
El Banco de Alimentos reparte cada día 4.000 kilos de comida. «Hay muchos matrimonios con hijos que, aunque trabajan ambos, no les llega para vivir»
06 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Huele a café recién hecho, tanto como la satisfacción que se palpa por haber encajado un día más y a primera hora el puzle de toda la comida recibida, clasificada, inventariada y embolsada para que cumpla un fin: hacer llegar alimentos a quienes no tienen para comprarlos, a los que dan sentido al río de solidaridad que promueve y sincroniza como un ballet mil veces ejecutado la Fundación Provincial del Banco de Alimentos de Vigo. Toda la experiencia personal de décadas de trabajo la ponen al servicio de esa logística medio centenar de voluntarios fijos decididos a contribuir desinteresadamente a un mundo mejor desde su jubilación activa, liderada desde finales del 2024 por José Ramón Santamaría (Noia, 1953).
El primer párrafo de su currículo profesional lo escribió en otro tipo de bancos. Fue en el Banco Gallego del Vigo al que llegó a los seis años en los sesenta junto a sus hermanos por decisión de su madre, «una matriarca como las que mandan en las familias gallegas. Tenía muy claro que quería que sus hijos creciesen aquí, donde había más posibilidades». José Ramón Santamaría lo hizo ligando su nombre al de una de las instituciones sanitarias de Vigo, el hospital Fátima, donde fue gerente durante 30 años. «Yo apoyaba profesionalmente de manera parcial a los empresarios que compraron el hospital, pero cuando decidí dejarlos para seguir con mi trabajo, ocurrió lo que solo pasa en las películas: el doctor Julio Babé, presidente del consejo de administración, me llevó a comer y en los postres me puso un cheque en blanco firmado y me dijo ‘pon la cantidad que quieras'. Escribí una que entendí era suficientemente disuasoria, pero me la aceptó al momento». Tres décadas de dirección del hospital en las que multiplicó por ocho su capacidad asistencial, creó la compañía de seguros de salud Nussa y levantó un hospital privado en Oporto junto a Valmiro Acevedo, entonces el hombre más rico de Portugal, le hizo afinar una capacidad de liderazgo, que emergió de manera natural en el Banco de Alimentos, donde había llegado seis años antes con la intención de ser una mano más clasificando comida. «Cuando me jubilé pensé ‘¿Y ahora, qué hago de mi vida?' Tenía claro que quería dedicar algo de mi tiempo a ayudar a gente que lo necesitase, porque estoy convencido de que es importante tener un referente con el que ocupar el tiempo, y si es ayudando, mucho mejor».
Santamaría defiende el valor de las iniciativas del tercer sector como tentáculos de ayuda que «llegan donde no lo hace la Administración». Y el Banco de Alimentos llega con su ayuda a 20.000 personas a través de las entidades benéficas a las que les entregan la comida conseguida con donaciones, cuotas de socios, aportaciones de empresas, fabricantes de todos los sectores alimentarios y las campañas de recogida especiales movidas por 2.000 voluntarios: la zampakilos, el mayo solidario, operación primavera... y, sobre todo, la Gran Recogida, de cara a las Navidades, es la ola que cubre el 43 % de lo que maneja al año el Banco. Solo el 5 % llega desde instancias públicas, después de que la Unión Europea cambiase en el 2022 las donaciones de comida por la tarjeta monedero que se les facilita solo a las familias necesitadas con hijos menores.
Santamaría está entregado a conseguir esos alimentos que ya no llegan de Europa y para quienes deja de atender el nuevo método comunitario. El perfil tipo de quien requieren ayuda es sobre todo el de adultos que pierden su trabajo, «pero también el de parejas jóvenes que trabajan los dos pero no llegan para mantener a dos hijos y la vivienda con los 800 o 900 euros que gana cada uno. No les llega para todo el mes. La ayuda no solo la necesitan quienes viven en la calle; hay muchas familias que aún trabajando, la precisan», constata el presidente del Banco de Alimentos.
Cada día salen de la nave convertida en un reloj suizo 4.000 kilos de alimentos, casi 1,5 millones al año de entrega solidaria. «Me asombra la generosidad de la gente, de toda, desde el que da un kilo de arroz al que regala un carro lleno de alimentos, que los hay», recalca asegurando que el interés que da el banco que dirige es de pura satisfacción personal para quienes les ayudan.

Todo queda documentado en los 2.000 metros cuadrados del almacén, lo que se ordena por fecha de caducidad o las mermas prontas a vencer que hay que ir a buscar todos los días a los supermercados y darle inmediata salida. «El año pasado entregamos 300.000 kilos de mermas que fueron utilizadas y que de lo contrario se hubieran ido a la basura», reflexiona José Ramón Santamaría.
La ley que regulará en breve el desperdicio alimentario obligará a todos los productores a dar uso a su exceso de fabricación o restos utilizables. «Eso nos va a obligar a ser más rápidos en la recogida y entrega», anticipa. La Federación Española de Bancos de Alimentos (hay 54 en todo el país) ultima su plataforma digital para facilitarle a la industria alimentaria el trasvase de sus excedentes a sus naves, las partidas que no logran un acabado estándar, cajas que se han dañado en el proceso o piezas frescas que no llegan al calibre deseado, en suma, el que llama «producto feo» que ya no recala en los mercados. Al hablar de ellos Santamaría deja una última reflexión: «La sobreproducción alimentaria que hay en el mundo daría para alimentar a toda África».