Roberto Verino: «Limitamos el número de prendas que puedes comprar en nuestra web»

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Santi M. Amil

El diseñador ingresa este sábado en la Academia Gallega de Bellas Artes y celebra los 40 años de la firma que levantó de la nada en su querido Verín. Lo hace con la misma filosofía de siempre: «Satisfecho es una palabra que yo no acepto»

14 jun 2022 . Actualizado a las 11:23 h.

Verino sopla las velas de sus cuatro décadas con el mismo ímpetu de siempre. El creador del armario emocional, fiel defensor de la moda duradera —«la gente joven, que nos exige que trabajemos con materias primas del más alto nivel y ecológicas, luego no tiene ningún reparo en decir que con 20 euros se van a comprar todo un ajuar a una tienda low cost»—, confiesa cuál es su verdadera meta. «No tengo otra ilusión que morirme trabajando y con las botas puestas», asegura Roberto Mariño (Verín, 1945), que a su redondo aniversario le suma su ingreso este sábado en la Academia Gallega de Bellas Artes tras obtener unas ventas de 28 millones de euros en el 2021 y aumentar los puntos de venta físicos desafiando a la era digital. Lo suyo es triunfar a contracorriente.

—Felicidades, como diseñador y como académico.

—Gracias, ha sido una coincidencia muy feliz. La verdad es que el ingreso en la Academia ha sido una sorpresa emocionante, no puedo estar más contento. Es un grandísimo honor que además coincide con estos cuarenta años de historia marcados por mi interés por hacer cosas bellas, por poner guapas y guapos a las mujeres y a los hombres y, sobre todo, por generar un orgullo de país, que es también el título de la intervención que voy a dar a modo de discurso. Esto tiene mucho de importante, porque considero que es un déficit que tenemos no solamente en Galicia, sino también en España, el no sentirnos orgullosos de dónde somos, de dónde hemos nacido, ni de nuestras herencias.

—¿Demasiados complejos?

—Somos muy papanatas en nuestro entorno, solo ponemos en valor lo de los demás, y eso es un pequeño inconveniente que se hace grande cuando vendemos el país o nuestros productos.

—Siempre dices que la moda es la hermana pequeña de las artes.

—Sí, lo es. La relación entre la moda y el arte es muy grande. De hecho, la moda está pretendiendo sacarle partido, y prueba de ello es que en la época del art déco había ya diseñadores que utilizaban a prestigiosos pintores para plasmar sus modelos de vestidos. En el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York hay más de tres mil piezas que tienen que ver con el mundo de la moda. En el siglo pasado, todo lo relativo a la alta costura, y los más prestigiosos diseñadores, como Yves Saint Laurent, utilizaban a muchos pintores como referencias en sus trabajos. Ocurrió con Mondrian. Al final, la sensación de disfrutar, que es lo que el arte te aporta, también la podemos tener con un vestido.

—¿Se parece diseñar una prenda a pintar un cuadro o a esculpir una pieza?

—Lo que buscamos en cierto modo desde ambos ámbitos es crear emociones, y eso no es solo sentirte maravillado con una pintura. ¿Por qué no disfrutar de un maravilloso vestido que te hace sentir excepcional y que además pone en valor la capacidad de ser tú misma? Pero yo prefiero que se valore desde una perspectiva más de hermana pequeña, porque considero que la moda es más efímera. Si tú vas al Renacimiento y disfrutas de las obras de Da Vinci, estamos hablando de 500 o 600 años de antigüedad. Por mucho que quisiéramos desde el punto de vista de la construcción de una pieza, no es lo mismo, no es posible. Eso sí, la vestimenta dibuja lo que sucede en cada momento, porque es el testimonio de la sociedad.

—¿Cuál dirías que es tu mejor obra de arte?

—Esto es como preguntarle a una madre a quién quiere más de sus hijos, pero sí que he puesto en valor una serie de piezas que tienen mucho que ver en un armario de hoy para una mujer o un hombre de hoy. Los trajes sastre de mujer que nacen de un ámbito masculino están perfectamente identificado una necesidad de adaptarse a la vida que lleváis, profesionalmente en las mismas circunstancias que los hombres. El concepto del trench es también para mí una pieza muy emblemática, porque en una mujer puede ser una pieza para sobreponer a un traje o a un look sport, o bien puede convertirse en un vestido. Y son prendas que en tu armario nunca dejan de ser útiles, nunca dejan de estar bien ni de darte la respuesta que necesitas para cada día. También el pantalón, con lo que ha significado para la mujer y que hoy es absolutamente imprescindible. Las mujeres habéis sido las protagonistas del cambio, las adalides.

—¿Tienes algo de hace cuarenta años en tu armario?

—Sí, bastantes piezas. Un esmoquin que llevo conmigo a todas partes, porque te vale en un determinado momento que tengas que ir de etiqueta. También piezas que eran de mi padre y que yo he heredado porque me parecen imperecederas, como chaquetones, parkas, blazers y algún traje también. Soy muy de defender la sostenibilidad buscando el consumir de manera consciente y no derrochando. El concepto de usar y tirar que hace unos años se puso tan en tendencia porque era más barato comprar una pieza que llevarla a la tintorería, no ha dejado de ser una demonización del consumo por el consumo, algo que el mundo no se puede permitir.

—Pero la sostenibilidad está en alza.

—Ahora todo el mundo está muy sensibilizado. Para mí lo más inteligente es utilizar productos de materias primas buenas, que sean naturales, que te duren mucho en el tiempo, porque les vas a sacar mucho más partido y haces una inversión sin convertirla en un gasto, contribuyendo a la sostenibilidad. Pero hay mucha falacia e hipocresía en todo esto, porque la gente joven sobre todo, que son los que más nos exigen que trabajemos con materias primas del más alto nivel y ecológicas, luego no tiene ningún reparo en decir que con 20 euros se van a comprar todo un ajuar a una tienda low cost porque le valen las cosas nada. Seamos coherentes, ¿no? Una cosa y la otra no son factibles.

—¿Y cómo ves tú la venta «online»?

—Es una herramienta para facilitarle a los consumidores lo que tú les puedes ofrecer en un punto de venta, que es donde yo siempre defendí que hay que dar el mejor servicio. Lo que hacemos es complementar ambos. Pero también es cierto que hay gente que abusa de este concepto de venta online y que compra a lo loco sin ninguna restricción. Al final, eso se convierte en un problema serio para empresas que reciben devoluciones que no estaban previstas. Afortunadamente, a nosotros no nos sucede. Somos respetuosos con lo que hacemos y damos todas las facilidades que haya que dar, pero dentro de un orden. Por ejemplo, nadie puede comprar más de determinadas prendas en la web. Hacemos que el online sea un servicio de apoyo, pero no un sustituto. De hecho, nosotros en vez de reducir puntos de venta, los aumentamos.

—¿Limitáis el número de prendas que se pueden comprar en la web?

—Sí, nosotros determinamos una cantidad de prendas que ahora mismo no sabría decirte cuántas son, porque no me ocupo directamente del tema, pero sí que establecemos que no puedas comprar más de una cantidad. En muchos casos la gente, como le da igual, compra para distraerse, para probársela con las amigas o amigos y después decidir... Y hay que entender que todo lo que sea añadir costes a nuestra gestión acaba penalizándonos a todos. Estamos desprotegidos, y poniéndole al cliente más dificultades no le quedará más remedio que ser más consecuente. Al final, el respetarnos tiene que ser recíproco. Y ese concepto de que lo que es moda hoy deja de serlo mañana, me parece un despropósito. Hay prendas en las que has invertido y que te salen mucho más económicas, porque te las has puesto tantas veces que si haces las cuentas con respecto a lo de usar y tirar, sales beneficiado.

—No te gustan los números, pero el ejercicio del 2021 finalizó con unas ventas de 28 millones de euros, casi un 90 % más que el año de la pandemia, pero todavía un 19 % por debajo del 2019.

—Estamos contentos de ver la evolución que estamos teniendo. Creemos que estamos haciendo bien los deberes y cuidando a nuestro consumidor, al que le damos las gracias porque nos siga eligiendo. Lo que hemos perdido de disfrutar estos dos últimos años lo vamos a ir recuperando. Nada va a ser igual, pero esto también ha servido para que nos diéramos cuenta de lo importante que es hacer las cosas despacio, perseguir la excelencia, intentando ser felices en el día a día con las pequeñas cosas. Todo aquello que pase lo que pase y venga lo que venga, no nos va a poder quitar nadie. Y ahí es donde está la vigencia. Además, cada persona es única. De la otra forma es muy probable que te encuentres varios vestidos iguales. Y nuestro trabajo va dirigido a una inmensa minoría.

—Aún tenéis previsto crecer un 40 % este año, o al menos intentarlo.

—Eso siempre. Tengo un antepasado que me da mucha energía, y es consecuencia de un grandísimo maestro que tuve en el bachillerato y que nos decía que nos teníamos que sentir orgullosos de haber nacido en Verín, porque en Verín había nacido Viriato. A nosotros nos ayudó mucho esa sensación de orgullo, de sentirnos herederos de un luchador así, capaz de vencer al ejército más poderoso del mundo.

—Cuarenta años después, ¿por fin estás satisfecho?

—Satisfecho es una palabra que yo no acepto. Cuando dices que estás satisfecho es que no te queda nada por hacer, y entonces empieza la decadencia. Yo estoy muy contento de lo que hemos sido capaces hasta ahora, y de haberme esforzado en hacerlo en Verín, donde no había ninguna tradición industrial ni textil. Aquí están cuarenta años intentando que sigan siendo otros cuarenta, porque yo en este momento no pienso que estoy al final de nada, sino al principio de otra propuesta que nos permita seguir haciendo lo que más nos motiva y dejando huella.

—Como la huella en tu hija Cristina, que lleva la dirección de Marca.

—Ahí está el valor que te da tener continuidad. Y que eso te dé energía, porque yo sigo con todo el convencimiento y las ganas. No tengo otra intención ni otra ilusión que morirme trabajando, con las botas puestas. Quiero parecerme a mi abuela materna, porque tuvo la oportunidad de vivir 98 años llena de salud y con ilusiones de juventud que a mí me hicieron admirarla. Yo voy a trabajar hasta los 98, y después me voy a coger un año sabático para pensar qué hacer a continuación. ¿Por qué no voy a seguir después de los cien?