Esther Lora: «Estudié Derecho para volver al barrio a defender a chavales sin oportunidades»

VIGO

La abogada de Coia suma 25 años representando gratis a personas sin recursos y a colectivos sociales. «Si ser antisistema es creer que el sistema es injusto, lo soy»
26 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«No hay causas perdidas». Esther Lora (Vigo, 1976) hace activismo legal. Esta abogada que nació y sigue viviendo en el barrio obrero de Coia ha defendido, sin pasar la minuta, a centenares de vecinos. Causas anónimas y también conocidas, como la del ya fallecido David Reboredo, condenado a prisión por vender unas papelinas de heroína y que tuvo que cumplir condena tras su rehabilitación. Lora también defendió a Diego Lores, el vecino de Coia que se enfrentó a un delito de atentado a la autoridad por las protestas ante el barco de Alfageme. Esta letrada suma 25 años de ejercicio de abogacía y de activismo en los colectivos Imán y SOS Racismo, aunque de lo que más se enorgullece es de formar parte de la ya desaparecida Oficina de los Derechos Sociales de Coia. «Yo soy más del barrio que un banco oxidado», reivindica.
Lora es producto de haber crecido en uno de las zonas más desfavorecidas de Vigo. Aunque tiene su despacho privado y ejerce como abogada de oficio, su activismo va en paralelo. «No soy una abogada gratis, eso no funciona así. El asesoramiento jurídico es parte del apoyo y acompañamiento que se da en los procesos sociales y el apoyo psicológico». Cuando estudiaba en el Instituto Coia 2, a principios de los años 90, toda una generación de chavales caía en las manos de la droga y encadenaba condenas por trapicheo. A través de la parroquia empezó a sensibilizarse con aquellos jóvenes sin oportunidades, víctimas de un sistema que los enviaba a comisaría enfermos de Sida y cuyo destino era la prisión. «Ahí me di cuenta de que quería ser abogada. Estudié Derecho para volver a mi barrio y defender a los chavales sin oportunidades». Así lo hizo.
Hace diez años que el enfrentamiento de un grupo de vecinos a la colocación del barrio de Alfageme en Coia culminó con una acusación de atentado a la autoridad contra uno de ellos. El Policía que denunció a Diego Lores acabó retirando la denuncia tras semanas de encierros reivindicativos y después de que el caso se proyectase en informativos locales, autonómicos y nacionales. «Fue jurídicamente interesante, pero también fue bonito ver el apoyo de cientos y cientos de personas y la relación posterior con el agente implicado».
Esta abogada tampoco olvida el escrito que redactó para pedir el indulto de David Reboredo. «Queríamos remover Roma con Santiago porque habíamos conseguido que estuviese bien y rehabilitado y pensábamos: ‘Ahora no, por favor, ahora que está bien, déjamelo’». Lora ha defendido a muchos otros David Reboredo y sigue acudiendo a la prisión de A Lama como voluntaria cada semana. «Los que están en prisión son, la mayoría, gente con problemas de salud mental y sin recursos económicos y familiares. Hoy, vemos las mismas víctimas y chavales que repiten el patrón de sus padres o hermanos que pasaron por esa época difícil hace décadas».
Estas causas fueron las más mediáticas, al igual que el incendio del edificio en la calle Alfonso X el Sabio, en el que murieron una madre y sus tres hijos en octubre de 2023. Lora representa, a día de hoy, a una de las familias sin recursos que se instalaron, sin permiso ni contrato, en el edificio abandonado y que se enfrentan ahora a la reclamación del propietario que exige una indemnización tras el fuego que se inició de forma fortuita. La Fiscalía ha pedido la absolución de los acusados. «Hay muchas personas sin permiso de residencia y extranjeras que no pueden acceder al mercado de alquiler y que están pagando millonadas por pisos que no valen ni un cuarto de lo que les cobran en negro. Hay que legislar para que deje de ser un problema y sea un bien de primera necesidad, accesible como la luz o el agua».
Trabaja con la norma, pero la cuestiona. «El propio sistema es una injusticia. A veces acudimos a los juzgados buscando una reparación, pero el sistema está montado para castigar. Hay que repensar cómo estamos planteando los problemas de convivencia y buscar una justicia más restaurativa». Defensora del turno de oficio y de los abogados que lo ejercen, no cree que se pueda decir que la justicia es gratuita. «Al final se obliga a pagar multas a personas que, si no tienen recursos, no van a poder afrontar y, al final, esa gente acaba en prisión. Hay muchas condenas pequeñas que se suman, no son grandes delitos en la mayoría de los casos. Muchos no tienen un mismo abogado para todas las causas, al final es un descontrol que los lleva a entrar en la cárcel», explica.
No cobra su activismo, pero paga un precio personal en lo económico y en lo vital. «Sabes que no te vas a hacer rica, pero tampoco lo buscas». Eligió una vida que conlleva también una alta disponibilidad, acudir a comisaría de madrugada, asistir a asambleas, impartir talleres... «Es parte de mi trabajo, que no es solo ponerme la toga en el juicio. Yo siempre supe qué tipo de abogada quería ser. Y si ser antisistema es creer que el sistema penal es injusto, entonces sí lo soy».
Su canción favorita
«La llamada» de Ismael Serrano. «Canta realidades que no son de una canción: una madre que trabaja 25 horas al día, un señor que tiene que pagar la comida a todos los nietos... Vamos a olvidarnos de datos macros y pensar en nuestras vecinas que malviven en el barrio y que cuando tocan una puerta, se la cierran».