La cata más extravagante

YES

10 dic 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

MARCOS MÍGUEZ

En una pequeña tienda de barrio me invitaron a catar unos vinos pocos conocidos. En un concesionario de coches a probar unos pinchos con un aceite especial (no el del taller). La tercera propuesta fue más clásica, descubrir las diferentes propuestas de las bodegas Contino en un restaurante de los de siempre. La tienda de Lino es un establecimiento con solera en la zona de Cuatro Caminos de A Coruña. El padre del actual propietario regentaba el clásico ultramarinos que la siguiente generación convirtió en un espacio delicatesen. Fue una cata extravagante en todo, incluido el mueble que utilizaron para presentar los vinos. Me contaron, mientras lo contemplaba admirado, que el diseño es de una nueva firma de Lalín, Tawi Momentos, que se dedica a mobiliario personalizado para gourmets. Te llevas la funcional mesa a cualquier lado y haces la cata donde sea. Comercializan varios modelos. Sorprendente. Otro aspecto llamativo es que el encargado de dirigir la cata, Alberto Varela, impulsor de la distribuidora Choiva, utiliza un aparato que, gracias al gas argón, te permite servirte una copa y que la botella permanezca intacta. Eso sí, cada vez que quieres otra copa hay que volver a pinchar el corcho. Sorprende ver las botellas con su cápsula intacta pero con el líquido por la mitad. La pena es que las cargas de argón solo duren para ocho o nueve servicios y que cada carga cueste 9 euros.

VIÑO DA TERRA DO BARBANZA

Pero faltaba lo mejor, los vinos que propone Alberto, que pretende salirse de lo habitual y apostar por productos difíciles de encontrar. Existe ahora una tendencia de probar cosas nuevas. Por ejemplo el Komokabras (el nombre es muy acertado), un blanco da Terra do Barbanza e Iria con uvas albariño. Ahora acaba de sacar al mercado otro con uvas de la variedad Raposo (conocido como blanco lexítimo en otras zonas) bajo el nombre de Vulpes Vulpes. También catamos Maldito y Renacido, con frescos de la Capilla Sixtina en la etiqueta. «Son dos novedades porque se trata de vinos gallegos de guarda. El primero es un tinto de Valdeorras y el segundo un blanco del Ribeiro», destaca el experto. Me cuenta que, además de la originalidad y la calidad de estos caldos, sus precios los hacen muy competitivos. Hubo más, como uno de la Ribeira Sacra, Sílice. Lo más difícil es acordarse de todos.

SEIS PROPUESTAS

Menos extravagancias hubo en el restaurante A La Brasa, en la coruñesa calle de Juan Flórez. Un local que me trae buenos recuerdos por haber asistido varias veces a la presentación de las jornadas de la lamprea y de la angula que organizaba el Club Gastronómico Rías Altas, que ahora apenas tiene actividad. Jesús de Madrazo, una de las grandes referencias de la enología, fue el encargado de explicar las características de seis variedades de Contino, uno de los primeros châteu de la Rioja alavesa creado en 1973 por la centenaria bodega Cune. «Hay que ser muy de Bilbao para traer a Galicia un vino blanco», comentó sonriente ante los asistentes al almuerzo organizado por Fernando Piñón, representante y distribuidor de la marca. Después vinieron el Contino reserva, gran reserva, garnacha y, con el postre, un imponente Viña del Olivo, uno de esos que en cuanto lo pruebas lo buscas en Google para conocer su precio. No es barato. Durante el almuerzo, Madrazo me contó que forma parte de la quinta generación de la familia que empezó con estas bodegas, aunque ahora ya no tiene participación en las mismas. Y yo le conté que en una extravagante cata tuve la oportunidad de probar vinos gallegos de nueva generación, entre ellos un blanco de uva blanco lexítimo. Se mostró tan interesado que este gurú del Rioja me preguntó dónde podría hacerse con algunas botellas. Extravagante.