«He sido muy libre, pero también la consentida»

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ELI GOROSTEGI

Un buen día dijo que quería tomarse la interpretación en serio y tan en serio fue que ya tiene tres pelis en la manga, una de ellas «El hombre de la mil caras». Alba es así: la vida le va rápido. Modelo de éxito, con solo 26 años, nada le pone nerviosa. Es adicta a los tatuajes, tiene 27, le gusta «El Principito» y su frase más repetida es: «No hay fallo»

22 oct 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

Alba Galocha (Pontevedra, 1990) no cumple ningún tópico, tampoco el de la modelo que guarda las distancias. Habla por los codos, contesta a todo sin pelos en la lengua y con claridad. No le gusta la etiqueta de «it girl», por aquello de que para ella representaría algo así como un símbolo. Más a lo Patti Smith y no a lo Alexa Chung. «¿Cómo le voy a llamar it girl a Patti Smith?», ironiza. Se confiesa responsable, sin ser la niña de notazas en la clase, y tiene en sus hermanos mayores el auténtico referente: «Mi casa es lo que me mantiene con los pies en la tierra». Galicia la echa de menos constantemente, y París le gusta de lejos: «Para vivir es un horror, es muy fría». Ahora su núcleo duro lo tiene en Madrid, donde ha peleado por hacerse un hueco en el cine; un sueño cumplido en el que desea vivir intensamente. ¿Cuál es la cara oculta de Alba? «Mi mal humor. Lo reprimo mucho».

-Es tu primer contacto con el cine y ya estás en una de las pelis del año. ¿Tienes siempre esa intuición?

-No, la verdad es que en estos casos no depende de mí. No fue mi intuición, sino la de ellos. Pero tuve suerte, fue cuestión de estar en el momento y en el lugar indicado.

-¿Te llegó todo de sopetón?

-Sí, llevaba tiempo dándole vueltas a la interpretación, y después de estar dos años en París, el segundo fue como: «Vale, quiero cambiar esto». La historia fue esa, que me vine a Madrid en abril del año pasado y le dije a mi booker: «Quiero tomarme la interpretación en serio. Hablé con mi representante, me mandó a unas pruebas de cásting a Plan de fuga, allí me dijeron que si quería me probaban para otra peli, porque tenían reunión por la tarde. Me dieron las separatas de El hombre de las mil caras, hice el cásting en diez minutos y a los dos días me llamaron: que estaba en la película. Y a la semana, que estaba en la otra. Fue muy rápido, en mi primer cásting ya tenía dos películas [risas].

-Vaya carambola. No te pones nerviosa.

-Yo creo que el hecho de que no me pusiera nerviosa, de que fuese tranquila, a ver qué pasa, me ayudó. Tengo que decir que las chicas del cásting son supersimpáticas, y yo, acostumbrada a los cástings de modelo, en los que prácticamente no hablan contigo, llegué allí y las vi tan guais, tan simpáticas, que me relajé. Fue el juego de dejarse llevar. No iba con expectativas y eso favoreció.

-¿Por qué ese giro? Te pudo eso de que las modelos cumplen años.

-Yo creo que eso siempre está ahí. Recuerdo que cuando yo empecé mi padre me decía: «Vale, tú trabaja, pero termina tus estudios y ten claro qué quieres hacer porque esto no va a durar». Y yo sé que podría seguir trabajando de modelo muchos años. Pero llega un momento que buscas algo más. Y creo que gracias a haber trabajado como modelo, cambiándome de ropa constantemente, te conviertes en otra persona y me di cuenta de que había más que contar en ese otro personaje que haces para la foto. Hice cursos, fashion films, y perdí el miedo a la cámara.

-Tú has dicho de ti misma: «Soy muy alma vieja». ¿Eres tan responsable?

-No excesivamente responsable, nunca fui una niña de notazas, pero mis padres siempre me han dado mucha libertad, así que tengo claro lo que me gusta y lo que no.

  -Tienes dos hermanos mayores, ¿has sido la consentida?

-Yo creo que todos fuimos muy libres, pero sí he sido la más consentida. No tengo ninguna prima, en Navidad era la única niña, entonces siempre fui la niña de papá, la niña del abuelo...

 -Han aplaudido tu interpretación.

-En general, todo el mundo se lo ha creído mucho. Me hizo gracia el otro día mi cuñada en San Sebastián que me dijo: «Hay un momento en la película que es como ‘Tía, lárgate de ahí’». Y yo no había pensado en lo que podía sentir la gente al verme. Que mi cuñada me dijese que le había provocado eso en la película es lo más bonito que me han podido decir. Fue como: «Jo, qué guay».

  

-Haces de la sobrina de Paesa.

-Soy la aprendiz, él le paga la carrera de Derecho, y hay un momento en que digamos que él le compra a su hermana su hija. El sueño de ella es decirle a su tío: «Mira, yo sé jugar a tu juego».

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 -Tú creces en los años noventa, cuando sucede todo esto. ¿Hablaste mucho de esto en casa? ¿Te documentaste?

-Sí, realmente el director lo dice mucho. Antes no estábamos tan familiarizados con el vocabulario de la corrupción, pero hoy en día sabemos lo de las off shore, los paraísos fiscales, así que lo tienes muy presente y es muy fácil. Hoy no necesitamos mirar el diccionario, pero de la peli a la realidad hay un trecho, todo está ficcionado, no se sabe la historia real.

  

-Si tuviéramos que descubrir la cara más oculta de ti, ¿cuál sería?

-Yo creo que mi mal humor. Es algo que reprimo.

 -¿Y qué te pone de mal humor?

-La incompetencia.

 -Has viajado desde muy joven, quizás eso te ha dado una rapidez, una madurez para enfrentarte a la vida que otras personas no tienen.

-Es verdad que la gente que viaja mucho crece porque no le queda otro remedio. Cuando yo estuve en Tokio tenía 23 años y las niñas que estaban conmigo debían de tener 18 o 20, y las escuchabas hablar y flipabas. Trabajas con gente más mayor, no es como si estás en la universidad.

-Cuando entraste en el cine o en la moda ¿qué fue lo que más te llamó la atención?

-El cine es mucho trabajo, pero creo que eso ya lo sabía. Ya había ido a rodajes, es verdad que muchas veces no vas con el tiempo suficiente, pero bueno, en general, como trabajamos para El hombre de las mil caras podría trabajar así toda la vida. En cuanto a la moda, depende del lugar donde estés trabajando, pero sí hay una falta de relaciones personales. Eso es porque estuve dos años en París hace nada y allí todo el mundo es más frío. Hay soledad.

 

 -Desde fuera siempre hay un halo de vanidad, como si todo girase alrededor de las modelos.

-En la moda funciona mucho el ego, pero en el cine no. Nos relacionamos todos con todos, comes con los técnicos, el productor, quieras que no es diferente. En la moda, en París sobre todo, es otra cosa.

-¡Le has cogido manía a París! [Risas]

-Sí, bueno, la ciudad me encanta, pero para vivir es muy dura, muy triste y muy solitaria. Para ir de visita me flipa, y mis mejores amigos viven allí.

 

-Estás a punto de estrenar «No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas». ¿Has hecho mucho el bobo?

-Soy de las que pienso que de los errores es de lo que más se aprende. Quizás lo más tonto es hacer planes, comprar billetes de avión, que al final acabo perdiendo. En julio iba a irme a París, a Nápoles, a Ámsterdam y tuve que cancelar todo. Ya no hago un plan.

-En ese mundo de locura, ¿qué te sostiene en la tierra?

-Mi familia, mi casa. Tengo a mis dos gatos, mi casa es mi sitio de tranquilidad. Mi hermano vive a cuatro manzanas y mi madre a 40 minutos andando, mi tía, mis primos. Necesito ese arraigo e ir a Galicia. En verano estuve allí y fue un poco como volver a lo que éramos.

 -¿Te comparas con tus amigas y piensas cómo sería tu vida si te hubieras quedado aquí?

-Una es arquitecta, otra odontóloga... ¡Uf! Qué va. ¿Estamos locos? Sí envidio la tranquilidad de las ciudades, aún no me acostumbro a respirar asfalto, y sobre todo en Madrid cuando hace calor: ¡con lo bien que estaba yo en el mar!

  

-Tengo entendido que tienes 25 tatuajes. ¿Esa locura?

-Sí, 25 o 27. Desde pequeña me gustan. El primero me lo hice a los 15 años y fui siguiendo. Todos tienen una historia, ahora son pequeños y se tapan fácilmente. El que más me gusta es uno que me hizo mi hermano mayor que pone «Non deixes que os monstros que te rodean te atrapen nin te cambien».

  

-¿Y te han cambiado mucho?

-La verdad es que no.

 -Tu frase más repetida es: «No hay fallo». ¿Cumples lo que dices?

-Sí, sí, menos cuando hago planes [risas].

-Te gusta el cine de Wes Anderson.

-Sí, me gusta mucho, pero a quién no con lo bonito que es.

 -Sueñas en el cine en ir a más. ¿Te ves ahí?

-Realmente no es algo que sea como «eso es lo que quiero hacer», pero si se presenta, cómo decir que no. Me siento capaz de ello, con el idioma no tengo problema, aunque no es algo que sienta como mi meta. Si llega, pues bien.

  -¿Un director con el que te apetezca trabajar?

-Pablo Larrain, el otro día fui a ver Neruda y dije: ¡qué maravilla! Hay muchos directores que me gustan. Me agobia pensar tan grande de todas maneras, me gusta ir más tranquila.

 -Eres muy aficionada a la fotografía.

-Es un hobby, al viajar sola encontré eso como una compañía. Me gusta hacer mis álbumes y mis caralladitas, pero sí es verdad que por trabajo veo todas las exposiciones que puedo. Eso es genial, trabajar viajando te permite luego poder hacer esas cosas.

-Creo que eres muy ecléctica en la música, desde flamenco a Phil Collins, y te has definido sobre todo como «indie».

-Sí, me gusta la música tranquilita, porque mis hermanos y mis amigos me han influido y vas investigando. La música es buena compañera para el viajero.

 -Tus hermanos te han abierto mucho camino.

-Sí, sí, totalmente. El otro día uno me decía: «En una entrevista me citas cuatro veces». Y yo le dije: «Si al final todas mis referencias vienen de vosotros. Qué quieres que diga. Es lo que hay». Uno es ilustrador y tatuador y el otro diseñador de arte en una revista.

 -Dominas todos los registros de la moda, ¿pero qué «look» te gusta llevar?

-A mí me gusta mucho ir cómoda, pocas veces voy vestida de una manera incómoda y creo que eso es una regla básica, después depende mucho de mi estado de ánimo, de mi corte de pelo. Pero busco camisas de hombre, vaqueros, cosas grandotas.

  

-Eres de cambiar bastante de imagen: ahora estás con el pelo muy corto.

-Sí, llevaba mucho tiempo queriendo cortarlo. Y por fin me dijeron: haz lo que quieras, y vi el cielo abierto. Yo dependo de la gente para hacer esas cosas, no siempre les viene bien que mi imagen sea una determinada. Eso llega un momento que cansa. Ahora estoy encantada con el pelo corto, es muy cómodo. Con los tatuajes me pasa igual, aunque tengo la suerte de que a mi booker le encantan. En Tokio protestaron, pero yo los miré con cara de: «A ver, estamos en 2016, ¿verdad?» [risas].

  -Has dicho que eso de «it girl» no te gusta.

-Es que yo me imagino it girl como un ídolo, y para mí no lo es Alexa Chung. Y sí Patti Smith, y no creo que la pueda llamar it girl.

 -¿Has padecido la mirada superficial de la moda?

-Sí, claro. Cuando tenía el blog la gente lo que quería era saber cómo iba vestida. Y a mí enseñar cómo iba vestida me parecía lo más antinatural del mundo. Unos vaqueros y una camiseta básica a quién le importan. A mí me gustaba contar mis viajes, mis cosas, no cómo me vista hoy.

 -Entre tus referentes está Manuela Carmena. Siempre dices lo que piensas.

-Sí, sí. Es una maravilla de mujer. Yo creo que es importante que la gente tome posición y que pensemos qué tenemos que cambiar y que lo hagamos entre todos. Yo creo que es importante tomar posición aquí y en el mundo. La gente solo se preocupa de su bolsillo. Hay que formar parte.

  

-Has confesado que vosotros como generación os habéis dado un batacazo.

-Sí, es que fuimos criados en la comodidad, en «tú estudia una carrera, ya verás lo bien que te va a ir». Y en la individualidad, no te preocupabas mucho del de al lado, estábamos todos bien. Eso no era real y está saliendo.

-Bueno, como dice tu próxima peli: «No culpemos al karma de lo que nos pasa por gilipollas». ¿Tú crees en el karma? En eso de si hago mal me va a venir de vuelta.

-No soy yo mucho de hacer mal [risas], no me gusta el conflicto. Entonces sí, creo que el karma existe, haz lo que querrías que hicieran contigo. Pero creo que el karma te vuelve siempre.

 -Creo que Eduard Fernández, tu compañero en la peli, vio tu boa de «El Principito» tatuada y no sabía lo que era.

-Sí, sí. Pobre. Fue gracioso, me llevaba un rato preguntando: ¿y eso qué es, un sombrero? Y yo: «Eduard, no me lo creo». Ja, ja. Se puso colorado. El Principito me encanta, lo he leído muchísimas veces, mi madre también me lo ha regalado, tengo muchas versiones, como veinte distintas, y me gusta mucho porque cambia totalmente. Es importante.

  

-Sigues con tu pareja. ¿Estás bien?

-Sí, sí. Estoy bien, estoy en un buen momento.