Con un sistema público de salud mental desbordado, las trabajadoras sociales Alicia Román y Sandra Lorenzo atienden gratis a menores y familias con ingresos: «Nos remiten pacientes desde el Cunqueiro»
02 nov 2025 . Actualizado a las 00:57 h.9 meses. El tiempo que dura un embarazo es lo que le cuesta a un paciente del Sergas acceder a la primera consulta de un psicólogo dentro del sistema sanitario público en Vigo. Arnela Gabinete nació para ofrecer apoyo a familias y jóvenes que no pueden esperar ni pagar gabinetes privados en los que también hay lista de espera. Alicia Román y Sandra Lorenzo gestaron este proyecto tras coincidir como educadoras sociales en centros de protección de menores. En el último año han atendido a un centenar de casos de forma gratuita. «Hasta ahora tuvimos financiación gracias a La Caixa y la Diputación. Ahora ya no, pero seguimos llevando los casos y asumiendo otros nuevos», aclara Alicia Román, psicopedagoga.
Juntas crearon una cooperativa sin ánimo de lucro para que los ingresos que obtenían de la consulta de pago financiasen el programa Bienquerer, la joya de la corona de estas profesionales. En Arnela no se distingue quién paga y quién no, todos reciben la misma atención. Los que pueden abonar el coste de la terapia, lo asumen. Los que no, son atendidos de forma gratuita. «Nosotros no pedimos nómina, nos fiamos de las personas y la experiencia nos dice que no nos equivocamos. Quien pide asistencia gratis es porque lo necesita», aclaran.
En este gabinete no se atiende a personas sin ingresos sino a familias con nóminas y salarios que no les alcanzan para ir a terapia, aún necesitándola. «Es algo caro y se está convirtiendo en un privilegio para unos pocos que la pueden pagar. Las personas sin ingresos tienen algunos programas específicos para apoyo emocional, pero hay mucha gente que tiene un trabajo e ingresos y que se queda en un limbo», explica Sandra, especializada en terapia infantojuvenil.
Los casos le llegan por la puerta, pero también vienen de la mano de organizaciones que conocen el recurso como Foanpas (Federación Olívica de Anpas), Alborada o desde el sistema sanitario público. «Nos ha llegado algún caso desde las trabajadoras sociales del Cunqueiro. Conocen el recurso y nos recomiendan cuando la persona lo necesita y no lo puede pagar. En el sistema público habría que cuadriplicar el número de profesionales de salud mental», reivindican.
Arnela es una cooperativa sin ánimo de lucro de la que también forma parte Guadalupe Freire, diplomada en Magisterio. Para pagar facturas y recibos, además de las consultas privadas, dan formación en centros educativos y empresas. También acuden a mercadillos los fines de semana y están ya con la venta de lotería de Navidad para conseguir fondos para apoyar el programa. «Hace poco uno de los usuarios de Bienquerer me dijo que cuando llegó a la terapia tenían pensamientos suicidas. Tiene patología bipolar diagnosticada y tratada, pero no tomaba el tratamiento. Ordenando su vida y con la consulta cada 15 días ha mejorado mucho. Hay que seguir prestando el servicio», explica Alicia. Aunque sea a costa de su sacrificio personal.
Los menores, su vocación
Arnela y el programa Bienquerer nacieron en un piso de protección de menores. Allí se conocieron hace 17 años estas profesionales que, llegado un momento, decidieron crear su propio proyecto. «Nos une que estamos enamoradas de esta profesión que es dura pero también muy bonita. Quisimos seguir a nuestra manera», explica Alicia. «Creemos firmemente en una sociedad que se acompaña, que es una tribu, que se apoya y hace red. Eso lo mantenemos», aclara Sandra. Han trabajado con chicos emocionalmente muy dañados y vulnerables. Han salido a buscar a jóvenes fugadas que acabaron en pisos donde abusaron de ellas y también han visto como muchos crecían y formaban su propia familia. «Hay muchas cosas que cambiar también ahí. Los chavales a los 18 años quedan en la calle y sin apoyos. Son niños y tenemos la responsabilidad todos de darles oportunidades», reivindican.
Esa vocación hace que sigan ofreciendo terapia gratis a las familias que no pueden costearla. «Tenemos también psicología, pero nosotros trabajamos más desde la modificación de la conducta, desde el trabajo social. Planteamos objetivos y hacemos seguimiento. Mucha gente solo necesita que le ordenes su forma de vivir». El trabajo con las familias se plantea con todos los miembros de la unidad familiar y acercándose a los menores a través del juego. «Aunque la mejoría depende en mayor medida de lo que hagan los padres», aclaran.
Al primer chaval que atendieron en el gabinete le regalaron un ordenador. No les cuesta decir que también han acompañado a personas al médico o a citas con la Administración. «Nos planteamos si eso es profesional, pero creemos que hay que generar red en una sociedad cada vez más individualista. En el centro crecimos viendo las necesidades sociales y decidimos darle una respuesta con nuestras herramientas». Dentro del caos, ofrecen una parada, un hombro en el que apoyarse.
Su canción favorita
«Resistiré». «Es lo que nos decimos a nosotras mismas. Trabajar en el ámbito social quema bastante, pero tenemos la convicción de que, aunque sea duro, es precioso. Podemos doblarnos como juntos, pero no rompernos. Si alguien quiere contratarnos, estamos encantadas, con lo que ganamos, financiamos el programa».