Sin cole y sin abuelos, ¿ahora con quién dejamos a los niños?
Sin colegio, sin guarderías, sin ludotecas, sin abuelos y sin campamentos. Los padres se incorporan a trabajar sin opciones para cuidar de sus hijos pequeños
S. FAGINAS
Jefa de Suplementos S. ACOSTA
A. ABELENDA
Redactora
Si ya no lo tenían fácil las familias, si ya antes del covid había que hacer encaje de bolillos para trabajar, cuidar de los hijos y las madres se desdoblaban en varias jornadas para dar de sí, ahora lo han puesto más complicado. La desescalada choca brutalmente con una realidad que se impone y que es imposible ajustar en ninguna de las fases. Sin colegio, sin guarderías, sin ludotecas y sin abuelos que puedan echar una mano, las familias deben salir a trabajar (que no todos lo hacen en casa y con el ordenador) sin manera de conciliar. ¿Con quién dejamos ahora a los pequerrechos que no se valen por sí mismos y nos necesitan más que nunca?
La peluquera de Viveiro Ángeles Salgueiro reconoce, como la gran mayoría de padres en su misma situación, que «es un dolor de cabeza y un problema» tener que empezar a trabajar los dos. Él es Antonio Picos, militar en Ferrol en una fragata de guerra, sin opción de teletrabajo y sin poder contar con la ayuda de abuelos mientras sigan canceladas las clases. Aún considerando una única posibilidad, la abuela paterna, ella la debe descartar por pertenecer «a población de riesgo». Por ello, su as en la manga es la madrina de la pequeña Adriana, que tiene 6 años y se siente «de maravilla sin cole», apunta sonriendo su madre. Sus progenitores no tanto, como tampoco por el cierre de ludotecas o centros de ocio infantiles, que supondrían otra alternativa.
«El próximo lunes, por ejemplo -cuenta- Antonio va a tener guardia, se va a las seis de la mañana y llega al día siguiente a las diez de la mañana. Cuando él está en casa lo llevamos bien, pero ahora que no va a estar tuvimos la gran suerte de que la madrina de la niña es una chica de 23 años, universitaria y vive al lado nuestro. El lunes será el primer día que vendrá para mi casa para estar con la niña y traerá sus cosas para estudiar. Me considero privilegiada por tenerla. Es nuestra heroína». «Buscar un cuidador se hace también muy difícil, porque hay gente que tiene miedo y no quiere salir de casa y tampoco sé si la persona que meto en casa viene infectada o no y no le voy a hacer un test», finaliza Ángeles Salgueiro.
No todos teletrabajamos
También es peluquera Silvia, que desde Carballo, nos cuenta que abre su negocio el viernes y se ha visto tan pillada que ha tenido que recurrir a una abuela para salvar su situación. Su marido es fisioterapeuta y con un niño de 12 años y una niña de 3 meses no había manera de conciliar sin saltarse la norma. «Mi madre tiene 56 años, es joven, y sinceramente viendo cómo está el panorama a mí no me queda otra solución». Porque el verano va a ser largo, sin campamentos y el colegio como lugar de encuentro ha desaparecido. El recreo estival de los niños será el jardín de la casa de los abuelos, que una vez más, echan la mano, el brazo, y todo lo que haga falta para ayudar a sus hijos a salir adelante. «Parece que todos tenemos que teletrabajar, pero no es así. Y además, ahora con los horarios largos que tendremos en la peluquería porque los procesos tardarán más es muy complicado conciliar incluso si hubiese guarderías públicas abiertas. Las familias estamos colgadas una vez más».
Dentro de lo difícil de la situación, Rebeca Uzal se siente afortunada. Educadora en una escuela infantil de A Coruña, Rebeca tiene dos hijos, de 12 y 7 años, y debe incorporarse el día 13. «Mi marido es policía y no ha dejado de trabajar, por turnos. A partir del 13, los profesores debemos volver a la escuela, hay mucho que hacer y preparar. Se avecina un momento complicado», cuenta Rebeca, que tiene una problemática que no le permite resolver la situación como solía hacerlo. «Mi madre era la que solía ayudarme con los niños, pero ahora no puede por una enfermedad de la que se está recuperando», dice esta profesora con 20 años de experiencia. «Pero tengo la suerte de que la dirección de la escuela en la que trabajo, Carricanta, nos ha mostrado su intención en todo momento de permitir la flexibilidad y la conciliación. Me gustaría destacarlo como ejemplo», valora quien advierte que «el Gobierno se ha planteado favorecer la conciliación en el caso de los niños de entre 0 y 6 años, ¿pero qué haces con los niños de 7 o de 8?». La semana que viene, su marido, que no tiene turno de trabajo estable en este momento, no sabe qué horario tendrá. En esta situación conocer los turnos ayudaría a organizarse. «Hay que arreglar de alguna manera. Esta es una problemática que nos afecta también de cara a septiembre, en que quizá solo puedan volver a clase la mitad de los niños. La conciliación es una asignatura que debemos aprobar entre todos», afirma esta madre y maestra que no renuncia a enfocar el problema con optimismo.
Uno en Arabia Saudí
El caso de Iria García y de Manuel Araújo es muy particular. Él estaba trabajando en una refinería en Arabia Saudí como supervisor de materiales en una obra cuando le pilló el confinamiento. Y allí sigue. Va a hacer ahora cinco meses que no ve a su hija Carmen, de apenas dos años, ni a su mujer. Mientras Iria se las apaña como puede para mantener el negocio a flote que acababa de abrir el pasado mes de enero, la inmobiliaria AG Expertos Inmobiliarios, en la céntrica calle coruñesa de San Andrés y al que volverá a abrir el día 11: «La conciliación es una palabra de moda porque real no es. Y ahora mismo es nula», dice.
Ella decidió mudarse antes de empezar el confinamiento a una casa de aldea que tiene en Sada porque sus padres viven al lado y así en el supuesto de que necesitara ayuda podrían echarle una mano. Pero si esta situación se prolonga mucho más en el tiempo y no abren los guarderías con cierta normalidad sabe que lo va a tener muy difícil porque sus padres todavía están en activo y tendrán que incorporarse a sus puestos de trabajo. La otra posibilidad que tiene es su suegra, que siempre que puede le echa una mano, pero acaba de enviudar durante el confinamiento y tampoco quiere cargarla de más problemas. «Acabas obligando a tus familiares a echarte una mano. Se ven forzados a ayudarte para poder desarrollarte profesionalmente, que también es una de las trabas que tenemos las mujeres, y salir adelante».
Por si esto fuera poco, Carmen empezará en el colegio el próximo año, así que la propuesta de la ministra de Educación le ha sentado a Iria como un jarro de agua fría: «¿Y los quince días que estén en casa, que nos lo van a pagar ellos? ¿Qué tengo que volver a cerrar para atender a mi hija?».