La actriz de Gondomar Anaïs Cuña Pérez trabaja en unidades de psiquiatría de hospitales de Madrid
01 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Entre los pasillos de varios hospitales de Madrid, en las unidades de psiquiatría infanto-juvenil, hay una actividad poco convencional que ayuda a cambiar la vida de muchos jóvenes. Es teatro, pero no el de las representaciones tradicionales, ni el habitual en escenarios. Es un teatro visto como juego, que tiene como misión dar voz a quienes más lo necesitan: los adolescentes que atraviesan alguna de las crisis emocionales más complejas de su vida. Y quien lleva este trabajo adelante con pasión es Anaïs Cuña Pérez, una joven actriz y profesora de teatro de Gondomar que ha convertido su vocación en una herramienta para mejorar la salud mental de los adolescentes. Con solo 28 años, trabaja desde hace casi tres en las unidades de hospitalización breve de psiquiatría infanto-juvenil de varios hospitales de Madrid, como el 12 de Octubre, Puerta del Hierro y Gómez Ulla. En esos centros, en los que cada día se luchan batallas personales que no siempre son visibles, lleva consigo su talento actoral y la firme convicción de que el arte tiene un poder transformador.
«Soy una profesional del teatro al servicio de la salud mental de los adolescentes», explica Anaïs.
A lo largo de su jornada, lo que busca es que los jóvenes encuentren en el teatro un canal de expresión y disfruten de la creación artística. El confinamiento y el auge de las redes sociales han intensificado los trastornos emocionales en los adolescentes, y eso se ha traducido en un aumento de los ingresos en las unidades de psiquiatría. «La carga de trabajo y los ingresos se han disparado desde la pandemia», confirma. La tormenta perfecta que ha afectado especialmente a los adolescentes se debe, a su parecer, a «la falta de educación emocional, la sobreexposición a las redes sociales y el contexto socio económico». Estos aspectos «han disparado los trastornos de conducta alimentaria, el bullying, la depresión, las autolesiones o los intentos de suicidio». Subraya otra estadística que llama la atención: «Más del 80 % de los adolescentes con los que trabajo en las unidades de psiquiatría son mujeres». «Mi labor no es hacer terapia, porque para eso ya están los profesionales sanitarios. Pero sí es terapéutica. El teatro les ayuda a aprender a gestionar sus emociones, a mejorar la comunicación, a sentirse empoderados o a reducir la necesidad de perfeccionismo, que es algo que habitualmente aparece, por ejemplo, en las personas con trastornos de la conducta alimentaria».
«La primera vez que llegan, se sienten muy sorprendidos y nada receptivos. No tienen ganas de nada o acuden con muchos prejuicios respecto al teatro. Creen que hacer teatro es solo memorizar textos. Pero para mí, es jugar», dice. Y lo que comienza como una sorpresa para muchos de ellos, termina por convertirse en una vía de comunicación profunda y reveladora. Anaïs trabajaba para la Fundación Teatro Joven con este proyecto que se llama Teatro para abrazar y que levantó el telón en el 2022 para poner los beneficios terapéuticos de la expresión artística y la creatividad al servicio de adolescentes ingresados en unidades de hospitalización psiquiátrica por trastornos mentales agudos.
Manejo de emociones
Los adolescentes que participan en estos talleres no solo se divierten, sino que empiezan a encontrar en el teatro una manera de conectarse con sus emociones y aprender a manejarlas. «Cuando llego nunca sé cuántos paciente va a haber. En las unidades de hospitalización breve, el número puede variar desde dos hasta doce. En el centro de día, el grupo es más estable», dice. «Mi mejor recompensa es cuando alguno de los chicos que acaba de recibir el alta se me acerca y me dice que va a apuntarse a clases de teatro», afirma. Con este trabajo, Anaïs también se está enfrentando a otro desafío importante. «Muchos de ellos quieren dedicarse a algo artístico, pero no tienen referentes. Es muy importante proporcionárselos y ayudarles a explorar esa creatividad», subraya la actriz miñorana al respecto. La interpretación fue su verdadera pasión desde muy joven. «Me enamoré del teatro a los 5 años con la profesora Lola Correa y ahora me dedico a ello profesionalmente. Es absolutamente vocacional, no podría dedicarme a otra cosa», admite con entusiasmo. Tras completar sus estudios en la Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, confiesa que encontró «el trabajo de mi vida, porque aúna mi vocación con el cuidado de la salud mental de los adolescentes, algo fundamental».