Iker Sertucha: «Las personas sordas procuramos enfermar de lunes a viernes»

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MARCOS MÍGUEZ

Este colectivo se ha visto especialmente afectado por las restricciones de los últimos meses. Un ejemplo que les ha cambiado la vida: que la atención sanitaria sea principalmente telefónica. Por ello, en el Día Internacional de las Personas Sordas, que se celebra el próximo sábado, exigen intérpretes en los lugares públicos

24 sep 2020 . Actualizado a las 11:35 h.

Las barreras son las mismas de siempre, pero con dos mascarillas entre medias, las cosas solo han ido a peor. «Es como estar en una cárcel», señala Iker Sertucha, presidente de la Federación de Asociaciones de Personas Sordas de Galicia, que reconoce que el colectivo no solo ha sufrido un encierro físico, sino que continúa sufriendo también un aislamiento comunicativo. «Las personas sordas han dejado de salir a la calle, hay muchos obstáculos», confiesa.

-¿Cómo ha cambiado tu vida en los últimos meses?

-La vida nos ha cambiado a todos, con o sin discapacidad, pero es cierto que nuestra vida ha cambiado muy para peor por dos cuestiones. Por un lado, hemos vivido un confinamiento que nos ha impedido establecer comunicación con nadie, todo se realizaba online o a través del teléfono, no existían recursos adaptados a la lengua de signos. Y en segundo lugar, la mascarilla, cuando ya fue obligatoria, se convirtió en la segunda barrera significativa, ya que ha supuesto un cambio a la hora de ir a una farmacia, a un supermercado... Cuando no era obligatorio, mal que bien, te ibas entendiendo, pero ahora la máscara opaca es una auténtica barrera para las personas sordas, que están saliendo menos a la calle, porque produce frustración no poder comunicarse, y en caso de querer salir, te bajas un segundo la mascarilla para hacerte entender y le pides a la otra persona que haga lo mismo, y te dice que no. Entonces esto produce angustia.

-Ponme un ejemplo de estos meses.

-Lo peor es la atención sanitaria, el acceso al ámbito sanitario. No tenemos intérpretes las 24 horas, ni los fines de semana, solo un horario restringido de lunes a viernes. A raíz de la pandemia, además, solamente había atención telefónica del Sergas y esto es una barrera infranqueable para nosotros. Para el resto, aunque con limitaciones, vas describiendo lo que te pasa, pero nosotros no podíamos. Y además, imagínate que consigues una cita, pero cuando llegas al médico de cabecera tiene una mascarilla puesta. Para nosotros es fundamental que desaparezca esta barrera, nos están creando un riesgo de salud donde no lo había.

-¿A ti te ha pasado?

-A mí concretamente no, pero como presidente de la federación me llegan casos donde me cuentan que los médicos rechazan al paciente porque no tiene mascarilla, o vetan la figura del intérprete porque solo puede pasar una persona a la consulta. Esto es un ejemplo de lo que ha pasado. Ahora, gracias a lo que hemos luchado, sí que se permite la entrada de un intérprete. A mí por ejemplo, me ha pasado en la farmacia de ir a recoger un medicamento de madrugada, que está cerrada y el farmacéutico está detrás del cristal. Le dije que era sordo, le hice señas, le pedí que se bajara la mascarilla, y la chica decía que no. Dentro de la farmacia, protegida por un cristal con mascarilla y pantalla, y me decía que no se bajaba la mascarilla. Entonces, escribí en el móvil el producto, lo giré, asintió y fue a por él. Tanto cuesta habiendo un cristal de por medio, bajarse un poco la mascarilla y decir: «¿Algo más?».

-Siguiendo en el día a día, en el súper, a comprar el pan... ¿Cómo sabes lo que tienes que pagar sin leer los labios?

-Visualmente, porque ahora en los supermercados grandes te provees tú y eres casi independiente, incluso hay cajeros automáticos, no necesitas ir junto a nadie, aunque depende del grado de gestión que tenga cada persona sorda. Yo quizás donde le veo más problema es a la hora de hacer una pregunta, sobre una talla o sobre un seguro del hogar, del coche... En un supermercado, quizás, hay barreras pero no son tan significativas: te asistes a ti mismo, muestras la tarjeta y ya ves lo que tienes que pagar en el display, pero a la hora de tener que recabar más información o si quieres reunirte con el profe de tu hijo... La cosa se complica.

-¿Cuál sería la mejor solución? ¿Mascarillas transparentes?

-Para nosotros es como un recurso complementario. Muchas personas dicen: «Esto es la panacea, con esto se eliminan todos los problemas de comunicación», y esto no es cierto. Para nosotros lo fundamental sería que las personas supieran lengua de signos o que hubiera intérpretes en todos los lugares públicos. La mascarilla es un recurso adicional, como el implante o el audífono, nosotros defendemos que todos son válidos y necesarios, no nos decantamos por uno o por otro, depende de las características de las personas. Pero la Administración tiene que formar en lengua de signos al personal sanitario. Las mascarillas se están poniendo de moda, porque nos obliga la situación, pero han estado ahí toda la vida con coronavirus y sin él, aunque es verdad que ahora al ser una obligación se plantea cómo salvar este obstáculo y se abre este debate. ¿Que son mejores las transparentes? Pero es que no todas las personas sordas entienden la lectura labial al cien por cien. Aunque lleves una mascarilla transparente, pueden entender o no. Tú imagínate que solo vieras unos labios y a una persona hablando todo el tiempo, ¿le entenderías todo sin verle el rostro? Es imposible. No queremos que se venda el mensaje de que es la panacea, es un recurso necesario, válido, pero complementario.

-¿Has dejado de hacer algo?

-Es verdad que hay unas restricciones comunes, pero tú durante el confinamiento has podido hacer un curso online o deporte, y yo no. Eso es lo que abandonamos en el confinamiento. A título personal tengo suerte porque yo tengo un perro, y esos 10-15 minutos de paseo me han dado la vida, pero si no, no sales de tu casa y estás completamente encerrado en todos los aspectos. La tecnología da muchas oportunidades, pero no está adaptada para que preste servicio a las personas sordas.

-El próximo sábado se celebra el Día Internacional de las Personas Sordas, ¿cuál sería la principal reivindicación?

-El acceso en el ámbito sanitario. En este momento con la crisis sanitaria, imagínate que llaman a una persona sorda para hacerle una PCR de manera aleatoria. El teléfono suena, pero de ahí no pasa. Necesitamos recibir un SMS, se lo decimos, lo saben, y siguen llamando... Para nosotros la prioridad máxima es que haya intérpretes en el ámbito sanitario de lunes a domingo. Por ejemplo, si tengo un accidente el fin de semana, acudo al hospital y no hay intérprete, ¿cómo le explico al médico qué me pasa? Necesitamos esa tranquilidad al igual que el resto, quiero sentirme seguro, igual que tú si te pasa algo, sabes que va a haber un doctor si vas al hospital. Pero, ¿y si te dicen: «No, no hay doctor»?

-¿Se vive intranquilo, no?

-Claro, nosotros lo que intentamos es que si nos ponemos enfermos sea de lunes a viernes. Puede parecer una broma, pero no lo es.

-¿A diario es diferente?

-Pueden pasar dos cosas, que inicies tú la llamada o que ellos te llamen. Si soy yo el que llamo, tenemos una herramienta en la federación que es un servicio de videointerpretación que recoge una serie de números de emergencias (112, 061...), elijo donde quiero llamar, le explico lo que me pasa, toman nota y se ponen en contacto con el servicio que sea. En cualquier caso urgencias, no para el médico de cabecera, y siempre a diario de 8 a 20 horas. Pero si te llama el doctor, porque programas una cita a través de la app del Sergas, el médico te devuelve la llamada, a pesar de que en su monitor le aparece que eres una persona sorda, pero te llaman igual. Ellos creen que estás acompañado 24 horas, «al que tengas al lado, pásale el teléfono», pero queremos tener nuestra independencia. A ti cuando te llaman a tu casa, ¿quieres que se entere tu hermano de lo que te pasa?

-¿Os consideráis un colectivo invisible?

-Sí, completamente. Sobre todo, porque si nos cruzamos tú y yo por la calle no pensarías que soy una persona sorda o que tengo algún tipo de discapacidad. A un ciego le ves el bastón, a una persona de movilidad reducida la ves en silla de ruedas... A mí me ha pasado de esperar en la cola del supermercado, que me hablen por detrás, piensan que soy un maleducado porque no respondo, claro, yo cuando me doy cuenta, hago el gesto de que no oigo, pero ¿y si no me entero? O incluso en un bar, cuando te piden la prensa... Visibilizar nuestra discapacidad es muy difícil, pero nos ayudaría universalizar la lengua de signos en los medios de comunicación.

-¿Es necesario que se enseñe en el cole desde niños?

-Debería ser así, una obligación, igual que imponen llevar una mascarilla yo creo que la lengua de signos debería ser una asignatura obligatoria para crecer con normalidad. Además, los niños de ahora que son esponjas, desde pequeños les enseñan francés, inglés, tecnología... Esos niños se desarrollan y después su carrera profesional les permite irse a otros países. Lo curioso es que igual tienen de vecino durante toda su vida a una persona sorda, y si le pasara algo, ni siquiera tienen nociones básicas para comunicarse. O incluso que a una persona oyente le pasara algo y una persona sorda le pudiera socorrer.

-Hay muchas personas sordas que, a pesar de tener voz, prefieren usar lengua de signos.

-Tenemos voz, unos mejor, otros peor, depende del trabajo logopédico que haya detrás, pero la tenemos, no la tenemos estropeada. El hecho de no escuchar hace que nos sintamos más cómodos con la lengua de signos tanto para expresarnos como para recibir el mensaje. Es nuestra lengua natural, puedes tener voz, pero es un recurso complementario, como el audífono o el implante, si la situación me fuerza igual puedo hablar, pero el esfuerzo nace de uno, el resto no hace nada. La sociedad debería hacer su esfuerzo. Si me quitan la lengua de signos, me sentiría como en una cárcel.