Apagar incendios desde el helicóptero: «Al atardecer, parece otro planeta»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

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MIGUEL VILLAR

La pilota e ingeniera técnica aeronáutica sofoca fuegos en el sur de Galicia desde las bases de O Campiño y A Merca; «llevamos a la brigada hasta el punto más cercano»

19 jul 2025 . Actualizado a las 23:28 h.

«El hidroavión va más rápido, pero nosotros podemos llegar más cerca del fuego». Abisai Carrascal (Valencia, 1979) es una de las pocas mujeres que pilotan helicópteros de extinción de incendios que hay en España. Desde el año 2021 vuela en Galicia una de las aeronaves Bell 412. Es un helicóptero de mediano tamaño que transporta una brigada de once bomberos forestales a las intervenciones más peligrosas, donde el fuego avanza sin control, en parajes aislados o muy cerca de las casas. Esta misma semana intervino en la extinción de un incendio en Vincios, Gondomar, donde las llamas avanzaban peligrosamente cerca de las viviendas. Cada verano alterna las guardias entre la base brigada forestal helitransportada de O Campiño, en Pontevedra, y la de A Merca, en Ourense.

Su trabajo en la extinción es de copilota. Tiene la misma formación que el piloto, pero con la misión de seguir sumando horas de vuelo para poder asumir la labor de comandante. A día de hoy, a ella le corresponde apoyar en la tarea de pilotar, pero también trazar rumbo y tomar decisiones en un contexto de riesgo, donde la seguridad es prioritaria. «Busco puntos de agua, ya sea un río, una balsa o un pantano y voy asistiendo al piloto al mando. Somos un apoyo a los medios de extinción que actúan desde tierra», explica la también ingeniera técnica aeronáutica, que es, además, responsable de calidad de mantenimiento en la empresa salmantina Airworks Helicopters, contratada por la Xunta de Galicia para la extinción desde el aire.

La misión empieza con una alerta a través de la emisora. Para la organización de la extinción, Galicia está dividida en cuadrículas. «Es mucho más sencillo que si nos dan un nombre de un municipio», explica la valenciana, que se asienta cada verano en el territorio minifundista gallego para cubrir la campaña estival. «Con la cuadrícula tenemos el rumbo y la distancia. Una vez llegamos al fuego, llevamos a la brigada lo más cerca posible del incendio y buscamos un punto de agua para cargar y descargar donde nos indican». Previamente hay que hacer reconocimiento del terreno.

Cada uno de estos helicópteros tiene una autonomía de dos horas y una limitación, la luz solar. De noche no hay intervención posible. «Volamos por referencia del terreno, sin luz no vemos las líneas ni los obstáculos. Nuestra misión es de orto a ocaso». Estas naves complementan la labor de las brigadas de tierra y los hidroaviones. «Tenemos la ventaja de que podemos llegar a cualquier sitio, dejar a la brigada en el punto seguro más cercano. Aterrizamos en el monte, en un cortafuegos o en un pasto».

Creció entre helicópteros. Su padre es mecánico de estas naves. En la foto, la primera vez que se subió a un helicóptero, tenía cuatro años. «Recuerdo que pensé que quería entender cómo funcionaban todos esos relojes».
Creció entre helicópteros. Su padre es mecánico de estas naves. En la foto, la primera vez que se subió a un helicóptero, tenía cuatro años. «Recuerdo que pensé que quería entender cómo funcionaban todos esos relojes».

La pilota lo define como un trabajo «dinámico». Los momentos de más tensión son los incendios próximos a las casas. «Desde arriba vemos a la gente con mangueras, con cubos... Recuerdo un incendio en la ría de Pontevedra en el que estaban ardiendo los eucaliptos al lado de las viviendas. En ese momento quieres hacerlo todo rápido, para evitar que el fuego les llegue». Desde arriba, los incendios son más impactantes, sobre todo los más grandes. «Si hay mucho humo se ve la columna más inclinada, si hay inversión térmica, se ve que el humo no sube. Se ve rojizo, marrón... Al atardecer, con la puesta de sol, parece otro planeta. La atmósfera cambia el color y se ve diferente. A veces, con la ventanilla abierta, notas la radiación del fuego», explica quien lleva años operando desde las alturas.

Su rumbo fue más un rodeo que un trayecto directo. Hija de un mecánico de helicópteros, tenía cuatro años cuando se subió por primera vez a una de estas naves. «Recuerdo que vi muchos relojes y pensé: ‘‘Tengo que entender cómo funcionan''». Ya quería ser pilota, pero le parecía un camino complicado y caro, así que decidió estudiar Ingeniería Técnica Aeronáutica. «Al terminar COU, tenías que meterte en un barco y marcar los atunes para poder hacer horas de vuelo. Por eso decidí hacer la carrera. Fue dura, pero aprendí mucho».

Los pilotos de extinción de incendios son profesionales escasos; ellas, mucho más. «Somos pocas mujeres porque la conciliación es complicada. En estas campañas pasas veinte días fuera de casa, salvo que vivas cerca de la base, que es lo raro. En una línea regular es más sencillo», analiza. Antes de volar, fue responsable de flota de otra empresa de helicópteros. Llegó a compaginar un trabajo para la empresa Airbus en horario de mañana con aviones y, de tarde, en helicópteros. En el 2015, cambió la normativa y entonces se planteó cumplir su sueño de volar. Compatibilizó la formación en vuelo con su trabajo de ingeniera a base de mucho esfuerzo. «A veces tienes que intentar ser pilota pura y centrarte en volar, pero cuando tienes una avería, la formación ayuda. Si cuidas el helicóptero, él te cuida a ti».

Su canción

Unstoppable, de Sía. «Esta es una canción muy energética y dinámica, además, la letra me gusta mucho. La descubrí cuando estaba aprendiendo a volar. En esa época, cuando iba al aeródromo, me la ponía para motivarme. Es una canción que me transmite mucho, por eso la he elegido», explica.