«Tengo que combatir las moscas a muerte con el soplete tres veces al día»

Luis Carlos Llera Llorente
Luis Carlos Llera OIA / LA VOZ

VIGO

Bandallo

Vecinos de Mougás llevan una semana con una plaga de dípteros en casa

31 oct 2023 . Actualizado a las 23:20 h.

Moscas del Páramo es un pueblo de León famoso por sus dípteros. Una casa de Mougás va camino de arrebatarle la fama y el nombre por una nube de insectos. Tienen que matarlas con soplete. «Desde hace una semana sufrimos una plaga de moscas tremenda» cuenta Luis Vicente, un trabajador jubilado del cámping de Mougás que vive en una vivienda en esta zona de Oia, apenas a cien metros del mar. En este lugar de agreste y bello paisaje de acantilados y olas, las moscas han llegado por oleadas a la casa de Luis Vicente y Tina Cuevas buscando refugio frente a los temporales de otoño.

«¡Esto es increíble!», exclama la mujer. «Mi marido tiene que usar el soplete al menos tres veces al día», añade. «Supone un estrés, llevo una semana quemando moscas y barriendo montones de ellas y tirándolas en una bolsa a la basura», corrobora Luis Vicente, que ha recurrido a las llamaradas como método más eficaz y barato de eliminar a los pegajosos insectos que no les dejan dormir ni sentarse a la mesa en paz. «Te sientas a comer y estás dándoles con el matamoscas para poder almorzar».

Con la cadena de temporales, las moscas huyen de la lluvia y el viento que azota la fachada de la casa que da al mar. Buscan refugio en la entrada de la vivienda, en el interior y en el garaje. Se meten incluso por la chimenea y por debajo de la puerta». Hace un mes sufrieron otra nube de moscas «pero conseguimos combatirla y se paró.

Insecticidas

Luis Vicente afirma que no usa insecticidas porque «son muy caros, un bote te puede valer nueve o diez euros y no da mucho de sí». «Tienes que combatir con el soplete a muerte. He matado ya a miles de moscas así en una semana». Con el fuego caen al suelo inmediatamente, medio moribundas. No parece que sea maltrato animal sino pura supervivencia para los dueños de la vivienda.

Los insectos buscan con tanto ahínco el calor que acuden a las ventanas y «entran por debajo de la puerta». «Cuando te vas a dormir se meten en el pasillo y las habitaciones y tienes que usar la paleta matamoscas.

«Son algo más pequeñas y más resistentes que las moscas habituales», asegura el dueño de la vivienda que descarta que el problema se deba a algún residuo. «Nosotros intentamos mantener todo lo más limpio posible para que no acudan más insectos pero no hay nada que hacer» . Luis Vicente asegura que «no se me acumula basura. Cuando se llena la bolsa la tiramos». Únicamente en el invernadero no puede usar el soplete exterminador porque se incendiarían los plásticos que protegen a los cultivos que cuida con mimo.

Lo curioso es que la invasión solo afecta a la casa de Luis y Tina porque la casa de la hermana de Luis no sufre la plaga a pesar de que se encuentra solo a un metro de distancia,. En las viviendas que hay cerca de la suya en Mougás tampoco hay demasiados insectos voladores. Descarta que el problema está provocado por algún vecino. «Yo me llevo bien con todo el mundo»

¿Cuál puede ser la explicación de la proliferación de moscas? No hay ninguna demostrada. La casa tiene una cocina por la parte de atrás con una salida de humos. Por ahí se escapan los suculentos aromas a comidas que atraen a las hambrientas moscas que se pegan al tubo metálico para calentarse las patas. Puede ser una posible hipótesis, aunque no explica por qué penetran también en el garaje. En este lugar, que no está pintado de un color llamativo, sino que es de chapa de color gris, las moscas se agrupan y se colocan juntas en el techo como un enjambre.

Peores que los okupas

Luis Vicente aún no ha avisado al Concello ni a Sanidad porque desconfía de que puedan resolver el problema. «Cuando aparece un animal muerto a veces tardan una semana en retirarlo. Mientras no se eliminen por completo las moscas, que se reproducen rápidamente, el matrimonio no podrá pegar ojo con tranquilidad.« Son peores que los okupas», dice Vicente que asegura que la continua matanza de moscas le produce ansiedad.