Un padre orgulloso y una hija impetuosa, la fórmula de la plata

MIGUEL SALGADO REBOREDA VIGO / LA VOZ

VIGO

CEDIDA

Pablo e Isabel Cabello logran el segundo puesto en el Mundial de Vaurien

23 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La familia Cabello Cañas respira deporte por los cuatro costados. El padre de la familia y uno de los artífices de la proeza náutica, Pablo, lleva toda su vida ligado a la vela en sus múltiples modalidades. Isabel, la menor de sus hijas y coprotagonista de la historia, juega durante la temporada en el Celta júnior y aprovecha los meses sin competición para cambiar la pista por el agua.

Desde que las niñas eran pequeñas, llevan acompañando a su padre en las diferentes competencias. «Recuerdo viajar con el barco y el carrito de los bebés y cambiar el pañal encima del barco», bromeaba Pablo. El tándem familiar, dentro de las diferentes clases que existen en la vela, participan en Vaurien, un tipo de embarcación caracterizado por no tener trapecio y por ser extremadamente táctica, al ser un diseño de los años 50.

Los entrenamientos de preparación para el campeonato, pese a que su hija es su compañera en la competición, no los realiza con ella entre septiembre y mayo. Compaginar el baloncesto y la vela es una tarea casi imposible, por lo que durante el curso, Pablo Cabello navega con Óscar Romero, «un tripulante muy generoso» por entender la situación de su hija y sin el que «no hubiera podido llegar alMundial», confiesa Cabello.

Otra pieza fundamental en los largos meses de entrenamiento fue David Fernández, quien le ayudó nada más terminar el anterior mundial, celebrado en Eslovaquia, donde lograron el bronce, a perfeccionar ciertos mecanismos y piezas del barco. «Me ayudó a hacer un nuevo timón y unas nuevas crucetas de carbono que me dieron unas décimas de velocidad muy necesarias en este campeonato», afirma.

Para llegar en las condiciones óptimas y aspirar a superar ese tercer puesto, la planificación comenzó nada más bajarse del podio en Eslovaquia. Fueron tres fases en total: preparar la embarcación, probar todo, e integrar todo con Isabel una vez finalizó el año con el Celta.

La 63ª edición del Mundial de la clase Vaurien se celebró en el Lago de Bracciano, treinta kilómetros al norte de Roma. Un lugar con fama de complicado y que cumplió con lo previsto. La experiencia y la veteranía del padre jugaron un papel muy importante en la adaptación a las adversidades del lago, sin embargo, Pablo Cabello tiene claro que sin la impulsividad e ímpetu juvenil de Isabel, no hubieran triunfado de la forma que lo hicieron.

Los cien pares de participantes navegaron doce mangas, entre las que solo se podía descartar un único resultado de cara a la clasificación final. De esta forma, entre el número tan alto de rivales y el poco margen de error, la concentración y la fortaleza mental jugaban un papel casi tan importante como el mecanismo de la embarcación. «Nuestro peor puesto fue un decimocuarto y cuando lo supimos teníamos claro que en la próxima manga teníamos que ganar o, por lo menos, superar a los nuestros», comenta Cabello.

La ruta final por la plata fue un camino lleno de incertidumbre y con una remontada entre medias. Al empezar las tres mangas del último día, los Cabello estaban en cuarta posición, tras competir y firmar una última manga maravillosa, destrozando a todos sus rivales directos, acabaron en el tercer cajón del podio. Después de las pertinentes reclamaciones de todos los equipos, y por carambolas de descalificaciones de terceros, ascendieron hasta la plata, un reconocimiento deportivo que solo acompañaba al orgullo y alegría de Pablo Cabello. «Mi objetivo ya estaba conseguido antes de competir. Mi meta era navegar con mi hija, disfrutar de todo con ella y hacerla crecer a ella. Fue un pequeño premio adicional», se sincera el mayor de los Cabello.

Compartir una afición con un hijo es uno de los sueños que todo padre tiene cuando les ven crecer. Compartir una pasión hasta convertirla, en cierta medida, en parte de la familia es el mayor de los éxitos. La medalla fue de plata, sin embargo, no hay metal que valga más que la vivencia que ni Pablo ni Isabel Cabello borrarán jamás de sus memorias y sus corazones.