Lina Álvarez: «Tener a mi hija a los 62 años es lo mejor que me ha pasado en la vida»

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Óscar Cela

Tiene 68 años y su hija pequeña, Linita, aún no ha cumplido los 6. Antes, esta lucense tuvo a los 52 años a Samuel, y a su primer hijo, Exiquito, a los 34: «Me pincharon la bolsa y nació con parálisis cerebral, eso me truncó, marcó mi maternidad»

30 abr 2022 . Actualizado a las 19:01 h.

Lina Álvarez sí que rompe moldes. Esta gallega ha cumplido los 68 años y tiene una hija, Linita, de casi 6, que es el motor de su vida. «Es una niña dulce, cariñosa, que siempre está bailando y cantando, es la luz de mi familia, lo mejor que me ha podido pasar», me cuenta orgullosa después de haber enfrentado muchos años de lucha hasta conseguir su embarazo. Lina decidió tener a su hija a esa edad, los 62, después de que un revés la golpeara con dureza a los 34. «Estaba en la flor de la vida, me quedé embarazada de mi primer hijo; yo era médica, mi pareja era arquitecto, y todo nos sonreía, sin embargo, en la amniocentesis me pincharon la bolsa y mi hijo Exiquito nació con un 85% de parálisis cerebral». Este hecho trastocó todo el futuro de Lina, que ejercía como médica en distintas zonas de Lugo, y tuvo que ver cómo su mundo se derrumbaba. «Me quedé sin pareja, sola, y entré en una espiral de abogados, porque inicié una lucha —en la que todavía estoy— para hacer justicia y desenmascarar a la clase médica, a todos los que me ocultaron que habían hecho una mala praxis en la amniocentesis», relata con la angustia de quien no ha superado esa situación. «Esa maternidad me cambió de arriba abajo, modificó mi existencia, y a partir de ese momento me convertí en otra persona», dice Lina, que asegura que solo las madres con hijos paralíticos cerebrales pueden entender a lo que se refiere.

Lina se quedó sola, su pareja y padre de Exiquito no aguantó la situación —según sus palabras— y, durante 16 años, ella se dedicó a su cuidado sin ayuda. Puso distintas denuncias a los médicos, se endeudó, y esto la abocó a que le embargaran el sueldo. «Fue terrible, yo no tenía con quién dejar a mi hijo y me ponían guardias nocturnas en la montaña de Lugo, tenía que meter a mi hijo en el coche, a un niño con parálisis cerebral... —se emociona al recordarlo—. No tenía ayuda de nadie, sé que mucha gente no me va a entender, pero fue una maternidad muy traumática que, sin embargo, con el paso del tiempo me empoderó».

NUEVE AÑOS MENOPÁUSICA

Con 52 años, y después de llevar 9 menopáusica, Lina vio una posibilidad de embarazo a través de una fecundación. Se había quedado con la espinita de tener otro hijo y decidió que era el momento de intentarlo. «No tenía pareja y no me importaba en absoluto ser madre sola, pero me había quedado dentro esa cosa de tener otro hijo, así que me fui a una doctora a Santiago, inicié todo el proceso, y con 52 años me transfirieron un embrión de donante. Llevé un embarazo buenísimo y así tuve a Samuel, mi segundo hijo, que ahora tiene 16 años. «Fue un bebé sanísimo, un niño inteligentísimo, que me dio un subidón de energía y mucho fuelle para sobrellevar la atención de mi hijo mayor». «Samuel me ayudó muchísimo —continúa—, me sentí mucho más tranquila y, aunque seguía con el sueldo embargado y estaba sola, porque en cuanto conocía a un hombre y sabía cuál era mi situación, todos escapaban como cobayas, me sentía realizada».

«Al médico le mentí, le dije que tenía 52 en lugar de 62. Fui a una clínica de Madrid y allí me transfirieron el embrión»

Con su hijo mayor en casa, y con su niño pequeño creciendo, Lina seguía batallando para «desenmascarar» —dice ella— «a todos los que en su momento le ocultaron la realidad de su embarazo». «Poco a poco fui sabiendo lo que había pasado, porque cuando me pincharon la bolsa nadie me lo comunicó, me enteré después del parto, fui hilando cosas, pero tener a un hijo así, cuidarlo, es muy, muy duro», apunta. «Sufría por él, pero también por las circunstancias, me sentía muy sola con todas las deudas y esa lucha continua», dice. Sin embargo, cuando Samuel tenía 3 años, conoció a «un hombre bueno» con el que inició una relación seria. «Él no tenía hijos, estaba separado, y nos planteamos tener uno en común. Así que volví a la misma ginecóloga, ya con 55, dispuesta a darle un hermanito a mis hijos. Yo no quería que Samuel se quedara solo con el problema del hermano. Si a mí me pasaba algo, no me parecía justo, y había encontrado a la persona con la que iniciar otro futuro», relata. «Pero de nuevo se truncó: cuando ya iba camino de la clínica para hacerme la transferencia de un embrión, me llamó mi abogado para anunciarme que me habían embargado el sueldo por 168.000 euros. Mi pareja en principio quería asumir él la deuda, pero el abogado no se lo recomendó. A partir de ese momento, la relación poco a poco se fue tensando y finalmente rompimos. Me volví a quedar sola con mis dos hijos y con la misma lucha».

Óscar Cela

«¡Yo sentía que todo era tan injusto!, ¡que lo perdía todo por culpa de los embargos, que no lo podía entender! Yo decía: ‘Dios mío, ¿qué he hecho en la vida para tener que sufrir esto?'. Me dolía el sufrimiento de mi hijo, pero también las circunstancias que lo rodeaban: las parejas que perdía yo, y la imposibilidad de formar mi propia familia, volver a enfrentarme sola a la deuda... Yo estaba fatal, pero conseguí salir adelante, pese a todos los embargos: iba con mis hijos a todas partes, trabajaba en dos o tres sitios, y estaba centrada en su cuidado».

Pese a todo, Lina no se quedó conforme con que ella sola no pudiera tener más hijos, debido a los embargos económicos, y aunque lo intentó de nuevo en Santiago, su ginecóloga no aceptó hacérselo. Fue entonces cuando decidió irse a Madrid, a una clínica privada, y allí mintió sobre su edad: «Dije que tenía 52 años cuando en realidad tenía 62. El ginecólogo me explicó que si pasaba las pruebas médicas, entonces iba adelante. Y no me lo pensé». ¿No te pidieron un carné de identidad?, le pregunto. Pero Lina no quiere entrar en detalles y responde rotunda: «Fue así como tuve a Linita, una niña preciosa, que hoy es la luz de toda la familia, incluidas mis hermanas, que la adoran y están siempre pendientes de ella».

¿Cómo llevaste ese tercer embarazo con esa edad?, le insisto. «Las hormonas te hacen revivir —contesta—, lo llevé muy bien; cuando iba al hospital todo el mundo me miraba, pero yo iba tan segura y tan feliz que poco a poco se fueron dando cuenta de que las cosas iban saliendo bien. La niña no puede ser más bonita».

«Si yo me muriese, mi familia va estar unida para siempre, ahora tengo tres hijos y he creado un núcleo de amor»

«La gente que no me conoce claro que me juzga, pero después de todo lo que viví, yo tengo la impresión de que nadie tiene derecho a juzgarme. Yo enfrenté mi vida sola, con mucha valentía, con mucha dignidad y me siento muy orgullosa de todo, de tener a mi familia y salir victoriosa de la situación: de enfrentar la enfermedad de mi hijo, la corrupción médica... Yo estoy satisfecha y tengo lo que me merezco: mi familia», asegura Lina.

Con 62 años, a la edad en que muchas mujeres son abuelas, Lina enfrentó su tercera maternidad. ¿No te dio miedo que te pudiera pasar algo? ¿Una enfermedad, morirte? ¿Dejarlos solos? «El miedo que yo siempre tuve era qué iba a ser de mi hijo Exiquito el día que faltase yo —responde—. Ahora por lo menos tiene a sus hermanos, dos niños sanos, que lo quieren, lo adoran y lo van a apoyar el día que yo no esté. Esa inquietud es la que tenía y la que ya no tengo. Yo quería darle una familia a mi hijo».

«Con 68 años tengo más ánimo que nunca, estoy más agradecida a la vida que nunca —expresa—, me siento más empoderada que nunca. Estoy sana, estoy feliz, porque la vida me devolvió todo lo que me quitó y, además, fue todo por mérito propio. Yo no pienso en enfermar o en morir, si falleciese, estarían mis hermanas. Además, Samuel tiene ahora ya 16 años, está estudiando, adora a su hermana. Y si yo me muriese, mi familia va a estar unida para siempre, eso es lo que yo he creado: un núcleo de amor, por eso nadie puede juzgarme». Lina anima, por supuesto, a todas esas mujeres añosas que desean ser madres a intentarlo: «Nunca es tarde. Mientras tu cuerpo pueda y la naturaleza lo permita, la maternidad es un don maravilloso».