«Pensamos que el incendio sería peor que el del 2017»

Pedro Rodríguez
Pedro Rodríguez AS NEVES / LA VOZ

AS NEVES

Los vecinos de Abelleira, en As Neves, respiran tras el miedo a perder sus casas por el incendio

09 ago 2025 . Actualizado a las 11:53 h.

«Non se podía ver nada. Estaba todo cheo de fume. Foi horible... Pensamos que o lume ía chegar as casas», dice una vecina de Abelleira (As Neves) que prefiere no dar su nombre. «Nunca se sabe. Mellor non poñer quen son», continúa mientras camina entre la maleza con un sacho en la espalda. El monte está calcinado a su alrededor. Todavía sale humo de la tierra y de la madera. Cerca de las últimas casas, Juan, otro vecino, remueve el suelo para que no se reactive el incendio. Todavía sale alguna llama en varias zonas. Él y la mujer los apagan todos con sus sachos.

«Se chega a avanzar por aí», señala una finca con maleza que supera la altura de una persona, «arden todas as casas», sostiene Juan. Los vecinos llevaban meses preocupados. Sabían que eso podía pasar. Juan y Severino, otro vecino que nació en Abelleira, pero que vive en Madrid, fueron hace unas semanas al Concello de As Neves para reclamar que limpiaran unas fincas «que metían medo». No sirvió de nada. «Nos dijeron que podíamos pagar nosotros la factura a la empresa de limpieza y que, luego, se la pasáramos a unos dueños que no sabemos quienes son», dice Severino, indignado. La finca a la que se refería Juan es de unas personas que viven en Argentina. Hace años que les perdieron la pista.

Juan remueve la tierra con su sacho para que no se reactive el fuego
Juan remueve la tierra con su sacho para que no se reactive el fuego Pedro Rodríguez

«Pensamos que sería peor que en 2017», continúa Juan. Aquel mes de octubre el fuego calcinó más de 5.000 hectáreas en As Neves. «Llegó a nuestra casa», continúa. Las llamas se cebaron en su finca y en el quiosco de su mujer, el que llevaba todos los veranos a Samil para ganarse la vida. Se enteraron tarde de que el incendio afectaba a su hogar. Estaban en un entierro y fueron a Abelleira tan pronto como pudieron. Al llegar, el quiosco ya ardía. Juan trato de apagarlo con todo lo que tenía a mano, pero ya era tarde. «Estiven tres días ingresado por inhalación de fume», recuerda.

En la tarde del jueves tampoco paró de trabajar. La Guardia Civil los quería desalojar, pero ni él ni su mujer se fueron de allí. «É todo o que temos», insiste. Ellos y otro vecino son los únicos que viven todo el año en Abelleira. «Cando nós non estemos, isto vai ser un deserto», lamentan. El último año han fallecido cuatro vecinos. De uno de ellos era un Renault 5 que ardió por completo. «O seu fillo ía vir de Madrid a por él. Era un coche bo e co que ata participaron en carreiras», explica Sinda, la mujer de Severino. Ellos nacieron allí, pero tuvieron que migrar para ganarse el pan. «A ver canto lle cubre o seguro», lamentan. El coche estaba en el arcén de una carretera que el fuego salto sin dificultada. «Como la autovía», dice Severino. Muy cerca de Abelleira, entre los árboles, se puede ver la A-52. El incendio también saltó a ambos lados.

Juan en la tarde del incendio
Juan en la tarde del incendio CELE RODRIGUEZ

«A verdade é que todas as persoas que viñeron traballar aquí fixérono xenial. Foron as que nos salvaron», dice la vecina, que sigue con el sacho en mano. Ella lleva toda la vida en Abelleira. Paseando por la aldea va señalando las casas que se han quedado vacías. Algunas se utilizan como almacenes. En la que vivió su madre se guarda madera para el invierno. «Menos mal que non chegou o lume aquí. Tería ardido todo», recuerda. Hay otras edificaciones caídas y en una un coche se descubre entre la maleza. Lo dejó allí un antiguo vecino y nunca volvió a por él. Años sin limpiar la vegetación lo han tapado casi por completo. Solo se distingue la matrícula. «E todavía ten gasolina. Se ardía xa a tiñamos feita», insiste. Ella y Juan coinciden en que alguien debería actuar para evitar este polvorín.

Muy cerca de ahí viven Pilar con sus dos hijas, su madre y su abuela de 83 años. Todas son de Madrid. Veranean en la que fue la casa paterna. «Mis hijas estaban en la piscina cuando vimos el fuego», recuerda. Estaba muy cerca de su casa. «Fuimos corriendo a por las pequeñas y a por la abuela. Nos fuimos de casa. Teníamos mucho miedo», recuerda emocionada. Sus hijas se fueron a dormir a Ponteareas sin entender lo qué estaba pasando. Pilar coincide con los demás vecinos. «No puede haber fincas como esta, que parece un bosque, al lado de las casas. El ayuntamiento o quien sea tiene que hacer algo», continúa. Su abuela ayer llenaba calderos de agua para vaciarlos en la finca trasera de la vivienda. «Mira como está el suelo. Todo quemado», dice. Tras el cierre de su parcela, los esqueletos de eucaliptos tapan la vista. «Hay un montón. Son un problema», dicen varios vecinos.

Severino y Sinda en su finca
Severino y Sinda en su finca Pedro Rodríguez

En la casa de Severino y Sinda también entró el fuego. «Nos salvo tener la finca limpia y recién regada», cuenta. Muchos vecinos la utilizaron ayer para guardar allí sus coches del fuego. En los caminos, como pasó con el Renault 5, no estaban a salvo. Su nieto ayer también limpiaba la ceniza de sus zapatillas deportivas con un cepillo. «Nosotros tampoco nos fuimos cuando nos lo pidió la Guardia Civil», cuenta.

Ayer, en Abelleira todos respiraban tras el susto. Saben que tuvieron «suerte» y que, «si el viento viniera en otra dirección, podrían haber ardido algunas casas». Además, la mayoría coincidía en que en el incendio «fue provocado 100 %». Medio Rural no ha confirmado todavía la causa. Por la mañana, aunque todavía no tenían luz, el incendio ya había sido estabilizado. Lo mismo que el de Salceda, que amenazó también a las viviendas y que se controló ayer.