Fayna, exconcursante de «Gran Hermano» y expareja del Yoyas: «Estoy orgullosa de haber sacado a mis hijos de mi situación de maltrato»

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Ella es «la prueba de que se puede salir» y que se puede volver a ser feliz. Tras su relación con Carlos Navarro, el Yoyas, a las víctimas les pide «que no sientan vergüenza» porque el único culpable es el que hace daño. «Un maltratador nunca te va a dar una bofetada o te va a llamar 'puta' en la primera cita»

09 ene 2023 . Actualizado a las 16:17 h.

Fayna Bethencourt (Las Palmas, 1978) no se considera una víctima, sino una superviviente. Porque, a pesar de que su historia de maltrato se hizo pública sin su consentimiento, fue capaz de revertir la situación y de contarlo para ayudar a otras mujeres. A su expareja, Carlos Navarro, el Yoyas, la Justicia lo condenó a seis años de cárcel. Ella es ahora la mujer que siempre había sido antes de conocerlo. Y puede decir alto y claro que ha vuelto a ser feliz. Se siente una afortunada y por eso concede esta entrevista para ayudar a otras mujeres que estén pasando por lo mismo que ha vivido ella.

—Todos hemos visto tu historia de amor en «Gran Hermano». ¿Ahora la consideras una historia de terror?

—Sí, supongo que sí. Fue una historia entre dos personas en la que existió lo que existió y ha salido en todos lados.

—¿Te cuesta hablar de ello?

—Sí. Se me hace un poco cuesta arriba. No tengo ganas de profundizar en el tema.

—Llegamos hasta donde quieras, ¿cuándo te diste cuenta de que eras una mujer maltratada?

—Es algo paulatino. No te das cuenta de la noche a la mañana. Te adaptas y normalizas muchas situaciones. Y, al cabo del tiempo, vas abriendo los ojos. En mi caso fue al tener a mis hijos. Me di cuenta de que no solo me estaba afectando a mí, sino que nos afectaba a todos. Fue cuando decidí salir de ahí. Pero no te das cuenta de la noche a la mañana. Además, tu maltratador te aísla para que tengas poco contacto con el exterior. En mi caso, yo tenía a mi familia lejos, no tenía contacto prácticamente con nadie y fue un proceso personal el ir dándome cuenta.

—Al ser conocida, eso implicó que todo el mundo se enterase. ¿Fue por ello todavía más doloroso?

—No solo estaba viviendo la situación que vivía, sino que mi miedo era que la gente se enterase. No quería que se hiciera público. De hecho, salió en contra de mi voluntad y de una manera que no me gustó nada. Se filtró la noticia. Para mí fue un disgusto muy grande. Pero, entonces, decidí hablar públicamente y en primera persona. Me costó muchísimo, pero lo hice para echar una mano a las mujeres que estaban viviendo la misma situación que yo.

—¿Te has sentido cuestionada?

—Tuve muchísimo apoyo. Toda mi familia estuvo ahí, mis amigos... y de cara a la opinión pública, también. No puedo decir otra cosa. No viví una revictimización.

—Pero el hecho de que saliera a la luz sin tu consentimiento, ya es una manera de señalarte.

—A mí me hizo pasar un mal rato, por supuesto. Un mal rato, unos malos días y unos malos meses. Fue muy duro. Mi mayor freno para salir de esa relación era que no se supiera. Porque es uno de los grandes problemas que hay. La víctima siente vergüenza. Pero siempre he querido mandar un mensaje positivo. Mi mensaje nunca ha sido de víctima como tal, más bien de superviviente. Me gustaría decirles a las mujeres que están pasando por esto que no sientan vergüenza, porque esa es la tónica general. Consideras que luego la gente te puede decir: «¿Cómo lo has permitido?, ¿cómo te has dejado?, ¿cómo has podido vivir así?...». Pero hay unos mecanismos psicológicos que la gente desconoce. Se llama dependencia emocional, normalizar situaciones, luz de gas, etcétera. Tiene muchísimos nombres que hoy en día, gracias a que hay más información, la gente lo va entendiendo mejor.

—¿No es fácil detectar al maltratador?

—Un maltratador nunca te va a dar una bofetada o te va a llamar «puta» en la primera cita. Al principio son encantadores. Y por muy mal carácter que puedan demostrar contigo, luego van a tener unos detalles increíbles. Y muchos maltratos van seguidos de «es que lo hago porque te quiero» o «lo hago por tu bien».

—¿Qué piensas cuando día tras día en el telediario aparecen mujeres y niños muertos a manos de sus maltratadores?

—Es terrible. Siento una pena infinita.

—¿En qué falla el sistema?

—Todavía queda mucho por hacer. Es un tema educacional. La base está en formar a los jóvenes para que estas cosas no sucedan en un futuro. Todos somos machistas de alguna manera. Y me incluyo, en el sentido de que a todos nos han educado en un sistema patriarcal. Y hay que educar en igualdad. Se trata de darnos la mano y crecer juntos. Hombres y mujeres, en igualdad.

—¿Crees que un maltratador puede llegar a rehabilitarse?

—No creo que todo sea blanco o negro. Creo en los grises. Y pienso que hay personas que pueden aprender con el tiempo que lo que están haciendo está mal. Pero también creo que hay personas que no van a cambiar en la vida. Ya les puedes dar los cursos que quieras.

—¿Qué duele más: el maltrato físico o el psicológico?

—El físico deja rastro, pero el psicológico es muchísimo más duro. Un moratón o una marca se acaba pasando, pero lo que hacen dentro de ti se queda tan grabado que es muy difícil superar eso.

—Siempre que puedes das charlas, ayudas a otras mujeres a denunciar...

—Sí, desde que se hizo público, decidí que iba a hablar de ello con voz propia. Ya que yo viví un infierno, al menos, sacar algo positivo de ello. A los jóvenes les cuento mi historia porque no quiero que les pase lo mismo. No se lo deseo a nadie.

—¿Qué es lo que debería hacer que saltaran todas las alarmas?

—Hay muchísimas cosas, pero una de ellas es la privación de libertad. A lo mejor no te lo prohíbe directamente, que esa es la trampa. Es más sutil: «Pues mira, ¿tú crees que esta persona es amiga tuya de verdad?». Pero lo principal es cuando ves que te está impidiendo hacer lo que tú quieres hacer. En ese momento, es mejor dejarlo ir.

—¿Crees que se lograrán reducir los casos de violencia machista?

—Hay que educar en igualdad. Pero como madre de adolescentes, veo que muchas veces los chicos se sienten atacados ante las campañas sobre género. No sienten que se les está informando, porque el machismo es tan malo para la mujer como para el hombre. Están recibiendo el mensaje como un ataque. El mensaje debería ser más cuidadoso, no por ser hombre eres malo. Y ellos tienen esa sensación. Entonces, se cierran en banda.

—Has sido muy valiente, has tomado las riendas de tu vida y se te ve feliz.

—Sí, de lo que más orgullosa estoy es de haber sacado a mis hijos de esa situación de maltrato. Siempre digo que mi vida volvió a empezar con 39 años, hace cinco años que volví a nacer, y ahora me quiero más. Antes me había olvidado de quién era.

—¿Llegaste a temer por tu vida?

—Una de las emociones principales en una situación de maltrato es el miedo. Lo voy a dejar ahí. Todo eso se dijo en el juicio. Pero se pasa mucho miedo. Es una constante. Miedo por ser, por hablar, por salir, por entrar, por que se acabe todo, son muchos miedos. Y el miedo de cuando te vas. Pero ya hace muchos años que dejé de tener miedo.

—Se pondrán en contacto contigo muchas víctimas.

—Sí. Incluso algún hombre, aunque el 99 % son mujeres. Cualquiera puede ponerse en contacto conmigo a través de mis redes. Les contestaré y haré todo lo posible por echarles una mano. La mayoría creen que no pueden salir de ahí. Pero no es así. Hay que decirles: «No estás sola y sí se puede salir». Y, a partir de ahí, vamos a trabajar. Yo soy un ejemplo de ello.