Bruno Bimbi: «En el fútbol el armario está muy cerrado, hace falta un empujón»

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«Que Pablo Alborán haya dicho que es gay es importante», valora el escritor, que ha estado en A Coruña presentando un libro que toca las fibras más sensibles del pensamiento machista y señala falsos mitos y tabúes en torno a la homosexualidad

29 ago 2020 . Actualizado a las 16:02 h.

Bruno Bimbi (Avellaneda, Argentina, 1978) siente que el armario le ha robado la adolescencia y hoy abre todos sus cajones ofreciendo un testimonio personal y una crónica, una memoria que va de lo íntimo a lo social, de ese armario dentro del que nació («No hay una primera vez para entrar en el armario; nacemos dentro», dice) a los intereses de la política y sus «enemigos imaginarios» y al campo de fútbol, que tiene las puertas por abrir. Bimbi acaba de visitar A Coruña y de participar en su feria del libro, «que tuvo en general mucha menos gente de la que se esperaba, debido a la incertidumbre». Publicó El fin del armario en marzo, cuando el virus empezaba a llegar a Europa. La salida fue un golpe duro, pero «ahora estamos intentando retomar todo de nuevo». «Parece que estuviésemos en una especie de película de ciencia ficción clase b, en una distopía», dice.

-¿El fin de armario está por llegar?

-El título del libro es al tiempo una constatación y una expresión de deseos. En el último medio siglo hemos avanzado mucho, pero lo que falta es muchísimo. Si a un joven homosexual del siglo XVII lo llevaran en la máquina del tiempo al XIX, lo que vería al llegar serían esas cosas que se ven en las películas como Volver al futuro. Dos siglos después se encontraría con nuevas ropas, nuevas modas, nuevas músicas, tal vez un sistema de gobierno diferente o pautas culturales que cambiaron, avances en la ciencia... pero su vida como joven homosexual seguiría siendo exactamente la misma. Salir del armario seguiría siendo imposible, y la represión fuerte por parte de la religión, del Estado, de la ciencia. A lo largo de la historia los homosexuales fuimos delincuentes, pecadores y enfermos. Si hacemos, en cambio, el mismo ejercicio con un joven de los setenta del siglo pasado, si viajara en una máquina del tiempo hasta nuestros días se encontraría con un cambio impresionante en la sexualidad. Se encontraría, por ejemplo, con que Alan Turing, condenado en los 50 por su homosexualidad, es considerado un héroe nacional. En el último medio siglo hubo cambios gigantescos, pero no fueron iguales en todo el mundo.

-Ni en todas las profesiones. «Quizá no haya una profesión con los armarios tan cerrados» como el fútbol, señalas.

-Exacto, sí. A mí como deporte el fútbol me parece lindo, pero tiene connotaciones y tabúes. No sé si es la profesión que tiene los armarios más cerrados, pero sin duda una de las que más.

-¿Mucho más que la política?

-Sí. Piensa hoy en España, en políticos que son abiertamente homosexuales: el ministro del Interior, Grande Marlaska; la alcaldesa de Barcelona, bisexual, Ada Colau; el secretario general del PSC, Iceta, es gay... Y no es visto como un problema. De Marlaska, por ejemplo, se dicen un montón de cosas. Hay quienes lo defienden y quienes lo critican, pero salvo algunos loquitos es raro que alguien le critique por su homosexualidad. Ahora, nómbrame un jugador de algún equipo de fútbol importante de España que sea abiertamente gay. Del Madrid o del Barça...

-Y los hay.

-Que los hay es seguro, pero no lo han hecho público. En El fin del armario cito algunos casos antiguos, de hace años, como el de Justin Fashanu en el Reino Unido, el primer jugador en declararse gay en una entrevista que le hizo The Sun en 1990. Cuento el caso de un futbolista gay alemán, de un equipo de Primera División, que en el 2012 aceptó dar una entrevista con la condición de que fuese anónima, de que no se revelase su nombre. Yo creo que lo que falta hoy es un empujón. El primer jugador de primera Liga que lo diga abiertamente va a ser portada de las revistas, de los noticieros, ¡de todo! El segundo, un poco menos. Del tercero saldrá un pequeño artículo y después no será noticia... Mira, en la primera semana que se aprobó la ley del matrimonio igualitario en Argentina, supongo que en España pasó algo parecido, hubo montones de artículos en los diarios, montones de reportajes que eran: «La primera pareja que se casa en la provincia de Córdoba, la primera pareja de dos policías, la primera de ancianos. Yo qué sé... Después de que pasaron varias semanas, el tema se agota, ya no es novedad.

-¿Por qué es importante el «coming out» de famosos y anónimos?

-Los primeros casos son los más difíciles y los importantes. Imagínate que mañana saliera la noticia de que un jugador del Barça o del Real Madrid sale del armario: saldría en todas partes, y estarán 15 días hablando de eso. Pero eso va a producir un efecto superimportante, porque si otros jugadores tienen miedo de salir pueden perder el miedo. Y sobre todo porque muchos chicos jóvenes que están empezando, en un equipo chiquito, van a perder el miedo también. Mira el caso de Pablo Alborán este verano. Fue una conmoción. Me encantaría que leyera este libro Pablo Alborán, porque debe de estar pasando en este momento por cosas de las que hablo en el libro. Es muy importante lo que él hizo, es superfamoso, querido, admirado. Les gusta a muchos adolescentes, pero también a sus mamás o a sus abuelas. Cuando sale del armario una persona a la que tanta gente quiere, que vende miles de discos y tiene millones de seguidores... genera un consenso. ¿Cómo hablar mal de un tipo como él? ¿Sabes cuánto puede ayudar eso a muchos adolescentes?

-De Pablo Alborán se decía que era algo muy sabido.

-Pues entonces más importante todavía, porque el mensaje que le queda con esto a la gente es: «Aunque sea sabido, no lo puede decir». Me parece reimportante, como antes lo de Ricky Martin.

-¿Aún está perseguida y castigada la homosexualidad?

-En muchos países está criminalizada. En más de la mitad de los países africanos la homosexualidad lo está, en algunos incluso con la pena de muerte. Y en aquellos en que no lo está existen criminalizaciones de hecho. En este último medio siglo, por resumir, comenzó el fin del armario pero en muchas partes del mundo sigue en pañales.

-En «El fin del armario» comparas la república de Gilead, de «El cuento de la criada», con el auge de la nueva ultraderecha. ¿Es tan grande la amenaza, crees que volvemos atrás?

-Bolsonaro fue visto durante muchos años como un payaso que decía estupideces. Pero fue construyendo una legión de seguidores que acompañaban declaraciones tan absurdas como que «era preferible tener un hijo muerto a un hijo homosexual». La mayoría de los Gobiernos del mundo, de derecha y de izquierda, tomaron medidas contra el covid parecidas en la gestión sanitaria, salvo Bolsonaro, Donald Trump, el dictador de Bielorrusia, el de Nicaragua y el de Turkmenistán. En España veo señales que me preocupan, porque uno de los problemas es que la ultraderecha suele subestimarse. Los discursos de Vox contra la población LGTB, los discursos de Orban contra los judíos, los de Marine Le Pen contra los musulmanes... todos tienen elementos de la misma deshumanización que produjo el nazismo.

-¿Cómo marcan todavía los modelos y las expectativas sociales?

-Hay una imposición social que pasa por la cultura, desde los cuentos infantiles a los colores rosa y azul según el sexo del niño. La mayoría, como es heterosexual, no siente que esto es una imposición, pero otra parte sí siente que sus deseos no se corresponden a las expectativas de sus familiares, amigos, de su entorno. La primera vez que te dicen «marica de mierda» no sabes qué significa, pero entiendes que es algo malo. A todos los homosexuales nos robaron en cierto sentido la adolescencia, porque nos robaron la posibilidad de vivir cosas que la mayoría vive naturalmente en su momento, como el primer beso. Y acabamos viviendo eso mucho más tarde.

-Hace días se hizo popular el testimonio de un anciano, Kenneth Felts, que sale del armario a los 90 años, tras renunciar al amor de su vida a los 20 por sentir que no tenía opción.

-Hay miles de historias así, y cuanto más al pasado te vayas vas a llegar a un punto en el que la vida de todas las personas homosexuales es como la de este hombre, esconderse la vida entera.

-¿Perviven en el día a día muchos falsos mitos y clichés?

-Sí. Trato de agarrar cada uno de esos prejuicios que están tan arraigados que uno ni se da cuenta de que son prejuicios. Trato de analizarlos de manera amena. Hay muchos, como el hecho de preguntar a una pareja de gais quién hace de hombre y quién de mujer. No hay ninguna mujer, ¿no? Y si dos mujeres son lesbianas lo son porque no hay un hombre. Otra tontería es decir que «todos somos bisexuales». O preguntar aún cuál es la causa de la homosexualidad.