30 familias de O Baixo Miño obtienen alimento cada día a través del trueque

Monica Torres
mónica torres A GUARDA / LA VOZ

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M.MORALEJO

Conrazones canjea productos de segunda mano por 38.000 euros en comida al año

02 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El intercambio de bienes materiales o de servicios sin que intermedie el dinero líquido resurge siempre en tiempo de crisis. La experiencia de Conrazones evidencia que esta práctica, que se remonta al Neolítico, mantiene su vigencia. Los excedentes de las todas las personas que participan en su proyecto permiten, a día de hoy, que una treintena de familias de O Baixo Miño puedan ganarse su jornal diario.

«Nosotros apostamos por la dignidad sobre la caridad», apunta José Antonio Piño Gómez. Al presidente de este colectivo de A Guarda, que hace cuatro años lanzó tímidamente su iniciativa, todos lo conocen como Piño. «Nosotros no aceptamos ni subvenciones, ni siquiera donaciones de los bancos de alimentos», explica. No es soberbia. «Consideramos que se puede vivir así, de una manera alternativa y sin ayuda institucional», dice Piño.

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Siguiendo esta filosofía desde hace cuatro años han conseguido que numerosas personas puedan paliar la crisis con mucho trabajo. El año pasado cerraron el ejercicio con unos 38.000 euros, que se canjean directamente por alimentos para las familias que lo necesiten.

Además de la tienda de trueque, disponen de huertas solidarias y saludables, y realizan mercadillos. «Si vas a trabajar a la finca tres días a la semana, ganas otros tantos vales; si un día llevas un mueble a domicilio, consigues otro vale, en función de las horas de ocupación». Así es la jornada laboral de las familias que trabajan con ellos por trueques. Los sábados se canjean. Es como en cualquier supermercado, los vales suelen ser de 20 euros cada uno, así que se intercambian directamente por leche, aceite, pescado, carne o cualquier otro producto que se pueda necesitar. Aquí nadie regala nada, todos se ganan su sustento. De lunes a viernes, la tienda abre en horario de 11.00 a 13.00 horas y de 16.00 a 17.00 horas. En su establecimiento tienen todo tipo de productos, donados por personas que ya no los utilizan.

Ellos los ponen a la venta, pero el pago se produce en especie. Una mesa puede costar 10 euros en carne y una cama, 30 en merluza. «Lo que más se vende son los y muebles (especialmente colchones) camas y libros», indica Piño. Hay un repunte tanto de usuarios como de beneficiarios «porque a la gente joven le gusta hacerse con cosas de segunda mano a buen precio y se puede amueblar un piso de alquiler entero por 250 euros de alimentos», confirma el presidente de la asociación.

Del otro lado están los usuarios. «Y también hay un pico. Aunque empezamos con 93 familias en el 2014, las necesidades fueron descendiendo hasta que este año, con la llegada de emigrantes, se rompió la tendencia y subimos a 30, cinco de ellas extranjeras», explica Piño. Tienen dos huertas que suman 2.000 metros cuadrados en terrenos cedidos por vecinos porque estaban en desuso. De allí salen las verduras y tubérculos. Acaban de recoger 3.000 kilos de patatas y ya los reparten. Las 22 «gallinas solidarias» les surten de huevos y en la tienda se prioriza el trueque por alimentos frescos «porque necesitamos más proteínas». Restauradores del área les enseñan a elaborar platos saludables.