La industria de la moda empieza a incluir diversos tipos de cuerpos en sus campañas y webs. Las redes sociales también aúpan el «body positive» pero, para los expertos, el ideal que impera aún es el de extrema delgadez
08 jun 2022 . Actualizado a las 14:04 h.A veces parece que todos los cerebritos hallan la receta de su particular Coca-cola en un garaje estadounidense. Y en los noventa daba la impresión de que cada una de las top models que encumbraba la todopoderosa agencia Elite se las había encontrado un cazatalentos al salir de clase en Sebastopol, Belgrado o San Petersburgo. Las que luego serían las maniquíes mejor pagadas del mundo podían abandonar sus modestos hogares gracias a esas medidas de infarto que les garantizaban la llave del éxito. Porque ni actrices ni cantantes escribían como las modelos un relato que las niñas leían con atención. Y traducían a su lenguaje: «Si soy guapa, voy a triunfar», «si estoy delgada, me irá bien en la vida». La industria de la moda no hacía por cambiar estos axiomas, ni se esperaba. Tampoco las grandes casas de cosmética, que pagaban millonadas a perfiles caucásicos preferentemente de rostro angelical para que fueran el espejo en el que, después, se mirarían sus consumidoras.
A lo largo de los últimos años, pequeñas revoluciones han dado la vuelta a unos cánones de belleza tan asentados en la sociedad occidental que hasta hace no demasiado daba igual que una chica con talla 44 estuviese en Monforte de Lemos que en Manhattan: en ambos sitios con toda probabilidad habría sufrido, al menos, condescendencia. Ahora son muchas las compañías que con sanísimas intenciones, o como estrategia de márketing, se cuelgan la medalla del body positive y apuestan por distintos tipos de cuerpos y caras para lucir sus productos. Las redes sociales, altavoces oficiales de las nuevas generaciones, también se llenan de mensajes e imágenes que ensalzan la diversidad. Las mismas, eso sí, en las que hasta el más seguro de sí mismo tira de filtro para lucir palmito. Abundan las contradicciones y, afirman los expertos, también la hipocresía. ¿Cuánto hay de verdad en que ha llegado el fin de la tan mal llamada (y en el fondo eterna) «operación bikini»?
Explica Fátima Pérez, directora de la Asociación de Bulimia y Anorexia de A Coruña (ABAC), que queda demasiado camino por recorrer para que, de facto, la sociedad normalice y acepte todo tipo de cuerpos. «El ideal de belleza sigue siendo el mismo: el de extrema delgadez. A lo que ahora además se le une la fiebre por las operaciones estéticas», y añade: «Además, antes de contestarte he estado ojeando varias revistas dirigidas a mujeres que están ahora mismo en el quiosco y no han cambiado nada; seguimos con consejos para adelgazar y el mismo tipo de modelos en las portadas. El único avance que he visto es que en las webs de cadenas de ropa low cost meten de vez en cuando a una modelo con una talla más grande de lo habitual, y con esto entienden que normalizan la situación, cuando teniendo en cuenta el porcentaje de mujeres españolas que tienen una talla superior a una 36-38 yo diría que esto es normalizar lo justo».
Cambios sustanciales
En este caso, Mar Gago, estilista y profesora de la escuela de moda Goymar, barre para casa y defiende su sector. «Es cierto que para que una prenda tenga movimiento y se aprecie bien, lo ideal es que la porte una persona delgada y alta, por eso en parte siguen imperando este tipo de modelos». Otra cosa, mantiene esta personal shopper, es que deben fabricarse prendas en tendencia que puedan usar todo tipo de personas. Y es aquí donde Gago pone el acento. Es cierto que en los últimos años los referentes y prescriptores de estilo han cambiado, e incluso el concepto de femenino y masculino lo han ido desdibujando, hasta casi hacerlo desaparecer, innumerables celebridades. Que Harry Styles se pasee con un bolso puede parecer insignificante, o que en el 2014 Chanel bajase de los tacones a sus modelos en el que fue uno de los desfiles más importantes del año. Pero «estos gestos a largo plazo marcan la diferencia porque los medios de comunicación, la industria textil, las redes... se hacen eco y esto llega a prácticamente todo el mundo». Otro ejemplo que menciona esta estilista como punto y seguido de un avance sin precedentes fue la cancelación del mítico desfile de Victoria’s Secret, que empezaba a olerle a chamusquina por misógino y anticuado a cada vez más gente, una vez que el Me Too se había abierto camino.
Aun con todo, Gago confiesa que sigue percibiendo un culto a la delgadez «porque la asociamos a la perfección. ¿Cuántas veces hemos escuchado eso de ‘estás delgada, aprovecha y come lo que quieras, tú que puedes’? Al final es como si la delgadez nos diera libertad».
María Pérez, acostumbrada como nutricionista a ejercer las veces de psicóloga de sus pacientes, explica que «las mujeres seguimos siendo esclavas de nuestros cuerpos. Por eso, aunque sí es más frecuente encontrar en consulta gente cuyo objetivo es comer sano, y no tanto adelgazar, todavía hay que romper con ideas como la de que cuando llega el verano tenemos que empezar la ‘operación bikini’».
Esta especialista habla de esa dualidad que uno puede encontrarse en las redes sociales más candentes: Instagram y Tik Tok, que ofrecen herramientas tan beneficiosas como despiadadas. «Tienen un papel importante en la visibilización de cuerpos que durante mucho tiempo a nivel público han estado ocultos, y eso es maravilloso. Pero también esas mismas redes pueden mostrar una realidad irreal y debemos ser conscientes de ello. Tanto a nivel estético, con filtros o poses estudiadas, como a nivel de hábitos alimentarios. Al final cada uno muestra lo que quiere, y si caemos en el error de pensar que eso es todo lo que hay, nos puede hacer mucho daño».
Apunta Pérez, y es importante, que «nuestros hábitos son los que tienen una influencia directa sobre la salud, y no el peso. Una persona delgada, fumadora, que beba alcohol con regularidad, sedentaria y que tenga unos malos hábitos alimentarios, tendrá seguro una salud peor que una persona gorda que haga ejercicio de forma regular, que no fume, que no beba apenas alcohol y que coma bien».
GARANTÍA DE ÉXITO
En esta misma línea se manifiesta María González, nutricionista y miembro del Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de Galicia. «A pesar de intentar dar más visibilidad y aceptación a cuerpos más reales, por decirlo de alguna manera, la delgadez sigue siendo sinónimo de éxito, felicidad, alta autoestima y buena salud, y para nada esto tiene que ser así necesariamente, pero es lo que se nos ha impuesto a través de medios de comunicación, desfiles, películas y últimamente en las redes sociales, que son precisamente las que generan un mayor impacto en los más jóvenes».
El punto positivo de su análisis está en el desinterés generalizado de la población en los regímenes milagro. Parece que ha ido calando la idea de que planes como la dieta de la piña o de la alcachofa son del todo menos efectivos a largo plazo o saludables. Esto no quiere decir que no sigan existiendo modas y que cada cierto tiempo aparezca como si de Lourdes se tratase un nuevo método con el que adelgazar sin apenas esfuerzo. «Actualmente la dieta cetogénica y el ayuno intermitente son las que más curiosidad despiertan. Pero no hay que olvidar que estas estrategias dietéticas pueden resultar beneficiosas solo en determinados pacientes y siempre que estén pautadas».