Retiren la niebla

YES

MARCOS MÍGUEZ

16 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Existe un antiguo género periodístico reinventado ahora en las redes sociales que emerge en verano con vigor y al que es fácil aventurarle un futuro deslumbrante ahora que el cambio climático ha transformado la excepción meteorológica gallega en una ventaja. Consiste en testar la visión que los turistas tienen de nosotros y nuestros hábitos para regocijo general y alimento de la vis nacional, que disfruta como un Pepe con las extravagancias con las que nos interpretan quienes nos visitan como si Galicia fuera un territorio pintoresco habitado por singulares indígenas y costumbres insólitas. Este tipo de turista, bautizado antes con el genérico madrileño, recibe hoy la feliz denominación de fodechincho, tras la extensión por todo el país de un vocablo cuyo origen sitúa la RAG en los años setenta cuando los veraneantes empezaron a ocupar la Galicia costera y acudían a las descargas de pescado con la aviesa intención de reclutar xureliños con el mismo espíritu aventurero que otros cazan elefantes en Botsuana. Como cantaría Berto, «oie, gayego».

Precisamente Fodechinchos en Galiza es el nombre de una cuenta de Twitter cuyo autor se presenta así: «Todo sobre os nosos queridos fodechinchos. Marisco baratísimo, acento gracioso, cerrados pero hospitalarios». En la cuenta triunfan varios clásicos, con dos constantes: el de los coches aparcados en las rampas de los puertos a punto de ser devorados por la marea y el de los reproches sobre el uso del gallego. Hay algunas reseñas deliciosas, como la del visitante asombrado por el comportamiento de las playas: «Con las mareas se vacía y llena varias veces a lo largo del día y cambia la distancia entre arena y mar». Imposible un resumen mejor.

Pero el gran hit de los últimos días, el comentario definitivo, el primer mandamiento de los fodechinchos lo escribió hace un tiempo un tal Javichu Baelish, aunque ha trascendido ahora. Visitaba la torre de Hércules un día de bruma y sentenció: «Una vergüenza de sitio. Hacía un día buenísimo en toda la ciudad excepto en el faro donde no se veía a más de veinte metros por la niebla. Una desilusión total. No sé quién se encarga de eso, pero deberían solucionarlo de inmediato». Poco más que añadir.