«Soy la cuarta generación de meigas»

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MARCOS MÍGUEZ

Una sensibilidad especial. Eso es lo que hace que Montse desde pequeña tenga cierta facilidad para presagiar el futuro de la gente

28 sep 2020 . Actualizado a las 16:20 h.

Haberlas hailas, de hecho yo he estado hablando con una de ellas para hacer este reportaje. Ella considera que todos tenemos un don, y que en su caso es ayudar a la gente. «Siempre lo he tenido, siempre estoy ayudando a la gente, si no es de una manera, es de otra», precisa. En su familia hay videntes, naturistas, compoñedores... así que normal que ella sienta la magia como parte de su respiración. Cuando tenía 15 años su madre le regaló unas cartas del tarot, empezó a leer libros, a aprender, a practicar con los de casa, con vecinos, con amigos y lo que era un hobby poco a poco se convirtió en un oficio «que me da muchas satisfacciones». Asegura que se trata de un tema cada vez más abierto, aunque una parte de misterio siempre debe tener, y hasta su propia visión del tema ha ido evolucionando. «Yo de pequeña decía que era medio meiga, ahora ya digo que soy meiga entera. Siempre he sido la rarita o la especial. Primero decía: ‘Ay, qué bien, luego no quiero ser así, luego a este gente no la entiendo porque es de otra mentalidad', y cuando eres mayor dices: ‘Qué orgullosa estoy de ser así'», dice Montse riendo.

Practica magia blanca, (de la buena), aunque rehúye de las etiquetas. «Si eres buena gente y tienes buen corazón nunca vas a querer perjudicar a nadie, nunca. Primero porque yo creo en el karma, pero sobre todo porque no sale de mí. Ahora bien, sí creo que hay magia negra, igual que hay gente buena y mala. Mala es cuando se hace con mala intención para que a alguien le vaya mal. Lo que entendemos por magia blanca es justo todo lo contrario, es hacer todo lo posible por proteger de malas influencias y de mala magia, de malas ondas», explica.

La mayoría de la gente que acude a Montse lo hace buscando respuestas sobre salud, dinero, trabajo y amor, «preguntas muy humanas». Pero de un tiempo a esta parte se está encontrando con gente interesada en saber «cuál es su propósito de vida, cuál es el fin al que vienen... preguntas que antes no me hacían, por ejemplo, me dicen: ‘¿En qué crees que puedo ser útil a los demás? Creo que estamos tomando conciencia de sociedad'».

No hace consultas de menos de una hora, las prisas no van con ella. «Yo soy de calma, les leo las cartas, hablo con ellos, les miro las uñas, las manos...». Lo de las manos lo sabía, lo de las uñas no, le digo. «Mi madre era la única persona que yo conozco que te podía decir por las uñas los gustos que podías tener. Yo no llego a ese nivel, pero percibo muchas cosas. Ella era vidente y yo no lo soy, soy sensitiva, yo veo cosas a veces, pero no veo lo que quiero, veo lo que me viene, y de vez en cuando, tengo una sensibilidad». ¿Solo te pasa con los demás o también contigo misma? «Conmigo alguna vez, pero sobre todo con los demás, enfoco hacia los demás. De hecho, prefiero que alguien me eche las cartas a echármelas yo, porque me miento, no me gusta. Y si me las echan prefiero cerrar los ojos, no quiero ver, porque si lo veo, lo voy a interpretar, y no quiero», explica.

UNIÓN DE ALMAS GEMELAS

Escucho con gran atención cuando me explica cómo se gestiona la información que se recibe. ¿Cómo es esa sensación de vivir sabiendo por dónde van los tiros? «Te voy a decir lo mismo que me digo a mí misma y a las personas que vienen a echarse las cartas. Esto es una curiosidad, pero nunca debe sustituirse por decisiones que tú quieras tomar. ¿Que esto se cumple? La mayoría de las veces sí, al cien por cien no. Hay que cogerlo a modo de curiosidad, guardarlo en un paquetito en tu corazón y dejar que la vida se desarrolle, luego puedes ir comprobando: esto se cumple, esto no... pero no decidas por esto. A veces es muy comprometido».

«Imagínate, alguien me dice: ‘¿Dejo a mi novio?'. A ver, yo te puedo decir si te conviene o no, pero en última instancia la que tiene que decidir eres tú, yo no puedo tomar la decisión por ti. Dale un margen, mira a ver, comprueba, y si después de ver todo eso, ves que lo que yo te dije es cierto, actúa. Ni fe ciega ni a la ligera. Yo puedo decir que esta persona no te conviene, y aunque no lo dejes ahora, lo vas a acabar dejando, pero si necesitas andar cuatro kilómetros más con ella, pues necesitarás cuatro kilómetros más para cerciorarte de que no te conviene».

«Me gusta echar las cartas y ayudar a la gente, pero no me gusta manipular ni dirigir la vida de nadie. Yo trato de evitar que la gente tome decisiones por lo que sale. Es como un oráculo, tienes que ir en plan a ver qué pasa. Tú tienes que vivir tu vida, dejar que los hechos lleguen y luego dices: ‘Esto me salió y esto no'». A pesar de que Montse muestra una cierta sensibilidad especial para dar pinceladas sobre acontecimientos futuros, no cree que el destino esté escrito, sino que considera que se puede ir modificando. «A medida que vamos tomando decisiones, vamos cogiendo ramificaciones de ese camino, no hay nada imposible».

A lo que ya hacía, desde hace un tiempo abrió una nueva ventana. Una pareja de amigos le comentó que querían casarse y ella les ofreció, como regalo, oficiar una ceremonia especial, una ceremonia mágica: una boda meiga. «Hay bodas celtas, temáticas de toda clase, que son actores y actrices, pero no hay bodas meigas hechas por una meiga real», comenta. El ritual consiste en la unión de una pareja, dos almas, sin importar su condición sexual. «A mí los sexos me dan igual, yo uno a dos personas que se quieren, a dos almas que quieren continuar juntas el camino, hacemos rituales de limpieza, para la suerte, llamo a los ancestros...», detalla Montse. En estas celebraciones participa todo el mundo, «hasta la hierba». «En caso de que hubiera niños y mascotas también tienen su papel. Y todos los invitados, cada uno con un papel muy concreto, pero todos encaminados a aportar energía positiva a esa pareja», explica. Se realizan en un entorno natural, en plena naturaleza y hacia el atardecer y de riguroso negro. No es apta para parejas que deseen tener un control total y absoluto. Que quieran saber todo lo que va a ocurrir... hay que dejarse llevar.

UNA MAGIA ESPECIAL

«Esto es como un arte, como el que se pone a pintar. No se pone a pintar todos los días a la misma hora, se pone cuando le sale. Si yo justo cuando tengo a alguien delante tengo inspiración, perfecto, pero si no la tengo, no la tengo. En mi oficio hay personas que dicen más de lo que deben, y no puedes, yo no me voy a comprometer a decir cosas que no veo. Todo el mundo tiene unos límites, a veces son los tuyos y otras porque crees que no es conveniente decir algo. Mi límite es no hacer daño. Yo si veo que puedo hacer un daño menor a la corta y que si no lo digo a la larga el daño sería mayor, lo digo», explica Montse. Y añade: «Que yo sea sensitiva no quiere decir que tenga una capacidad absoluta para decir la palabra divina. Por eso huyo de que la gente se tome al pie de la letra lo que les digo». Casi todas las sensaciones han sido satisfactorias, excepto tres. «En menos de tres meses he tenido tres visitas que no me gustaron nada, no fueron nada gratas, pero el resto siempre son cosas bonitas y buenas», explica Montse, que asegura que a través del duermevela (un estado en el que no estás ni despierto ni dormido) ha tenido sus visiones más interesantes. «Nada para mí, -asegura-. Cosas importantes para crecer como persona, que te llegan para darte una lección, pero nada personal».

La gran mayoría de las personas que requieren de sus servicios una vez, regresan, y a veces, solo a veces, ella tiene que frenar ese deseo o ese impulso. «A una chica que quería que le leyera otra vez las cartas, le dije: ‘A ver, deja un margen para que se cumplan las cosas, y cuando se empiecen a cumplir vuelves, pero esto es un gasto innecesario de dinero, no va a cambiar nada en tan poco tiempo. Puede que se te cumpla algo o igual no, hay que darle un margen'. Hay quien tiene vicio de comprar zapatos, otro de apostar y otro de leer las cartas, pero una cosa es querer saber y otra obsesionarse», dice Montse.

Para Montse, que ha convivido con ella desde que nació, la magia es la vida. «Que yo sepa mi bisabuela, la familia de mi madre, mi madre... que sepa soy la cuarta generación de meigas. Cada una con su estilo diferente. A lo mejor yo percibo unas cosas que mi madre no percibía, y ella percibía unas cosas que mi abuela o bisabuela no sentían tampoco. Va en consonancia con el carácter, como tú veas las cosas, así las percibes, y como no hay dos personas iguales... pueden ser parecidos, pero la sensación que tienes cuando te pasa algo es tuya», explica.

Dice que en Galicia hay una energía especial, más allá de la cultura y la tradición, que hace que sea una tierra mágica. «Es muy distinta a Asturias o León y están al lado. Es muy diferente. En Galicia hay algo que te atrapa en el buen sentido. Morriña, ¿quién no echa de menos su casa cuando se va?, pero además hay algo especial, aunque no podría definírtelo». En Galicia, dicen, quedan muchas meigas, «muy válidas y muy escondidas». Y es que habelashailas, ya lo dice clarito su web.