Isabel Pose, diagnosticada de espondilitis anquilosante: «Díxenlle ao médico: 'Prefiro morrer que estar así con 50 anos'»

YES

Ana García

Esta peluquera de Vimianzo estuvo sufriendo fuertes dolores durante años, y cuando se quedó clavada en la cama decidió consultar. Tenía una enfermedad degenerativa, de la que a día de hoy, con el tratamiento biológico se ha olvidado

25 abr 2022 . Actualizado a las 09:10 h.

Lo mejor que le pudo pasar en la vida a Isabel, según dice ella, es acudir a la terapia de grupo a la que la derivaron tras diagnosticarle espondilitis anquilosante. «Cando a enfermeira empezou a falar, pensei que estaba a falar de min sen coñecerme, e non, non falaba de min, senón da enfermidade, porque resulta que había máis xente coma min. Empecei a chorar... Cambioume a vida nese momento. Todo o que estaba a dicir era tal cal, que non te podes levantar, nin estirar o brazo, nin atar os zapatos...», señala esta peluquera de Vimianzo de 50 años recién cumplidos. Unos cuantos años antes había comenzado a sufrir unos fuertes dolores en la espalda. Primero lo achacó a la menopausia, le llegó muy joven, con 40 años; luego al colchón, lo llegó a cambiar un par de veces; incluso llegó a pensar que tenía un cáncer. Hasta se vio obligada a cerrar el restaurante que regentaba. Como iba por días, y el dolor no era constante, sino que de día se marchaba esa rigidez, que regresaba por las noches, lo dejó pasar, aunque por momentos la cosa se ponía seria. «Había veces que saía a correr e viña chorando para casa, coxeando, ou tiña que pedir que me viñesen a buscar». 

Había veces que saía a correr e viña chorando para casa ou tiña que pedir que me viñesen a buscar

Fue aguantando como pudo, hasta que hace poco más de un año, un día se quiso levantar de la cama, y no fue capaz. Tuvo que llamar a su hija porque la espalda se le bloqueó por completo, desde el cuello hasta las piernas. La médica de cabecera le pidió un TAC y una resonancia, y con el resultado, inmediatamente la derivó al reumatólogo. Le dieron corticoides, metotrexato e antiinflamatorios, pero no lograba estar al cien por cien. Hasta que en noviembre le propusieron probar con un tratamiento biológico, en su caso Hyrimoz. «Cambioume a cara e todo, claro, porque volvo ser eu. Antes non era eu, era un robot que necesitaba axuda para todo, un robot avariado aínda por riba», cuenta Isa que insiste en que el cambio ha sido radical. «Agora fago todo eu soa, dúchome, vou correr, estou xenial, de feito, no salón de peiteado os clientes xa estaban cansados de min, porque era ter a unha persoa todo o día dicindo: ‘Como me doe', e ao final cánsanse de ti, pero agora é que nin falo da enfermidade, esquecinme por completo». «Vou como unha moto, teño algunha dor, pero que case non noto».