
Sergio lleva más de 60 años ofreciéndolos en su furgón, que suele estar aparcado entre la playa de Riazor y la Torre de Hércules: «Como no había dinero en casa, aprendí este oficio»
03 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.A Sergio no le gusta mucho el helado, incluso aunque trabaje con él de marzo a septiembre. Sus nietas, sin embargo, son las primeras que están ahí para probar los nuevos sabores que producen en el Obradoiro, que ahora llevan sus hijos y su mujer. En su furgoneta, frente a Riazor, atiende con una sonrisa a los clientes que se acercan. Algunos niños, más tímidos o demasiado jóvenes para saber cómo funciona el «helado Express», se acercan en silencio esperando a que sean las madres o abuelas las encargadas de pedir tantos cucuruchos como personas salieron a pasear.
Fresa, nata, chocolate y vainilla son los sabores más populares, pero turrón, pistacho y limón se mezclan con los tradicionales para los que se antojan de algo diferente.
—¿Hace cuántos años que trabajas aquí?
—Hace 63 años, más o menos. Empecé con 14 porque había que hacer algo. Mis padres trabajaban la tierra y como no había dinero en casa, aprendí a hacer helados. Ahora tenemos un Obradoiro.
—¿Durante cuántos meses estás en Riazor?
—Desde que empieza el verano hasta que se acaba. En febrero o marzo hay días de sol, esos días también salimos. Cuando es verano, estamos nosotros. Y cuando no, tenemos las castañas en la calle Real.
—¿Cómo es un día de trabajo en la furgoneta?
—Por la mañana se va al Obradoiro una hora o dos. A lo mejor el helado ya está porque lo ha hecho mi mujer, y entonces termino antes. Después despacho los helados que pueda, trabajamos de 12.00 a 21.00. Por la noche sales de aquí, limpias todo y lavas la furgo en el garaje, para volver a salir al día siguiente.
—¿Cuál es el sabor que más se vende?
—Nata, vainilla y chocolate. Los de siempre, que antes no había más. Ahora cambiamos la mezcla, agregamos turrón, o pistacho. Mis nietas son las primeras que están allí para probar lo nuevo.
—¿Cuántos helados puedes llegar a vender en un buen día?
—Unos 200 o 300. Tal vez más. Hay que preguntarle a mi mujer, que es la que cuenta el dinero, ja, ja.
—¿Qué se necesita para tener un carrito como el tuyo?
—Hay que sacar la licencia municipal, la fiscal; tener todo en regla, y el registro sanitario. Luego la furgoneta debe tener un sistema de refrigeración interno, que funciona con el motor.
—¿Qué es lo que más te gusta de este trabajo?
—Todo. El trabajo tiene que gustarte, si no, no vale para nada. Y así no hay nada difícil. Lo importante es querer hacerlo.
—¿Qué ha cambiado en estos años?
—Los carritos; primero eran de mano, luego una bicicleta y después la moto. Algunas las tengo guardadas, son una joya. También ha cambiado la competencia; hace cinco o seis años había mucha, ahora quedan pocas furgonetas. ¡Y yo, que tengo 60 años más!
—¿Has pensado en jubilarte?
—En casa me dicen: «Traballa, vello, que é para o que vales». Así que no. Seguiré aquí.