
Explicó Feijoo que aunque era el receptor de la medalla, «el verdadero destinatario es el pueblo gallego». Remató echando un vistazo al concurrido auditorio para presumir de que «las principales marcas de conserva del mundo están en esta sala».
Los adjudicatarios de las medallas de bronce dedicaron toda su vida al sector conservero, como trabajador de Massó Aldao y como fundador de la empresa que lleva su nombre Antonio Mínguez. En el primer caso, además de reconocerse su dilatada trayectoria profesional, se reconoce el apoyo prestado al museo Anfaco, concretado en la cesión de centenares de piezas y documentos de gran valor etnográfico. Tras reconocer que el galardón había supuesto una grata sorpresa, hizo un alegato en favor de los museos de este tipo, «que son el antídoto contra la fragilidad de memoria que nos invade».
El segundo, a punto de cumplir los 90, delegó en su hijo la lectura de agradecimientos, que no la recepción de la medalla. Recordó que fue en los 40 cuando se embarcó como empresario del sector. «Nunca me arrepentí de tal atrevimiento».