BAJO ESTAS CEPAS TODO SABE MEJOR. El verano deja de serlo si no disfrutamos de una comida bajo la parra. Si quieres conocer los mejores restaurantes para hacerlo, acompáñanos

ALEXANDRA MAZA
Redactora
M. V.
ALFREDO LÓPEZ PENIDE
BEGOÑA R. SOTELINO
Redactora de Vigo

Que todavía no se vaya el sol, que nos acompañe por lo menos otro mes y medio más... Pero eso sí, donde esté una buena sombra para comer, que se quite lo demás. No hay como sentarse al fresco para que la comida siente mejor. Y hoy en YES nos damos el refrescante placer de comer al aire libre.

Fogar do Santiso, en Teo

PACO RODRÍGUEZ

Mesas de madera, productos ecológicos, verde mires adonde mires... ¿Adivinan dónde estamos? El Fogar do Santiso lleva desde 1996 despachando un churrasco para chuparse los dedos en un entorno inmejorable. La parra ofrece una ventaja difícil de superar en este establecimiento de Teo (Santiago). «Sus hojas crean una sombra que da mucho más frescor que una normal», relata José Santiso, dueño del establecimiento. Además tiene una fuente al lado, por si alguien necesita un extra los días más calurosos. Esta parra recuerda inevitablemente la historia del lugar: «Lleva tanto tiempo como la casa, se plantó cuando mi familia, los Santiso, nos vinimos a vivir aquí, desde principios de siglo», detalla José. Conforme avanza la trayectoria del restaurante también lo hace la de la parra, una característica que hace este lugar todavía más singular. «La gente llama para reservar específicamente en esta zona y los clientes están encantados», asegura el dueño. Aunque esta parra no es como las demás. Antiguamente, con sus uvas se hacían los licores que más se vendían en el Fogar. Dejaron de hacerlos hace diez años, a raíz de un cambio de legislación, pero con o sin cosecha propia, este restaurante se ha convertido en visita obligada.

O Chouzo, en Bueu

Ramón Leiro

Más historia tiene O Chouzo, que abrió sus puertas en Bueu hace unos cuarenta años. «Empezó como un pequeño furancho. Mis abuelos tenían viñas, y un año que hubo exceso de producción, decidieron hacer un loureiro para vender ese excedente. Se quedó y luego se fue, poco a poco, ampliando hasta lo que es ahora», rememora Eladio Baena Pastoriza, la tercera generación que se sitúa al frente de este restaurante. Lo cierto es que la zona de sombra bajo la parra «tiene bastante demanda en verano». Una parra nunca recibe ningún tratamiento químico, al igual que sus productos. Todos son ecológicos y se tratan de forma natural: se recolectan por la mañana y se consumen por la noche. Toda una delicia. Es algo que Eladio asocia al hecho de que «a la gente le atrae la posibilidad de comer fuera, en el exterior, pero bajo la sombra que da. Además, si van con niños, tenemos un pequeño césped donde pueden jugar, mientras que los fumadores, que no pueden hacerlo dentro del local, fuera no tienen problemas», apunta. La demanda no decae, incluso, en los días de lluvia. Es cierto que la parra impide hasta cierto punto que las gotas traspasen, pero, llegado un determinado momento, poco se puede hacer. Pues pese a ello, «hay gente que quiere comer ahí igual», afirma. En O Chouzo están especializados en pescado, arroces y pulpo. En cuanto a los arroces, tienen tres: de marisco, «el más caldoso»; el de bogavante; y el de rape con berberechos, «más tipo paella». Los pescados, si bien hay unos prácticamente fijos, caso de la merluza, rape, rodaballo, chinchos y xoubas, el resto va según mercado. «No es una carta fija, se varía todos los días», destaca Baena Pastoriza.

Pepe de Juan, en Vigo

M.MORALEJO

Ya quisieran los fabricantes de toldos imitar a la naturaleza con la misma eficacia que la que ofrece un emparrado. En Vigo quedan cada vez menos en el entorno de la hostelería, pero uno de los que conserva la parra como insuperable parasol es Pepe de Juan, un clásico vigués que se otea desde el coche como un oasis cuando atraviesas la inhóspita avenida de Madrid. El restaurante suma nada menos que 83 años desde que lo abrió José Costas Couñago, hijo de Juan Costas, de ahí el Pepe de Juan. En la aventura no estaba solo. Le acompañaba su mujer, Josefa García Pérez. Tras un paréntesis en manos de otros familiares y unos años de alquiler, el negocio siguió en manos del hijo de los fundadores, José Costas García, junto a su esposa, Concha Núñez Veiga. Pero ella lleva las riendas desde hace ya 19 años, desde que el marido falleció, ayudada por sus dos hijas y entretenida por sus tres nietas. Concha, mujer afable, enérgica y luchadora, cuenta que no ha cambiado la esencia desde entonces. Sobre todo, porque lo bueno es mejor no cambiarlo. Por eso, el cliente que acuda a este vergel en medio del cemento al que se accede de forma muy sencilla (por la bajada de la calle San Roque, 20), hallará cocina tradicional hecha como en casa, abundante y producto fresco. Como ejemplo, Concha recita lo que tiene cuando nos recibe para este reportaje: chinchos fritos o en escabeche, pulpo, empanada de zamburiñas, chocos, merluza, lenguado y carne asada. «También asamos cordero y hacemos bonito en escabeche cuando lo hay en el mercado», apunta. El local cierra los miércoles.

Casa Paquita, en A Coruña

ANGEL MANSO

Carlos Cordero es el dueño de Casa Paquita desde hace tres años, aunque el restaurante tiene ya 70. La parra estaba ya ahí cuando llegaron y es parte de la esencia del restaurante. «Es muy fácil de cuidar, solo la podamos y recogemos la uva, no nos da mucho trabajo», matiza. La parra nace en el exterior, en el lado izquierdo del establecimiento, y sube hasta el interior, creando un ambiente único dentro de la terraza techada de este restaurante. «Esta terraza sigue aquí por la parra, el ayuntamiento dijo que tenían que construir una acera, pero como la parra era centenaria no pudieron tocarla», declara Carlos. Aquí predomina la cocina tradicional y cambian la carta dos o tres veces al año para tener los mejores productos del mercado.

El Xanxo, en A Pobra

MARCOS CREO

Todo aquel que pasa por A Pobra do Caramiñal desde el 1979 sabe que el restaurante del Xanxo está ahí. 39 años avalan sus increíbles productos, y cómo no, su parra. Utilizaron su presencia para montar el restaurante, y eligieron específicamente esa zona para crear la terraza. «Mi abuela, que es del 1912, recuerda su infancia con esas cepas, la parra tiene más de 250 años», relata Xanxo. Y es que esta casa de comidas antes era una antigua casa de labranza. Historia no le falta. «Para nosotros es muy especial, la parra es centenaria, le tenemos muchísimo cariño», asegura. Aunque para tener una parra, también hay que tener mucha maña para darle los cuidados que requiere, «tener una cepa es complicado, tienes que controlar que no haya plagas, barrer, podar... da trabajo», cuenta el dueño. Y es que esta parra es mucha parra, tiene 120 metros cuadrados y dos metros de alto. Es en verano cuando más se disfruta este mágico lugar. «A primeira zona que queda ocupada é debaixo da parra», confirma Xanxo. Además de dar sombra, refresca y es capaz de crear un microclima perfecto para los veranos más calurosos. «Los días que hace mucho calor baja la temperatura del exterior unos 8 o 9 grados», asegura el dueño del local, que tiene como especialidad la empanada de millo. ¿Aún no probaste estas sombras? Son de visita obligada, pero no lo digas muy alto por si se suben a la parra.