Juzgan a un entrenador de fútbol femenino por abusos a una jugadora hasta los 18 años
VIGO

La madre de la denunciante dice que su hija se volvió rara y sufrió anorexia en Vigo: «Mi hija no comía, se encerró, fue un infierno». El padre de la joven añade: «Él se bañaba en su piscina con las niñas como si fuesen sus princesas mientras los padres esperábamos fuera sin saber qué pasaba»
03 abr 2025 . Actualizado a las 01:00 h.Un entrenador de fútbol femenino de Vigo afronta 13 años de cárcel en conjunto por, supuestamente, abusar de una jugadora de Vigo durante su adolescencia, desde los 13 años y hasta que cursó en la Universidad. Durante años, supuestamente, el monitor se ganó la confianza de los padres de la víctima, a los que ofreció ayuda durante un bache económico.
La Fiscalía propone que abone a la víctima una indemnización de 20.000 euros por daños morales. Los hechos sucedieron entre el 2015 y el 2022 en el partido judicial de Vigo. El entrenador acusado fue condenado por conformidad a dos años de cárcel en el 2022 a otra jugadora menor de edad.
A raíz de los presuntos tocamientos del nuevo caso que ahor se juzga, la jugadora sufrió anorexia, se volvió introvertida, tuvo un comportamiento rebelde y agresivo y necesitó terapia psicológica, lo mismo que su madre.
El juicio por abusos comenzó este miércoles en la Quinta Sección de la Audiencia de Pontevedra, con sede en Vigo. La víctima declaró a puerta cerrada durante más de dos horas y el acusado dará este jueves su versión, pues ha pedido ser interrogado en último lugar.
La progenitora confiaba ciegamente en el entrenador de su hija, el cual se ofrecía continuamente a ayudar a la familia e incluso les quiso dar dinero cuando su empresa atravesó un bache económico. El implicado llevaba en coche a la jugadora desde los entrenamientos a su casa, pero siempre llegaban tarde a su domicilio porque «él la venía tocando todo el rato», según desveló la madre, a partir de lo que le contó la víctima.
El entrenador también acompañaba a la menor a la clínica de rehabilitación durante las sesiones que necesitó a causa de una lesión de clavícula. A la familia le escamó que el hombre se apuntase a todas las actividades con sus jugadoras, menores de edad. Iba con ellas al cine o las invitaba a bañarse en la piscina de su urbanización «como si fuesen sus princesas», dice el padre, o se apuntaba a excursiones. Las menores y el hombre eran vigilados por tres madres pero luego se supo que muchas veces él se quedaba solo con las menores.
Parecía el amigo perfecto y la familia fue la última en sospechar. La madre, entre sollozos «por el dolor sufrido», declaró en el juicio que se sintió sorprendida porque el entrenador estuviese implicado. Ya había un incidente previo con otra jugadora pero le creyó a él y no a la víctima.
La progenitora asegura que confiaba plenamente en el acusado. «Él me manipuló, yo tenía una fe ciega en él, me ayudaba mucho, yo no pienso mal de la gente. Mi hija entró por primera vez en un psicólogo desde que está ese señor en mi vida. Mi hija era una niña normal y abierta, con muchos amigos, y se aisló del mundo, se encerraba en la habitación. Decía que todos eran malos menos él. Estaba colapsada y ni nos hablaba. No comía, fue un infierno», afirmó la madre entre sollozos en el juicio.
Finalmente, ya en la universidad, la menor se derrumbó y relató a sus padres que había sufrido durante, al menos, cuatro años abusos por parte del entrenador, al que denunciaron en la comisaría de Vigo.
La madre indicó en el juicio que su hija empezó a tener comportamientos «raros» a los 13 años. «La llevé al psicólogo, yo sabía que algo le pasaba a mi hija», contó la progenitora. El entrenador se aproximó mucho a la familia tras la rotura de la clavícula de la jugadora. «El hombre se implicó para ayudar, llevaba a mi hija a los partidos», cuenta la madre. A partir de ahí, «mi hija cambió, pensé que le gustaba una chica y no me lo quería decir».
La presencia del supuesto abusador en el hogar era omnipresente. «Ese señor estaba en mi vida, ayudándome , en partidos de fútbol. Pero había cosas que no me cuadraban, él siempre estaba solo con las niñas, no se iba a su casa con su familia. Él las llevaba a casa en coche, se iba a la piscina con las niñas, jamás pensé que las cosas fuesen así», dijo la madre.
La menor adelgazó y sufrió anorexia. Según su madre, «mi hija me miraba a los ojos y se echaba a llorar, en vez de estudiar, dormía tirada en su cuarto. Fue un infierno, un infierno». Al parecer, la menor le contó que su entrenador incluso la seguía en coche por la calle.
La hija le contó los supuestos abusos a una psicóloga y a una madre pero, según la familia denunciante, «ellas callaron y le dieron la espalda». Así que el supuesto abusador siguió teniendo vía libre. La menor empezó terapia de psicólogos y la madre tuvo que pedir librar en algún turno en su trabajo para estar con su hija «porque ella decía que se quería suicidar».
El fiscal le preguntó a la madre si podía ser que el acusado tuviese un comportamiento afable o de «familiaridad» y esta respondió que era muy educado y que nunca sospecharon. Jamás presenciaron, personalmente, que el hombre hiciese algún acto indebido con su hija, era muy correcto.
El padre dijo que, cuando supo la verdad, «no me lo quería creer». Él mismo le había pedido asesoramiento al entrenador cuando tuvo problemas económicos con su empresa aunque aclaró que no le pidió dinero, solo que le facilitase algún contacto profesional. Añade: «Él se bañaba en su piscina con las niñas como si fuesen sus princesas mientras los padres esperábamos fuera sin saber lo que pasaba dentro».