Artistas de Lalín que dejaron pegada en los cafés de Vigo

Manuel Estévez

VIGO CIUDAD

05 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Los cafés, tuvieron mucha relación con los creadores, fueran músicos, pintores, escritores, poetas. La generación del 98, con Pio Baroja, Azorín, Unamuno, Machado, Albéniz, entre otros. En el Gijón madrileño, inolvidables Umbral y gallegos de tierras luguesas que ya no están, Oroza, Grandío, Novoneyra.

Santiago de Compostela, reunía a Valle Inclán, Rafael Dieste, Luis Seoane, igualmente Carlos Maside, lo mismo que ocurría en el «Eironciño dos Cabaleiros», corazón de Ourense, en la década de los sesenta, en «O Volter» o Bar de Tucho con los «artístiñas», alrededor de Vicente Risco.

Inolvidables Virxilio, Quessada, José Luis de Dios, Arturo Baltar, X. Pousa o Vidal Souto, que nos acaba de dejar. Acisclo, Buciños y más. Cuando llegaban a Vigo, sus pasos hacia el Derby, que fundara Albino Mallo, mas tarde, se llamó Imperial.

Existió El Goya. Continúa el Bar Eligio, ya remozado que viene de popularizar Domingo Villar en su «Último barco» a través del inspector Leo Caldas, asiduo a la tasca del tabernero de Gomariz, esa tierra, donde los monjes de San Clodio, de la Orden de San Benito, introdujeron el cultivo de la vid, zona en la que en tiempos aún recientes, el cineasta que tampoco está entre nosotros, José Luis Cuerda, creó su bodega. En pie, Casa Roucos, en la Calle Santa Marta, inmediaciones del Berbés, pegado al convento de San Francisco, del que ya no queda nada del pasado y con certeza ocurrirá con la casa de Comidas, donde se instalara aquel otro matrimonio procedentes del Ribeiro de Avia, inolvidables, él, Sem de Cenlle; ella, Adela de San Amaro. Algunas madrugadas podría estar Alexandro, pintor ourensano o los de comarca del Deza y Lalín, Antón Lamazares o aquellos que tampoco están, Laxeiro, Paco Lareo, Antonio Taboada «Willy», Alfonso Sucasas, mismo el hombre de confianza de José Otero Abeledo, Antonio Costa, amante del dominó. De cuando en vez, uno de los grandes de Carballo, que se asentara en la ciudad olívica, Xosé Guillermo, de quien se puede contemplar algún retrato, realizado en una de las noches de inspiración, en el rincón bohemio, al dueño del local. Otrora no faltaba, Conde Corbal y Lemos, este último sigue entrando igual que los ourensanos, el de Amoeiro, Antón Pulido y el inseparable editor, Bieito Ledo, nacido en Padroso de Xunqueira de Ambía, uno y otro, Vigueses Distinguidos, el primero en la búsqueda de las filloas o a veces el escritor Méndez Ferrín. En las paredes se puede leer algún poema escrito por Bernardino Graña, escrito otrora, inspirado en el ambiente tabernario.

Músicos y artistas de fama que llegaban desde la capital de España, para subir al escenario en el Nova Olimpia, guiados por Gerardo Rodríguez, cliente de la taberna y días recientes al anochecer, se podían escuchar voces femeninas, inspiradas en la soledad, la nostalgia y los balanceos de los barcos sobre el agua, el fado.

El último bohemio de la ciudad Secundino Diz, entra alguna que otra vez. Su parada obligatoria es Nuevo Derby, regentado por Eusebio Prado, chantadino de Mariz y un cuarto de siglo detrás de la barra. Situado en la céntrica calle Urzaiz, numero 21, además de las excelentes recetas, regadas con caldos tintos de su propia cosecha, cepas de los bancales de la Ribeira Sacra, embotellados en la Bodega Fontao de Belesar, a orillas del Camino de Invierno, el que pasa por Lalín y otras tierras del Deza, a los que el poeta pintor le cantó: «El Sil se hace galaico/ buscando al padre Miño/ para abrazarse en Peares/ y hacer juntos Camino./ Entre bancales y cenobios/ donde sois sacro ríos/ dais latido al vino/ en meandros escondidos./ Mans-ana mencía/ sangre sacra que cautiva/ en grata compañía/ el alma y cuerpo cultiva/ Es melodía el brindis/ en las copas que se alzan/ mientras se visten de gala/ las cepas que os abrazan/ Hay que volver a brindar/ el paso de Belesar/ donde reside el sosiego/ y un remanso de paz».

Inspiración diziana, el mismo autor que firma los cuadros que cuelgan en las paredes del local, presidiendo la Sala-Comedor, un retrato del bodeguero, ataviado con capa de la Hemandad de los Vinos Gallegos y la Catedral de Santiago, detrás. Los que se sientan a la mesa, tienen cerca obras salidas del estudio del pintor nonagenario, el mismo que cuenta que lo fabricaron en Vigo, con cuna en el país vasco y registro en Crecente, asiduo a la terraza. Autor de las pinturas «Del mar a la mesa», «Recetas de nuestros Restaurantes» o telas con el enclave natural, ladeando el padre de los ríos ya por tierras de Ourense, «Casa con viñedos», «Bodega», «Embarcación», «Molino» y recientes incorporaciones, «Dolor de la tragedia», dedicada a Rosalía de Castro o «El espejo de Venus». Un lujo.