Quemados, una herida para toda la vida

Bibiana Villaverde
Bibiana Villaverde VIGO / LA VOZ

VIGO

El bombero forestal Andrés Viaño
El bombero forestal Andrés Viaño ADRIÁN BAÚLDE

Una bañera, filtros especiales y una lucha contra las infecciones; así trabaja la unidad de Povisa

27 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En los primeros instantes, el bombero forestal Andrés Viaño no era consciente de que se estaba quemando. El 23 de septiembre del 2013 se encontraba en A Merca (Ourense), trabajando en la extinción de un incendio. El fuego lo cogió. «Unha vez que logras saír desa situación, dis: ‘‘Estou vivo’’. E pensas: ‘‘Como estou!’’», rememora en el programa Las voces de tu ciudad, de Radio Voz en Vigo. Era una sensación extraña. «É como se o calor viñera dende dentro para fóra», describe, «como se te estiveses cocendo». Se quemó las manos, la tráquea y la cara. El recuerdo de aquellas horas sigue muy vivo. «Ser un queimado implica vivir ou morrer», dice.

A Andrés Viaño lo trataron en la unidad de quemados del Hospital Ribera Povisa, la única del sur de Galicia. Estuvo veinte días ingresado. El centro sanitario privado vigués abrió la unidad en 1976 y ha atendido a cientos de personas, aunque cada vez son menos, fruto de la mejoría en las condiciones de seguridad en todos los ámbitos de la vida. En los 70 recibía 250 pacientes al año, pero ahora cada vez son menos. El año pasado fueron 50, el número más bajo de la serie histórica. Sigue siendo la unidad de referencia para los pacientes del área de Povisa. Los grandes quemados se tratan en el Chuac de A Coruña.

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En cuanto un paciente llega a urgencias de Povisa con quemaduras se desencadena una asistencia específica. Después del triaje inicial se pasa al paciente al box de críticos para proporcionarle los primeros cuidados. «El paciente siente dolor con la quemadura de primero y, sobre todo, de segundo grado profundo, pero las quemaduras de tercer grado son tan destructivas que queman hasta las terminaciones nerviosas», aclara el jefe de servicio de urgencias, Juan Carlos Fuego.

Si se sospecha que la vía aérea está afectada, dice el médico, el ingreso es directo. Es posible que al principio no se perciba, pero puede manifestarse en las horas siguientes y poner la vida en peligro. Es una de las complicaciones que más preocupan a los sanitarios.

Todo es muy delicado con el paciente quemado que ingresa en le hospital. La unidad de Povisa cuenta con una bañera en la que se sumerge a los enfermos para evaluar sus heridas y limpiarlas. Un elevador sube y baja la camilla dentro de la bañera y la alcachofa de ducha se convierte en una herramienta esencial para las enfermeras. «Damos una ducha con agua tibia en la que vamos a retirar la ropa y los restos para lavar bien las heridas, siempre a baja presión, para que no experimenten dolor», especifica la enfermera especialista de la unidad Sonia Barreiros. La ropa no debe quitarse antes de llegar al hospital. «Se retira el tejido muerto y se aplica pomada antibiótica», dice. Después, la piel se cubre con compresas estériles y un vendaje a baja presión, para no provocar inflamación.

Sonia Barreiros
Sonia Barreiros Cele Rodríguez

Esos primeros momentos, hasta que las heridas se cierran, son una carrera contra las infecciones, que son la principal amenaza. Todo está diseñado para generar un ambiente lo más aséptico posible. Los microorganismos se provienen con la pomada, pero también dejando las ventanas permanentemente cerradas y usando una climatización con filtros de alta eficacia. Las familias pueden acompañar a los pacientes ingresados (de 12.00 a 21.00 horas), pero deben vestir equipos de protección individual.

Las quemaduras se clasifican según su afectación. «Las de primer grado afectan a la epidermis, son como las que provoca el sol», explica Barreiros; «las de segundo grado pueden ser superficiales, que dejan el tejido rojo brillante, o profundas, más blanquecino y afectan al folículo piloso». Las peores son las de tercer grado, que «suelen ser traumáticas y requerir una cirugía o amputación».

«Las quemaduras no suelen ser uniformes», añade., Esto dificulta su cuidado. Muchas veces, tienen una evolución irregular. Les preocupan especialmente las que están en lugares especialmente sensibles, como la cara, el cuello, los genitales o los pliegues de la piel.

Juan Carlos Fuego y Margarita Arnaiz
Juan Carlos Fuego y Margarita Arnaiz Cele Rodríguez

«Cuanto mayor es la superficie quemada, mayor es la tasa de mortalidad», advierte la jefa de servicio de cirugía plástica y responsable de la unidad, Margarita Arnaiz. «Hay pacientes que llegan hablando a urgencias y 24 o 48 horas después mueren por la deshidratación y el colapso que provocan las quemaduras», asegura. Las quemaduras no solo los exponen a infecciones, sino que también provocan que los pacientes pierdan electrolitos y agua y que bajen sus defensas.

No es raro que algunos pacientes necesiten 10 o 15 intervenciones durante su ingreso. Se deben espaciar durante al menos una semana. En esas operaciones, se extirpa piel sana de zonas no quemadas del propio paciente y con estos injertos se cubren las quemaduras con piel sana. «Consiste en sacar una capa superficial y ponerla en la zona quemada, tras sacar el tejido quemado, que se ha muerte», expone la jefa de la unidad, «a veces se pone una lámina que cubre la zona y otras hay que expandirla para cubrir un área más amplia, si queda poca piel».

Cuando la mayor parte del cuerpo está herido, hay que acudir a bancos de piel. La genética determina si la cicatrización será mejor o peor.

El buen hacer médico puede salvar vidas, pero las secuelas son otra cosa. Doce años después, Andrés Viaño, el bombero, tiene hipersensibilidad en las manos y no puede tomar nada caliente porque le arde la garganta. Bebe el café frío y a la sopa le echa agua.

Y luego está la cabeza. «Cando recordo a situación dáme gana de chorar», reconoce, emocionado. Porque un quemado lo es para siempre. «Tanto lume...», reflexiona Andrés, «e ti es só un punto no universo».