El último ataque militar a las antiguas murallas de Vigo se produjo en 1843

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO

La ciudad se había sublevado contra el Gobierno para apoyar al expulsado general liberal Baldomero Espartero

03 nov 2025 . Actualizado a las 14:54 h.

En 1843 fue la última vez que hubo una acción bélica contra las antiguas murallas de Vigo. «La liberal Vigo se pronunció en favor de la junta central y toda Galicia la seguirá», se leía en Eco del Comercio. El periódico se refería al 23 de octubre de 1843. La Milicia Nacional de Vigo se rebeló contra el Gobierno, presidido por Joaquín María López. La España de entonces era inestable y el pronunciamiento militar, una fórmula valida para alcanzar cambios políticos. Meses antes, otro pronunciamiento había echado al general Espartero de la Regencia de España, máxima figura del progresismo que, por sus maneras dictatoriales, fue expulsado mediante una alianza de moderados y liberales. El Gobierno trató de realizar cambios, como adelantar la mayoría de edad de Isabel II, lo que no gustó a los liberales por lo que comenzaron a fraguarse nuevos pronunciamientos dirigidos por Espartero desde Londres.

A las ocho de la tarde del 22 de octubre, el gobernador militar de Vigo, Miguel González del Valle, ordenó a las tropas del batallón de Zamora que recorrieran las calles intramuros de la ciudad para arrestar a cualquier persona armada. Al mismo tiempo decretó el cierre de las puertas. Fuera, en el Areal, se concentraron los miembros de la Milicia Nacional de Vigo bajo el mando del exalcalde Ramón Buch. Otro grupo se situó en San Roque. Al día siguiente, dentro de las murallas, un grupo de nacionales trató de ocupar la casa consistorial. Hubo un tiroteo con algunos soldados del batallón provincial de Lugo, resultando herido un coronel. A las cuatro de la tarde, al grito de «Viva la central», se lanzaron los milicianos vigueses al asalto de las puertas de A Gamboa, A Laxe y Sol. Como había ocurrido 34 años antes, las hachas hicieron astillas los portalones y los asaltantes accedieron al interior de la ciudad. Algunos soldados defensores se pasaron a sus filas, mientras que el resto se atrincheró en los castillo de San Sebastián y Castro. Su resistencia no duró demasiado tiempo.

El 26 de octubre, el capitán general de Galicia, Francisco Puig Samper, declaraba el estado de guerra en toda la provincia de Pontevedra. Al mismo tiempo, nombra a Fernando Cotoner comandante general para las operaciones contra la ciudad. Dentro de la ciudad se constituyó la junta republicana-esparterista presidida por Ramón Buch y compuesta por Molíns, Fernández Caballero, Gallegos y Tortano, y como suplente, el capitán del batallón de Lugo, Mella. La junta proclamó la Regencia de Espartero y encarceló al alcalde, el marqués de Valladares, y al segundo alcalde, Manuel Quirós, entre otras personas.

Cerca de Vigo desembarcó el mariscal de campo Martín José Iriarte, que trae armas y dinero del exilio esparterista. Estas tropas atacaron el castillo de Baiona, fiel al Gobierno, pero fueron rechazadas. Al mismo tiempo, otra columna trató de levantar otras poblaciones, pero sin éxito. Vigo estaba sola y el ejército de Cotoner amenazaba la ciudad. Fernando Cotoner lanzó sus tropas contras las murallas el 28 de octubre, pero fue rechazado. Los gubernamentales tuvieron graves pérdidas que obligaron al militar a pedir refuerzos. La ausencia de otros levantamientos en Galicia y la derrota de las ciudades que lo habían intentado provocaron cierta desilusión en la tropa viguesa.

A comienzos de noviembre, Cotoner y sus tropas iniciaron el cerco, aunque logró escapar el general Iriarte y un grupo de soldados con el objetivo de tratar de levantar Ourense, pero, al no conseguirlo, huyó a Portugal. El 6 de noviembre, a las ocho de la tarde, estos rebeldes entraron en Melgaço y entregaron sus armas a los soldados portugueses. Al mismo tiempo, cuatro mil soldados rodearon Vigo. La situación era insostenible. Los cabecillas de la revuelta llegan a un acuerdo con el anterior alcalde, el marqués de Valladares. Acordaron entregar la ciudad, pero antes escaparán. Ocurrirá durante la madrugada del 11 de noviembre. Un vapor inglés lleva al exilio a los miembros de la junta viguesa.

Por la mañana, las tropas sitiadoras entran en Vigo. «En este momento, que son las diez de la mañana, ondea el pabellón nacional en el Castro y sobre los fuertes de la plaza de Vigo», escribe Cotoner al ministro de la Guerra. Dice que los enemigos «temiendo los desastres de un penoso sitio y de una forzosa ocupación» huyeron de madrugada, dejando al frente de la ciudad al marqués de Valladares. La milicia fue desarmada y la prudencia de Cotoner impidió que hubiese represalias «como querían todos los curas», según señalaba Eco del Comercio.