
Sobrepesca y cambio climático afectan a una especie que sobrevive en aguas de las islas Cíes. El proyecto europeo Climarest pone en marcha su restauración ecológica desde Galicia, mientras en la costa oeste de Suecia han logrado recuperarlo en una área marina protegida
02 abr 2025 . Actualizado a las 00:15 h.Son seres territoriales y solitarios, ajenos incluso a los de su especie. Su fisonomía refleja este forjado carácter, con un esqueleto que culmina en un par de pinzas capaces de cortar y triturar. Crecen muy lentamente y pueden vivir casi medio siglo valiéndose por sí mismos. Puede ser que su aislamiento haya influido en que el bogavante de las rías (Homarus gammarus) se haya convertido en objeto de deseo para la flota, suculento manjar de la gastronomía y en una especie que la comunidad científica aspira ahora a conocer más de cerca desde la ría de Vigo a través del proyecto europeo Climarest. Mientras tanto, topárselo se está convirtiendo poco a poco en una hazaña desde comienzos de siglo.
El videógrafo submarino José Irisarri ha logrado filmar ejemplares bajo aguas de las islas Cíes. Están en plena caza o mostrando indicios de su carácter territorial y agresivo, ya que uno de los bogavantes que ha captado con la cámara el vigués tiene cicatrices en sus patas, mientras a otro le falta la mitad de una pinza, «amputada en un combate con otro macho», describe.
Las imágenes filmadas bajo las aguas del espacio natural (teóricamente) más protegido de toda Galicia acreditan la épica de una especie de la que apenas existe información histórica ni tampoco una costumbre pesquera pesca específica. Ahora, el proyecto europeo Climarest quiere profundizar en su conocimiento en el escenario de la ría de Vigo mediante arrecifes artificiales bajo bateas de mejillón. La Universidad de esta ciudad, junto con la de Alicante, quiere dinamizar la población y fomentar la restauración ecológica del bogavante europeo, como explica el catedrático levantino de Ciencias del Mar y Biología Aplicada Pablo Sánchez Jerez, que lidera el programa.
El investigador de la institución alicantina defiende que el crustáceo es «todo un icono para informar sobre la necesidad de políticas de proteccionismo». En este sentido, tras el desastre del Prestige y para tratar de mejorar la maltrecha salud de las rías, la Xunta de Galicia confió al Instituto Galego de Formación en Acuicultura (Igafa) el desarrollo de proyectos para el cultivo del bogavante y el rodaballo. La elección no fue casual, sino que se tuvo en cuenta su interés comercial y que conformaban un símbolo de la región.
«Por ahora, apenas hemos logrado datos diseminados sobre las capturas de bogavante para conocer el estado real en que se encuentra la especie», advierte Sánchez Jerez para justificar que parte de Climarest se centra en ampliar el conocimiento sobre especie porque «uno de los principales desafíos que enfrenta la implementación de acciones es la escasez de documentación», indican desde el proyecto europeo.

En aguas europeas, el Homarus gammarus padece un declive a causa de la sobrepesca y los cambios ambientales. A la hora de fomentar la repoblación, influye su compleja y lenta reproducción, como advierte el vídeo de Irisarri en el archipiélago de las Cíes, ya que la hembra tiene que incubar los huevos doce meses. Tras ello, las larvas pelágicas pasan por cuatro fases de desarrollo y después los juveniles pasan hasta tres años enterrados en galerías.
Áreas marinas protegidas
Voces como las de los responsables de Climarest que defienden la necesidad de proteger al bogavante a través de iniciativas como la restauración sostenible, promovida por la Unión Europea con la primera Ley de Restauración de la Naturaleza, aprobada en junio del año pasado y con efectos prácticos para el 2030. Otras geografías, sin embargo, han apostado por la puesta en marcha de áreas marinas protegidas que limitan a cero la actividad pesquera y favorecen así su pleno desarrollo. Lo promovieron hace treinta años en la costa oeste de Suecia, en la reserva de Kavra. A día de hoy, el número de ejemplares es quince veces mayor que en las zonas limítrofes, y el 24 % de los bogavantes observados superan los 15 centímetros de longitud del cefalotórax. Irisarri propone una acción de este estilo en las islas Cíes.
Galicia es deficitaria en esta especie, pese a haber aumentado a 9 meses su pesca
Un asunto que sorprende a quienes estudian los bogavantes son las estadísticas de las descargas en las lonjas de Galicia, ya que se encuentran al alza y muestran una tendencia significativamente positiva desde el 2010. ¿Por qué? El patrón mayor de Baiona, Roberto Cabral, precisa que el lumbrigante «nunca fue una especie demasiado abundante en estas aguas» y sospecha que influye que en los últimos quince años la Consellería de Mar ha ido abriendo la mano y extendiendo el número de días concedidos a la flota para capturarlos. No existen estudios científicos que sustenten este aumento en el que también ha podido tener que ver que las técnicas de pesca son cada vez más sofisticadas.
Si hasta el 2011 las embarcaciones podían pescar bogavante dos meses y medio al año, a partir de ahí y hasta el 2013 este período se aumentó hasta los seis meses. Desde el 2014, pueden hacerlo durante nueve meses. Carlos Mariño, que participó en su día en el proyecto del Igafa para promocionar su cultivo, también asocia el alza de las descargas en los pósitos gallegos con la evolución de las vedas, que favorece el buen comportamiento de las estadísticas oficiales. De esta manera, si en el 2004 se descargaron 2.187 kilos de este recurso, en el 2014 ya fueron 6.921 y en el 2024 las ventas ascendieron a 31.203.
Sin embargo, Galicia es deficitaria en la pesca de esta especie y la comunidad se ve en la necesidad de importar, por ejemplo, bogavante americano. Según datos de la Cámara de Comercio, Pontevedra compró 122.880 kilos el año pasado a Norteamérica. También lo hay de Irlanda: 13.800 en el 2021, según el Icex.