Yo soy la otra Barca de Muxía
ELLOS ESTÁN EN EL MAPA Una Barca muy «da Costa da Morte», un Vigo celtista hasta la médula y una Lanzada nada tímida nos cuentan cómo llevan sus nombres. Aldán, del lugar que enamoró a sus padres, y Sálvora, que presume de isla, completan la ruta
Redactora Noelia Silvosa
Susana Acosta
Se llama María de la Barca Sar Marcote (Muxía, 1980) y lleva en su nombre la mejor campaña promocional que le puede hacer a Muxía, la tierra que la vio nacer. «Desde pequeña ya me di cuenta de que mi nombre era distinto al de los demás. Pero lo que realmente me llama la atención es que soy embajadora de mi pueblo fuera de él, porque siempre tengo que estar explicando de dónde viene. Solo con irte a Barbanza la gente ya alucina con que te llames Barca. Es un nombre que solo conocen de Noia a Malpica», explica Barca, que bromea con este trabajo que hace de manera gratuita.
Aunque fuera de Muxía sorprenda, en el epicentro de la Costa da Morte es un nombre común. Tanto que si te llamas Barca tienes que ser o de allí o tener un familiar que tenga relación con la localidad. Dice que más jóvenes que ella debe de haber cinco como mucho, pero de su quinta la cifra se multiplica por seis. En los años setenta y ochenta, el nombre se puso muy de moda, por lo que ahora hay un grupito de mujeres que rondan los 30-40 años que llevan a la virgen de nombre, sin embargo, y viendo las nuevas generaciones, parece que la tradición ha perdido peso. «Además -explica Barca- es que antes tenías que ser María de la Barca». Esto ha provocado que en más de una ocasión le pusieran un nombre y tres apellidos, porque la gente entiende María como nombre, aunque ella siempre dice que por María no responde. Está más que acostumbrada a dar explicaciones, sobre todo por teléfono, y siempre recurre a la misma: «Sí. Barca de barco».
Es la tercera de tres hermanos. A la primera le pusieron el nombre de la madre, al segundo el del padre, pero cuando se planteó una nueva oportunidad, la devoción a la Virgen se impuso por encima de cualquier intención. «Mi padre es marinero, y para un marinero de Muxía que lo primero que ve, incluso antes que el pueblo, es el santuario, es importantísimo, mucho más que la Virgen del Carmen. Sean creyentes o no, es un tema simbólico», cuenta Barca. No hubo discusión, sus padres estuvieron de acuerdo, a pesar de que su madre no era de Muxía, sino de Fisterra.
HIJA DE UN MARINERO
Una Barca suele traer otra Barca debajo del brazo, aunque no es el caso de la protagonista de nuestro reportaje. Ni por arriba ni por abajo. Ni su madre se llama así ni ella, cree, se lo pondría si tuviera una hija. «Sí me gusta, y me reconozco como Barca, ahora... no llamaría así a una hija, porque tendría que estar todo el día explicando de dónde viene. Sin embargo, tengo una amiga que es de Lugo, y dice que si tiene una hija, le llamaría Barca, porque le parece muy curioso, y no tiene ningún vínculo con la zona», comenta.
Se define como una persona extrovertida y sociable, y como no podía ser de otra manera, amante del mar. «Yo creo que el llamarte así -apunta- te abre muchas puertas para sentirte muy da Costa da Morte, muy viva; la mujer de aquí es muy temperamental, también porque, como digo yo, hace mucho viento». Es hija, nieta, hermana, sobrina de pescadores... toda una familia dedicada al mar, así que no es de extrañar que más allá del nombre, ella sienta una especial atracción por la localidad. Hace muchos años que dejó su tierra natal para ganarse la vida, y aunque confiesa que no viviría en Muxía porque «es muy duro vivir allí; no hay trabajo, está muy apagado», se escapa con bastante frecuencia. «Tener que explicar todo el rato tu nombre te hace ser muy arraigada de donde eres. Yo tengo un arraigo a mi pueblo del que no me voy a deshacer nunca, lo llevo en el DNI por partida doble», señala.
Barca es a Muxía como Peregrina a Pontevedra, aunque ella desconoce si hay quien lleve el nombre de la Virgen pontevedresa. «En Lalín hay una Virgen que se llama Corpiño, a mí me encantaría encontrarme con alguien que se llame así, pero no lo he encontrado de momento. Yo por trabajo he viajado bastante, llevé la zona de Lalín y Barbanza, y por eso te digo que mi nombre es raro fuera de mi zona. Aun así, es nombre común, no está recogido como propio, pero sí tenemos santo por el día de la virgen, el segundo fin de semana de septiembre, que se dice que ni baja del 8 ni sube del 15», explica.
Cada vez que pisa su tierra natal, es como si el aire le marcara las coordenadas que debe seguir, porque siempre coge en dirección al santuario. Dice que le ayuda a desconectar, que le transmite mucha tranquilidad. «A mí -indica- hay dos sitios en Galicia que me aportan mucha paz, uno es la catedral de Santiago, dentro tiene mucha magia porque tiene mucha energía, y otro es el santuario de mi pueblo. No creo ni en Dios ni en la Virgen de la Barca, pero la historia es muy bonita».
Y para terminar nos la cuenta: ‘Dicen que Santiago venía triste de Fisterra, porque eran todos ateos, y naufragó. Una señora que se llamaba María que iba en una barca lo salvó. Cuando consiguió que toda la zona fuera cristiana, le hizo un Santuario...’.
Vigo Martínez Garrido (10 años): «Estoy superorgulloso de llamarme Vigo»
Este niño vive y nació en Madrid, pero es tan vigués que su nombre es Vigo, y sus apellidos, Martínez Garrido, como los del alcalde socialista fusilado tras el inicio de la Guerra Civil. El año pasado fue otro alcalde socialista, Abel Caballero, quien lo recibió en el Ayuntamiento para contarle la historia de la ciudad que lleva por nombre y darle algo que le hizo una ilusión enorme, el título de vigués de adopción: «Tuvimos que plastificárselo. Cuando volvimos, creo que no quedó persona en Madrid a la que no le contase que le habían entregado el título», dice entre risas Liliana Garrido, su madre. Ella, viguesa del barrio de Coia, fue la culpable de la elección del nombre. «Le dije a mi marido que si teníamos un hijo, se llamaría Vigo. Y si era niña, Galicia o Rosalía», asegura. Al final la niña se llamó Abril, por otra poderosa razón sentimental: «Yo nací en abril y mi marido me enamoró cantándome una canción con la guitarra que hablaba también del mes de abril». Pero lo de Vigo sí que era inamovible, y eso que su propia familia intentó sacárselo de la cabeza. No lo consiguieron.
CUANDO TOCA VOLVER, LLORA
«Era una manera de llevar a mi ciudad siempre conmigo, porque la echo mucho de menos», cuenta Liliana, que igual que su hijo, tiene un vínculo muy especial con sus raíces: «Es curioso, pero cada vez que nos vamos de allí, el niño y yo lloramos. Él lo hace desde que era un bebé», apunta esta «enferma del mar» que le contagió esta pasión al niño, quizás, el mismo día en que nació. Y es que a él, al igual que a Abril, les mojó con agua del mar de Vigo tras venir al mundo. Una petición expresa que Liliana le hizo a su padre, al que encargó el envío.
Ella confiesa que fue con miedo al registro, porque ya había antecedentes: «A mí me querían llamar Lilian, pero a mis padres no les dejaron, por eso me pusieron Liliana. Cuando llegué les dije que Vigo, y me preguntaron: ‘¿Vigo con dos ges, como el actor?’ [Viggo Mortensen]. Y yo les dije: ‘No, con una, como Vigo capital’. Y no hubo problema». El niño no tiene santo, pero lo celebra el día de la Reconquista de Vigo con una tarta adornada con la bandera de Galicia y el himno gallego a todo volumen. Recién cumplidos los diez, su madre asegura que salir en YES es para él un enorme regalo. «Me hace mucha ilusión salir en el periódico», confiesa el niño. Pero su verdadero sueño sería que el alcalde cumpla con lo que le prometió el año pasado: llevarle a Balaídos. Cómo no, Vigo es celtista hasta la médula. Y ojo, porque le ha tomado la palabra.
Lanzada Calatayud (48 años): «¡Cómo le vamos a poner Lanzada!, ¿y si nos sale tímida?»
«Miña Virxe da Lanzada que ollaches o meu amor, se me dás unha filliña o teu nome heille de pór, para que ame este penedos, esta area e este mar, para que ame esta praia como amou a súa nai». Con estos versos tan emotivos explicó la madre de Lanzada Calatayud, Maruja Álvarez, a su hija los motivos de ponerle un nombre tan atrevido. El poema lo escribió en el año 69 cuando se casó y se tuvo que ir de O Grove, su tierra natal. Ella decidió este nombre por amor a esta playa y a este lugar tan especial, que fue testigo también de la petición de mano que el padre de Calatayud le hizo a su madre: «¡Cómo le vamos a poner Lanzada!, ¿y si nos sale tímida?», le espetó el hombre de raíces valencianas a su mujer. Pero no hubo negociación posible. Ella tuvo clarísimo que su hija se iba a llamar Lanzada.
«Imagínate el cachondeo, sobre todo, en Cádiz, donde viví algún tiempo. Es más, a partir de las dos de la madrugada me cambiaba de nombre y decía que me llamaba Lola. Cuando vine a Galicia pensé que la cosa mejoraría, pero fue incluso peor», asegura entre risas la que ahora es gerente del Consorcio de Turismo de A Coruña.
Nunca le ha reprochado a su madre que le pusiera este nombre tan singular y reconoce que no ha encontrado a nadie que se llame como ella: «Me gusta mucho el nombre de Lanzada», aclara, porque ella mejor que nadie puede comprender el sentimiento que quiso transmitirle su madre: «Imagínate, siento la conexión con ella, con el Atlántico que me vio crecer, con la felicidad salada de mi infancia... es una playa con un poder brutal. Siempre que vivía fuera y pensaba en Galicia, lo que me venía a la mente y al alma era la imagen de la playa», explica esta mujer que cuando tiene posibilidad acude al arenal pontevedrés a reencontrarse consigo misma. Para ella, igual que para su madre, A Lanzada es su reino emocional y todos los 31 de diciembre acude a darse el último chapuzón del año: «El agua no está mucho peor que en verano», asegura. ¡Uff, qué frío solo de pensarlo!
Aldán Macayo Carneiro (12 años): «Nos gustó tanto Aldán que se lo pusimos al niño»
Aldán no sería Aldán si su madre, Paz, no hubiese llevado a su marido, Carlos, completamente a su terreno. «Bueno, era fácil de persuadir...», bromea ella quitándole hierro al asunto. Pero lo cierto es que Carlos vino a pasar un fin de semana a Galicia, la conoció, y a los seis meses ya estaba instalado en Sigüeiro dejando atrás Madrid, su lugar de nacimiento. Después llegó el niño y eligió con su mujer como nombre el topónimo gallego. «Nos gustó tanto el sitio que se lo pusimos de nombre. Ahora solemos ir todos los años porque es espectacular», dice el padre, feliz del cambio que le dio en su momento a su vida: «Esto no tiene nada que ver con Madrid, el cambio fue a mejor». El consenso, confirma Paz, fue la tónica desde el principio: «Estabamos de acordo os dous. A min sempre me gustou o nome e a grafía de Aldán. Para min, que meu fillo leve este nome é un acerto».
CANTIDAD DE ANÉCDOTAS
Por supuesto, cuentan muchas anécdotas. «Nunha ocasión, estabamos embarcando no avión e eu nomeeino, seguramente para chamarlle a atención, e unha parella de madrileños sorprendéronse polo nome, porque veraneaban todos os anos en Aldán», narra Paz, que también recuerda alguna que otra disputa en el cole: «Coincidía que había un neno tamén en primaria que ía un curso por riba del e que se chamaba igual, e claro, o neno berraba porque dicía que lle roubaran o nome, porque ao ser maior víase con esa xerarquía». Incluso tiene una anécdota del día que nació Aldán. «A matrona, que estaba a piques de xubilarse, díxome: ‘Este é o terceiro Aldán que traio ao mundo’. Co cal penso que non debe de haber moitos nenos con ese nome no rexistro compostelán», supone Paz, que reconoce que, a pesar de lo redondo que es, no está libre de sufrir modificaciones. «Miña sogra chámalle Ardán, pero ese xa é un caso perdido», bromea. También hubo una profesora que se lo acortó en Aldi, -«coma o supermercado», indica-. Pero estos casos son los menos. La mayoría respetan el nombre de ese lugar que dejó prendados a Carlos y a Paz, y al que a Aldán le encanta volver con ellos. De muy pocas palabras, él asegura que los que llevan su toponímico nombre «somos pocos», y dice que se siente identificado con él. «Hay mucha gente que me pregunta cosas sobre mi nombre, pero no me importa», señala Aldán. A sus padres tampoco.
Sálvora Ferreirós Sampedro (14 años): «Cuando veo a tres Irenes pienso: tengo suerte»
La semifinal para elegir el nombre de Sálvora no se pudo jugar de una forma más deportiva. «Nós queriamos poñerlle un nome galego e que non fose relixioso. Fixemos dúas listas, cada un a súa, e despois cada un de nós tiña dereito a vetar un nome da lista do outro. Eu vetei Umia, e o pai vetoume Uxía», cuenta su madre, Narda Ferreirós. Sálvora era la segunda opción en ambas listas, y así se quedó en un ejercicio de democracia sin precedentes. Algo tiró el componente emocional del padre, que es de Ribeira, aunque Narda confiesa que a ella también le gustaba el nombre ?«é sonoro e moi bonito»?, y la isla. «Fomos despois á illa, cando o permitiron, para facer a visita guiada partindo en barco desde Ribeira», comenta la madre, que recuerda con ternura a su hija cuando era más pequeña e iba por ahí presumiendo de nombre. «Sempre dicía: ‘Yo tengo una isla’», indica entre risas. Como parte implicada en ese proceso de selección del nombre que desembocó en Sálvora, Narda asegura que su hija lo lleva con gusto: «Gústalle, e hai poucas coma ela. Co seu nome, xa non lle fai falta o apelido».
La única del instituto
La niña está de acuerdo: «No me hace falta para nada», sentencia. Y aunque ahora esté más crecidita, Sálvora sigue presumiendo de la isla que le da nombre: «Fui a las visitas guiadas y una tercera vez con compañeros, y sé bastante bien lo que pasó allí», asegura.
Por supuesto, también presume de ser la única Sálvora de todo el instituto. «A mí me gusta ser original. Cuando veo que hay tres Irenes, pienso: ‘Bueno, pues tengo suerte’», resuelve. Si dice su nombre ante alguien de fuera de Galicia, no le suelen preguntar demasiado: «Deben de pensar que es un nombre español raro o algo así», supone. Pero si la persona es de aquí, la cosa cambia y surgen las curiosidades. «Me preguntan que qué relación tengo con la isla, y yo digo que mi padre es de Ribeira y que le parecía bonito el nombre. Siempre que la persona ha oído hablar de Sálvora, me hace preguntas», señala. Y ella, como dueña de la isla, se sabe todas las respuestas.