Luis Bello: «Perdí 49 kilos porque no podía tragar»

YES

ANGEL MANSO

El ictus que sufrió le dejó graves secuelas, entre ellas disfagia, un problema en la deglución. Estuvo meses alimentándose a base de purés y triturados, pero a día de hoy, gracias a la rehabilitación, puede comer de todo. Incluso cocido, que tanto echaba de menos

05 ene 2022 . Actualizado a las 16:03 h.

Hace cinco años durante una excursión Luis Bello sufrió un ictus. Quizás porque no se actuó todo lo rápido que se debiera, dice su hija, las consecuencias fueron notables. Pasó de ser una persona totalmente independiente, sociable, alegre, a la que le gustaba jugar a las cartas con sus amigos a diario... a estar en una silla de ruedas, tener dificultades para hablar, para tragar (lo que se conoce como disfagia) y problemas en la vista sumado a unas cataratas, que ya padecía. Aquel día de mayo del 2016 su vida dejó de ser la que era. «Estaba muy mal, tenía que tomar agua con un espesante para no atragantarme, y toda la comida tenía que ser triturada porque no conseguía tragarla», dice Luis que se apresura a señalar que el sabor nada tenía que ver con tomar los alimentos sólidos.

 La disfagia es una de las principales secuelas del ictus. En el 50 % de los casos se resuelve espontáneamente, pero en otros no, requiere de tratamiento, como en el caso de Luis. Los problemas a la hora de tragar hicieron mella en su físico. Pesaba 104 kilos y se quedó en 55, aunque ahora ha recuperado y la báscula marca 68. Sesión a sesión con las logopedas, a base de movilizar la musculatura, la lengua, los labios, de trabajar la respiración... ha conseguido volver a comer de todo. «Ahora como callos, cocidos, que los eché mucho de menos...», interrumpe Luis, que como a todo buen comedor, los alimentos triturados se le hacían bola.

Dice que se encuentra al 78 % de su yo de antes, pero confía en que todavía haya margen de mejora. La pandemia obligó a hacer una pausa en la recuperación, aunque las sesiones de logopedia las recibía igualmente por videollamada. Cuando todo se estabilizó, y pudo volver a sus citas presenciales de fisio y de terapia ocupacional, recientemente, una afectación, que nada tiene que ver con el ictus, lo tuvo ingresado durante seis meses, y a día de hoy todavía trabajan para recuperar los avances que habían logrado.

El infarto cerebral lo dejó sin habla. Los primeros días apenas podía comunicarse. Cierto que estaba ingresado, y lo que tenía que decir era muy limitado. Si quería agua, la señalaba, y con la ayuda de unas plantillas fueron salvando como pudieron la situación. Al mes comenzó a pronunciar las primeras palabras. Permaneció ingresado desde mayo hasta septiembre, y después estuvo otros cuatro meses acudiendo al hospital a rehabilitación. El 5 de enero del 2017 cuando le dieron el alta, «los médicos me dijeron que no se podía hacer nada más. Él todavía estaba en silla de ruedas, seguía comiendo todo triturado, y con el habla muy reducida», explica su hija Meli. Casualidades de la vida, ese mismo día al salir del centro médico se encontraron con un paciente que había estado ingresado con Luis al mismo tiempo, y se quedaron sorprendidos con su recuperación. «Estaba genial —comenta Meli—. Es verdad que no había estado tan malito como mi padre, pero no veía, tenía problemas de habla, de movilidad estaba mejor, pero era bastante reducida. Lo vi tan bien que le pregunté». Así fue cómo se pusieron en contacto con Adaceco, la asociación de daño cerebral adquirido de A Coruña, donde continúa yendo a terapia a día de hoy. Acude a sesiones de logopedia, fisioterapia y terapia ocupacional, gracias a las cuales, señala su hija, «el cambio ha sido brutal». «En todos los aspectos», apunta.

 BUENA ACTITUD

Consiguió dejar la silla de ruedas y aguantarse por sí mismo de pie, aunque todavía se vale de un andador para caminar, ya puede comer de todo, y aunque con alguna dificultad, se le entiende cuando habla. «El tema de la comida era bastante importante para no verse tan enfermo. Y poco a poco, María (su logopeda) le iba dando caprichos. En el magosto tomó castañas con ella delante... Siempre todo supervisado, y cualquier duda nos ayudan. Su labor es esencial», dice Meli. El trabajo que han hecho los profesionales del centro es innegable, pero ellos destacan la buena actitud del paciente. «Ten moi bo carácter, e iso axudoulle moito en todas as áreas, non só na de logopedia», señala María Penas, su logopeda. «Siempre se está riendo —dice Meli— incluso canta a su manera, tira para delante muy bien».

A veces, incluso le ponen ejercicios para hacer en casa. «Los hago cuando puedo, que tengo que ver la televisión», bromea Luis, que no se pierde Sálvame por las tardes ni Secret Story o La isla de las tentaciones por las noches, como buen seguidor de los realities que es. Vive con su mujer y su hija, que en los últimos años se dedica al cuidado de sus padres. Que sepan que en su casa se comió mucho turrón esta Navidad, sobre todo del duro.