
Suman tres siglos y medio en el mundo, vivieron guerras, crearon familias y siguen saboreando la vida con un partido de dobles semanal en las pistas del Näutico de Vigo en Nigrán que rejuvenece
18 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Son historia viva de España y ejemplo de vitalidad. Vivieron guerras, posguerras, décadas de dictadura que dieron paso a otras tantas de democracia. Fueron jóvenes, mayores, son padres y abuelos; pero sobre todo encarnan una filosofía de vida que es ejemplo de energía, entusiasmo, dinamismo, brío o empuje antes las cuchilladas de la vida. También de salud, fortaleza, vivacidad o robustez. Pero sobre todo de buen humor para encarar cada mañana con una sonrisa. Lo escenifican cada domingo sobre las pistas de tenis del Club Náutico de Vigo, en Nigrán. Ellos se refieren al recinto como los Abetos, con la autoridad que les da haber visto crecer de la nada el recinto deportivo desde sus cimientos.
José Luis Villar, de 93 años, es el decano; le sigue Santiago Aubourg, de 92; Gerardo Comesaña, de 80 «y medio»; y Pedro Rey, de 76. Suman 341 años, cada uno con una historia que los domingos comparten, raqueta en mano, en lo que supone otro capítulo más de sus biografías. El brío de Villar va más allá de pelotear en Nigrán. Sigue al frente de la empresa familiar de peixe, viaja a Portugal por trabajo, conduce, no para. Sus inicios en el tenis evidencian la lenta progresión de este deporte en provincias. «Yo jugué un poco al fútbol, primero en el equipo de barrio de O Chao, con pelotas de trapo. Luego, al tenis en el hotel Samil, e íbamos al pabellón de As Travesas. No había otras pistas de tenis, hasta que un amigo me dijo: ‘‘Oye, José, unos vascos quieren fundar un club de tenis, y tal. Hay que pagar 60.000 pesetas. Yo respondo por ti, tú por otro, y así funciona''. Fue cuando se fundaron los Abetos», como se denominaba antes de que adquiriese el Real Club Náutico de Vigo las instalaciones de Nigrán.
Cuarenta años después de germinar aquel proyecto, Villar sigue moviéndose por sus pistas, a ambos lados de la red. Su hábitat natural en la pista se ubica al fondo, con golpes largos y precisos para desesperación de rivales y amigos.
Referirse a Santiago Aubourg como nonagenario es irreal, más allá de la fecha de nacimiento que recoge su DNI. Estudia ruso, viaja al extranjero por placer. Natural de Francia, se instaló en Vigo por un amor que duró seis décadas: «Debido a la edad y la falta de pulmones, prefiero jugar en dobles, y siempre en el fondo, mejor, así tengo tiempo de recuperar. El revés lo tengo muy flojo, antes jugaba más, ahora solamente el domingo. Eso sí, es intocable por los amigos, el ambiente, después tomamos la cervecita y todos contentos. Porque la amistad es importante, algo muy bonito y que siempre he valorado».
Gerardo Cameselle es el tercero por edad. Empezó a jugar en las instalaciones del Mercantil, «de autodidacta», y desde entonces no ha parado. En los inicios era muy difícil jugar al tenis en Vigo, pero me gustaba porque es un deporte individual, es una forma de hacer ejercicio y estás siempre dispuesto para sudar y ponerte en forma. Es algo que a mí me llena, he jugado al fútbol en playas, pero al final me decanté por jugar al tenis: lo veía mejor. Me entretenía, me molaba más».
El origen
Décadas después, Gerardo entró en contacto con el equipo de dobles que llama tanto la atención al resto de socios y jugadores que patean las instalaciones deportivas de Nigrán: «Viene de muy lejos, me hice socio del Náutico y estaba entre Mercantil y los Abetos cuando el Náutico compró los Abetos. Venía siempre por aquí a jugar, siempre, y al ver a esta gente que le gusta el tenis, pues me ofrecí a jugar con ellos. Echábamos bolas, entrenamos, peloteaba con Villar, peloteaba con Santi, y así empezó todo unos cinco o seis años atrás».
Gerardo se reconoce cómodo «en todas las posiciones» de la pista. «Ahora con mi edad me dedico más bien a la volea. Pero bueno, está de más que lo diga, pero lo que dicen los de fuera es que me muevo bastante bien, porque lesiones tuve, es un deporte propenso, pero por suerte no las he tenido de rodillas de momento, toca madera. He tenido algo del codo, pero he cambiado de jugar con una mano a jugar con dos, de revés». La afición y el bienestar que le genera el tenis, hacen que Gerardo, más allá de jugar los fines de semana con el resto del grupo, acuda diariamente a Nigrán para afinar ese revés a dos manos: «Juego todos los días una hora y cuarto, hora y media, y después cojo a mis nietos, a todos, y les echo bolas y los entreno. Eso es una otra satisfacción impagable».
Referirse a un hombre de 76 años como el benjamín de un grupo evidencia la longevidad del colectivo. Es la edad de Pedro Rey, el cuarto jugador de este equipo enamorado del tenis. Reniega de cualquier protagonismo al explicar quién es quién en la pandilla que suma 341 años peloteando, otorgando el merito a sus mayores. Rey verbaliza la síntesis emocional que le despierta su cita semanal, y que resulta extensible al resto de peloteros: «Más allá de lo que es la práctica del deporte, la salud, un hábito saludable, al final también hay una satisfacción de jugar con amigos, la amistad, que es, yo creo, lo más importante porque no se trata de competir, ganar ningún trofeo. Se trata de estar juntos, que es lo más importante, en realidad».