Diego Martín: «Soy de los que empiezan y no terminan las cosas»

YES

Daniel Alea

A punto de estrenar en el cine «Sin Rodeos», el malo más guapo de «Velvet» se considera «bastante fetichista» en un mundo que gira demasiado rápido para él. «Aunque sabemos que las cosas desaparecen, me gusta que estén hechas como si fuesen a durar toda la vida», asegura.

24 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Diego es como un ser salido de otra época. Defensor de las cosas «que perduran» y crítico con este mundo «de usar y tirar», este caballero andante vive entre Madrid y París por su mujer, que es francesa. A sus 43 años, conserva esa cara de bueno que conquista aún más cuando hace de malo. Ahora le toca estrenar la comedia que rodó a las órdenes de Santiago Segura, «un descubrimiento», señala. Como él.

-Estamos a puntito de estrenar «Sin Rodeos». ¿Qué tal el rodaje?

-Pensé que ibas a decirme qué tal la película, y te iba a decir que yo todavía no la he podido ver, ja, ja.

-Ya somos dos.

-Es que al pase que estaba previsto para verla nosotros no pude ir, así que me tocará verla cuando se estrene a mí también, como cualquier espectador. Pero el rodaje muy bien, todo ha sido muy divertido y un lujo con todos los compañeros que he tenido la oportunidad de compartir escena y con los que no, porque ha habido muchos con los que no he coincidido en el set.

-¿Qué relación tiene tu personaje con el de Maribel Verdú?

-Aparte de trabajar juntos en el mismo sitio, soy su mejor amigo y confidente. Tenemos una situación bastante descontrolada y somos el confesor mutuo, pero sí que ha habido una relación amorosa previa entre los dos, y a lo largo de la peli las cosas que van sucediendo, sobre todo a mi personaje, le hacen plantearse hasta qué punto no hay que intentar reverdecer laureles y hasta qué punto lo que siente por ella es amistad o algo más.

-¿Qué tal con Santiago Segura? ¿Es bueno de llevar?

-Muy bien con él, Santiago es bastante sorprendente. Hay una imagen más o menos sobreentendida y fijada, muy asociada a las películas que él ha hecho y al tipo de promoción y de personaje que tiene creado, pero bueno, eso no necesariamente tiene mucho que ver con lo que es luego él. Y es bastante descubrimiento el proceso que hemos seguido todos, descubres a un tipo sensible, un tipo muy a la escucha que tenía muy claro lo que quería y que tiene una relación muy fluida con los actores y con los que son un poco menos actores. Ha creado un clima en el rodaje muy especial.

-«Velvet» te catapultó otro poco, con un personaje que caló mucho a pesar de que es malo, infiel... Nada que ver contigo, ¿no?

-Pues hombre, esperemos que en algunas cosas no, ja, ja. Al menos sí que me pienso un poco más las cosas e intento no tener que arrepentirme de ellas, pero porque estén bien reflexionadas, no porque uno piense que puede ir derribando cualquier tipo de muro como es su caso, que si hay que pisar pisa y no tiene ningún problema.

-Bueno, te lo piensas pero actúas. Dejar tu país o vivir a caballo entre dos países por tu pareja no lo hace cualquiera.

-Sí, bueno, tampoco es exactamente así. Tampoco me voy a tirar flores. Supongo que si ese amor hubiera sido, yo que sé, con todo el respeto, panameño, hubiese sido más complicado y menos atractivo. Pero París es una ciudad donde poder estar de vez en cuando es absolutamente maravilloso e inspirador, así que tampoco me voy a arrojar todo el mérito.

-Menuda mezcla, porque eres madrileño, pero dices que te sientes vallisoletano.

-Sí, en realidad ha sido así. La vida y los años van haciendo que uno tenga tal mezcla que ya no sepa ni de dónde se siente ni si se siente de algún sitio, pero sí, tengo raíces en varios lados. Tengo origen también vasco e inglés, una mezcla interesante, pero mi familia más próxima sí que viene de Valladolid. Además en una ciudad como Madrid, donde las raíces son un poco más complicadas, la gente viene de todos los lados y la procedencia importa menos, yo sentía esa ancla que de joven uno siempre intenta buscar. Y esa ancla la encontré en Valladolid.

-Hablando de esa mezcla de orígenes, el físico en tu trabajo te marca, pero nunca sabes si te va a beneficiar o perjudicar...

-Pues tú lo has dicho como es. Cualquier físico es una ayuda, una losa... Pero en lo que sí que podremos estar de acuerdo es que al final, lo quiera uno o no, condiciona, evidentemente.

-Pero a veces tener cara de bueno, como tú, puede hacer incluso más escalofriante a un personaje malo.

-Sí, de hecho está muy inventado jugar a los contrarios en el cine y también en la vida. Siempre es más sorprendente por inesperado. Como actor eso funciona muy bien, cuando con alguien no esperable para hacer de malo se consiguen malos muy espectaculares.

-¿A ti te ha pasado eso de que te vean cara de bueno?

-Sí, sí, pero también me han dicho que precisamente por eso cuando hago de malo piensan: ay, qué miedo. Un actor es esclavo de su físico porque inspira cosas que uno no puede controlar. La imagen que uno tiene de sí mismo es parecido a cuando escuchamos nuestra propia voz grabada y no la reconocemos. Pero evidentemente uno es lo que uno se considera, pero también lo que los demás ven en ti.

-Tus personajes siempre son elegantes, y tú vas siempre impecable. En lugar de la moda de usar y tirar, has dicho que te gustan «las cosas que están hechas como si fuesen a durar toda la vida».

-Sí, tengo esa vocación. Creo que vivimos en un mundo en el que las cosas son tan increíblemente caducas, tan instantáneas y tan masivas... Tenemos que cambiar la atención sistemáticamente y de forma permanente, y creo que yo necesito algo que vaya en otra dirección, tanto para las personas como en la manera de consumir y, desde luego, en la forma de vestirme. Consumo más que pensando en la prenda o en la marca en sí. Me considero bastante fetichista, doy bastante importancia a los objetos y me gusta que hablen de mí. Creo que tienen alma, pero vivimos en un mundo en el que cada vez se le da menos oportunidad a eso, porque nos deshacemos de todo con mayor velocidad.

-Tú eres más reflexivo.

-Digamos que tanto en la ropa, como en las amistades como en la manera en la que yo me relaciono con las cosas sí que tengo una tendencia a intentar que haya un poco más de permanencia.

-Oyéndote hablar me cuesta pensar que estudiaste Derecho.

-Estuve cuatro años. Es una espita en mi familia que estando cuatro años no me animara a terminar. Yo pertenezco a la generación esta de las salidas, y llegué a un momento en el que sacaba buenas notas pero no tenía ni puñetera idea de lo que quería hacer. Y existía ese cajón de sastre llamado Derecho. Yo lo intenté, pero en la carrera siempre me decían: «Ya verás, según vayas avanzando en la carrera te va a gustar más». Y a mí me pasaba al revés, empecé no mal, pero según iba avanzando cada vez me gustaba menos.

-¿Te angustia haber dejado algo sin terminar?

-Pues mira, sí soy de los que empiezan y no terminan porque han gustado muchas cosas. De hecho, uno de mis complejos es que más o menos me defiendo en muchas cosas, pero todas un poco como de aquella manera. Y a veces me pregunto si no hubiera preferido tener menos dotes para tantas cosas y tenerlo mucho, y mucha pasión, para una sola. No digo que me vea en una vida que tuviese que ver mínimamente con el Derecho si lo hubiese acabado, pero esta no es una profesión que te deje tampoco mirar hacia atrás y decir: «Buah, lo he conseguido y soy esto». No, tienes que estar en alerta permanentemente y empezando casi siempre de cero. Es una profesión complicada de sentir que uno tiene control sobre ella, o al menos es mi sensación.

-Sin control a los 44...

-Tengo 43. En septiembre cumplo 44, pero queda mucho aún. Me resulta hasta casi obsceno decirlo.

-Así que eres Virgo, aunque me han dicho que no crees en el horóscopo.

-Pues no creo, pero me han hecho descripciones de cómo tienen que ser los de mi signo y sí que me han clavado. Soy de los de haberlas haylas, aunque no crea mucho en ellas.