Ellos son «sisís», jóvenes que estudian y trabajan: «Estudo no autobús e quedo noites sen durmir»

J. VILLAVERDE / CARME D. PROL / LILIANA G. ABAD / S.F

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MARCOS MÍGUEZ

Con menos de 25 años, han sacrificado su ocio para conseguir independencia económica. A estos estudiantes las horas se les quedan cortas, pero hacen lo que sea para alcanzar sus objetivos

19 sep 2021 . Actualizado a las 16:03 h.

Estos jóvenes pueden con todo. Muchos estudiantes deciden tomar las riendas de su economía en cuanto terminan la educación obligatoria. Algunos lo hacen por ayudar en su casa, otros buscando una cierta independencia económica, pero todos han tenido que hacer malabares para poder afrontar esta situación. Una elección valiente y que requiere mucho esfuerzo, tanto a nivel físico como mental. Han tenido que renunciar a muchos planes e incluso sacrificar horas de descanso por mantener sus estudios al día. Lo que está claro es que toda esta exigencia les ha dejado un gran aprendizaje: saber organizarse y priorizar los planes.

Esta lección es la que ha asumido Alba Casais. Su vida dio un giro cuando empezó su carrera universitaria. Desde que consiguió acceder al grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos en A Coruña, esta joven de 21 años decidió comenzar a trabajar como niñera y profesora de clases particulares. La decisión fue, en parte, condicionada porque su carrera no es pública, y esta le pareció la forma idónea de ganar una cantidad de dinero suficiente para cubrir sus gastos personales, ya que su madre le ayuda a pagarse los estudios. «É unha axuda para a miña familia, que é monoparental porque, aínda que isto non é un salario, son cartos que non lle teño que pedir a ela», comenta.

Uno de los aspectos más complicados para Alba fue cuadrar los horarios para poder compaginar los estudios con este trabajo. Tiene clases por la tarde, justo cuando los niños están libres, por lo que muchas veces sus jornadas se quedan sin horas. Pero esto no es lo único, sino que ha habido épocas en las que Casais ha tenido que complementar esta rutina con las prácticas universitarias: «Nas prácticas estaba de 9 a 14, para comer tiña de 14 a 15, e ás veces, ás 15.30 xa collía ao primeiro neno para levalo a algunha actividade ou coidalo». Su tiempo es tan limitado que, en ocasiones, ha llegado a ir a la universidad en taxi.

Otro problema de trabajar con niños, son los exámenes que, como pueden ser cualquier día de la semana, obligan a Alba a tener que sacrificar sus fines de semana por ayudar a los pequeños, porque ella nunca dice que no. Esto ha convertido la vida de la joven en todo un huracán: «Hai que sacar tempo de onde non o hai. O que fago é estudar no bus ou en horas mortas na facultade e o sábado e o domingo todo o día», afirma. Porque Alba es una persona a la que le gusta llevar todo al día y necesita revisar contenidos cada semana, además de adelantar proyectos académicos. De hecho, comenta que muchas noches ha tenido que sacrificar horas de descanso por algún parcial.

Aprender a priorizar

Todo esto se gestiona con una buena dosis de paciencia y mucho esfuerzo. En una situación con tan poco margen de error, cualquiera perdería los nervios en algún momento. Pero es algo impensable para Alba, que explica que, al trabajar con niños, tiene que dejar atrás todos sus problemas personales y el estrés académico. Los pequeños requieren un trato especial, con mucha más atención y una personalidad cercana y sosegada a la hora de atenderlos o darles clase. «Se tes un mal día, antes de entrar aí ténseche que acabar. Con un neno dá igual que teñas tres exames na semana, nesa hora teste que esquecer de todo», sentencia Casais.

Además, aunque no se considere una persona especialmente amante de los niños, su experiencia previa cuidando de su hermano y de sus primas le han hecho ganar destreza con un público nada fácil. Por otra parte, da refuerzo en materias que le apasionan, como las lenguas, y siempre le ha gustado ayudar a los más pequeños, lo que le ha facilitado la tarea.

Tanta exigencia pasa factura y obliga a priorizar. Mientras el resto de universitarios disfrutan de vidas idílicas, a esta joven el día se le hace corto y muchos planes se caen por la incompatibilidad de sus obligaciones con el tiempo de ocio. Para Alba, ha llegado a ser un poco frustrante: «Tes que ver como outras persoas poden facer moitas cousas e ti non porque estás traballando ou estudando, xa que antes non tiveches tempo».

Con todo, la estudiante saca el lado positivo de su experiencia y se lleva una lección. «Valeume moito para xestionar o meu tempo e saber aproveitalo mellor», cuenta. Aclara que, aunque hay días de mucho agobio, en los que no le queda tiempo para ella misma, la mayor parte de las veces consigue organizarse lo suficiente como para poder ir a tomar algo al terminar, o disfrutar de un paseo para desconectar de una rutina tan exigente.

Carlo Zara: «Mi horario de pizzero se adapta al de mis estudios

ANGEL MANSO

Está estudiando para conseguir el trabajo de sus sueños como ilustrador o autor de cómics, y para ello pasa algunas horas a la semana como encargado de un restaurante de pizzas en A Coruña. Carlo Zara (Buenos Aires, 2000) comenzó a trabajar como pizzero en el año 2019 con la intención de ahorrar y mantenerse durante el curso, «si conseguía compaginar las dos cosas pues perfecto, si no, tendría que gestionarme con las becas u otras ayudas», explica Carlo. Paralelamente, estudia el grado en Diseño Gráfico en la Escuela de Arte Superior y Diseño Pablo Picasso en A Coruña: «Primero hice el curso superior en Ilustración por vocación, también en la Picasso, porque lo que siempre me gustó es dibujar. Son dos años, y cuando acabé, me vi un poco perdido, ya que es muy difícil encontrar trabajo en este ámbito. Quise complementarlo con diseño gráfico porque la formación que ofrece la escuela es muy buena, tanto en referencia al profesorado como a los materiales que nos ofrecen. Además, como es un grado relacionado con Ilustración, hay muchas asignaturas que se convalidan, por lo que puedo tenerlo terminado en menos de los cuatro años planteados. De hecho, ahora tengo asignaturas que están entre el primer y el segundo curso», cuenta.

También tenía experiencias previas de muchos de sus amigos, ya que esta situación no es una excepción: «En mi entorno es algo habitual, tengo amigos que trabajan durante el curso, en verano o el fin de semana», cuenta. Lo mismo ocurre en su entorno laboral, donde «tanto como repartidores, elaboradores o encargados, hay estudiantes o personas que se dedican también a otras cosas».

Él ya había trabajado con anterioridad en Ortigueira, el pueblo al que llegó desde Argentina con 2 años, pero eran trabajos puntuales o de prácticas: «Esta fue la primera vez que tenía un trabajo en serio, con un contrato y condiciones. Recuerdo el primer día como aterrador, porque pensaba que no iba a saber hacer nada». Lo cierto es que supo, e incluso hace poco lo ascendieron a encargado del restaurante, lo que le hizo «recordar los sentimientos de aquel primer día», apunta entre risas.

Desde esa jornada, en el 2019, Carlo ha pasado por momentos entre los que está la pandemia, que ha vivido como estudiante y trabajador. «Tuve suerte, porque fuimos de los pocos lugares que no tuvimos que cerrar, ya que al hacer entregas a domicilio todos los trabajadores estuvimos activos», recuerda el joven.

Sobre la compatibilidad entre estos dos mundos, Carlo destaca las facilidades que le ofrecen para que sea posible: «Yo tengo una jornada de 20 horas semanales y mi disponibilidad se adapta a mis estudios o, en el caso de algunos compañeros, a lo que tengan. Es bastante flexible, especialmente en semanas en las que hay entregas o exámenes, en esos casos hablo con la gerencia y no suelen tener problema. Ahora es más complicado, ya que estoy como encargado y es más responsabilidad, pero siendo auxiliar se facilita mucho que podamos estudiar, por eso también estoy muy cómodo», relata.

Esta situación, para Carlo y muchos otros jóvenes que la viven, es provisional, ya que su objetivo es poder trabajar en el área en la que se están formado. En su caso, lo que le gustaría es hacerlo como editor de alguna revista especializada en cómic, o estar como ilustrador de una editorial publicando sus obras. «Aunque es un sector difícil, por eso también me conformaría con estar en él de otras formas, por ejemplo, ayudando a gente que quiera aprender sobre ilustración o dibujo. O haciendo trabajos como diseñador gráfico», asegura.

 Laura: «Decidí empezar a trabajar para ahorrar y costearme el máster»

Sandra Alonso

Laura (1997) es periodista y trabaja como cajera en un supermercado de Santiago. Le apasiona la divulgación científica, y así lo demuestra con sus píldoras de información menstrual en su cuenta de Instagram (@pingando.gal). Lidera además un club de lectura online, donde propone literatura de autoras gallegas, textos feministas y libros sobre autoconocimiento corporal. Desde hace más de un año empezó a trabajar «para ahorrar y poder pagar el máster de Comunicación Científica» que siempre anheló, y «ahora compagino ambas cosas», dice. Su contrato era a media jornada, «pero como estoy estudiando tuve que cambiarlo por uno de fin de semana», cuenta. «Y con esa posibilidad —dice— he tenido un poco de suerte, porque hay otros que tienen que trabajar a jornada completa o media a la vez que estudian, y es bastante exigente, pues es imposible que rindas al cien por cien en todo».

¿Entonces tus rutinas han cambiado?, le digo. «Mucho —contesta—. Ahora trabajo los viernes y sábados, y dependiendo de la semana, alterno las mañanas y las tardes. Pero normalmente entro a partir de las diez de la mañana y salgo alrededor de las once de la noche, aunque tengo mi hora para comer —se ríe—, pero prácticamente es todo el día». Las clases son de lunes a jueves, y luego el fin de semana «me voy al súper para entonces estudiar el domingo. No es tan diferente de la universidad, y al ser virtual, como tengo todo el material de estudio y las fechas de entregas de los seminarios y exámenes, me he ido organizando», relata. Además de atender a los clientes en la caja, «preparo junto a mis compañeras los pedidos online, y cuando hace falta reponer algo de los almacenes en los estantes, también lo hacemos», resume.

Laura tiene muy claro lo que quiere. Valora mucho la responsabilidad y hacer las cosas bien, sea cual sea el lugar donde se encuentre. ¿Te gusta lo que haces?, le pregunto. «Sí, pero para mí es un trabajo de paso —asegura—, no es a lo que me quiero dedicar, pero dentro de los trabajos que podía escoger este es uno que me gusta y hay muy buen ambiente laboral, que para mí es muy importante. Luego, tratar con la gente me agrada mucho y trabajando en la caja tengo ese contacto directo con las personas. Así he conocido a muchas que tal vez de otra forma no conocería».

Años de experiencia

El año que Laura estuvo sin estudiar, además de buscar empleo en supermercados, lo intentó en el sector periodístico, «y no encontré porque en todos te piden años de experiencia que es imposible que una persona recién graduada tenga. No hay suficientes ofertas para nosotros», confiesa preocupada. Aún así, asegura que seguirá especializándose en este ámbito porque aspira a hacer otro máster. «Intentaré buscar otra vez oportunidades dentro del periodismo —insiste—, y si no, tocaría seguir trabajando para ahorrar y costearme el otro máster». De momento, Laura espera vivir otras experiencias en el súper, como la que recuerda con cariño del inicio de la pandemia. «Cuando las mascarillas no eran obligatorias, un cliente pasó por mi caja y me preguntó por qué no llevaba una, y le expliqué que las de tela sintética me causaban mucha alergia. Él se marchó y regresó una hora después con una mascarilla de algodón, de las que hacía su mujer en casa, para que yo pudiese llevarla. Eso me pareció un detallazo, fue muy bonito», sonríe.