
Mame Pathe lleva tres años sin ver a su hijo, desde que salió de Senegal. A sus 37 años se ha ganado el cariño de los golfistas coruñeses. «Me encantan los gallegos, son muy abiertos, ¡yo ya soy gallego!», apunta
26 abr 2023 . Actualizado a las 10:28 h.En los campos de golf de la torre de Hércules todo el mundo conoce a Mame Pathe Ngom. Este senegalés de 37 años y dos metros de alegría andante, se ha ganado el cariño de los golfistas coruñeses desde que lo vieron jugar por primera vez hace tres años. En aquel momento aún no sabían que estaban ante una suerte de Jon Rahm, curtido en las competiciones de su África natal, pero que lo abandonó todo en busca de una vida mejor en Europa.
Tres años han pasado desde que no ve la sonrisa de su hijo de 12 años, pero nunca ha perdido la esperanza de traerlo a España. «Si sufro hoy es para él. Mi padre nunca me dejó atrás y yo quiero seguir su ejemplo. Todo lo que él hizo fue por mí y por mis hermanos. Quiero trabajar duro para traer a mi hijo a España. Es lo que quiero». Ahora está un poquito más cerca de eso, porque a Pathe le acaban de conceder al fin «los papeles» y ya tiene permiso de residencia y de trabajo en nuestro país. Es consciente de que acaba de dar uno de los golpes más importantes de su vida. Y que podría salir del hoyo pronto, si consiguiese un empleo de profesor de golf o de lo que fuese, porque está deseando trabajar. «El golf es mi vida. Es lo que sé hacer, pero si no me sale algo de esto, tengo que trabajar ya, no puedo esperar, porque necesito mejorar mi vida. Con cualquier trabajo yo estoy listo. Además, tengo una mente muy fuerte, ¿sabes? Lo que aprendí de mis padres es que si quieres tener una buena vida, hay que sufrir un poco. Hay que trabajar duro, respetar a la gente, ser honesto y hacer lo que haya que hacer. Estamos en otro país y las normas son diferentes. Por eso nunca digo no a nada. En Senegal, de donde soy yo, la gente es muy trabajadora también. Vienen aquí con la mentalidad de buscar una vida mejor, no para robar o molestar. Yo ya sé que hay extranjeros que molestan. Pero eso no se hace, ¿sabes?». Llegó a Galicia por consejo de su hermano, también golfista, que fue quien le habló de A Coruña por primera vez. Un día escuchó la frase: «Un amigo me ha dicho que los gallegos son muy buena gente» y tomó la decisión de partir hacia el norte con la torre de Hércules en el horizonte. «También tenía aquí a un hermano pequeño. Pero llegué a A Coruña y a los cinco meses empezó lo del covid». El universo le estaba diciendo que tenía que quedarse sí o sí. «La idea inicial era irme a Francia, porque hablo su idioma y conocía gente», pero llegó a Galicia, probó la tortilla de patata (que le encanta) y ya no volvió a salir de A Coruña. Bromas aparte, se enamoró de los gallegos y de nuestro estilo de vida y decidió quedarse. «Estoy muy contento aquí».
LE GUSTAN LOS GALLEGOS
Luego conoció a gente como Rosa Barreiro, que le prestó los palos para que pudiese jugar al golf en el campo municipal y empezó a sentirse como en casa. «Carallo, ¡cómo te cogió el sol, eh, ja, ja...», le suelta la golfista Marisol, cuando se cruza con él tras pasar los nueve hoyos de la Torre. «A mí me encantan los gallegos», reconoce Pathe. «Veo que son muy abiertos. En esto Galicia es muy parecida a mi país. Yo no podría vivir en Alemania, por ejemplo, porque soy una persona muy sociable. Me siento tan a gusto que creo que puedo quedarme aquí. ¡Ahora soy gallego!», exclama. Chapurrea algo na nosa lingua (el castellano casi lo domina) y lo hace con el estómago completamente vacío, porque la entrevista se realiza en pleno Ramadán.
Aparte de seguir contagiando buen rollo allá por donde va, Pathe colabora como voluntario de la asociación Casco, desde que un buen día apareció en uno de los pisos de acogida del comité Antisida de A Coruña. «Cuando llegué a la ciudad estuve cuatro meses en la residencia de Padre Rubinos y luego me derivaron a un piso de Casco». Su programa sociosanitario utiliza el deporte para controlar adicciones y la directora, Sonia Valbuena, enseguida vio que estaba ante alguien especial. Y que Pathe podía encajar como entrenador de personas en riesgo de exclusión social. Él la llama «la jefa» y se emociona cuando habla de ella, de tan agradecido que está. Tanto que se consideran literal y recíprocamente «familia». Así fue como lo fichó: «La jefa me dijo que le gustaba mucho mi actitud en el piso y me planteó trabajar como voluntario». Hay una frase que se le ha quedado grabada a fuego en su interior: «Si tú quieres, yo te voy a ayudar», le planteó Valbuena. Y hasta hoy, que ya han pasado dos años. «Todo lo que soy yo hoy es gracias a la jefa. Ella siempre ha estado a mi lado cuando lo he necesitado. No tengo palabras para agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Ella nunca me dejó en la estacada. Es una persona muy importante para mí».
La tarea que realiza este monitor tan especial con los usuarios de Casco es de lo más variopinta: «Practicamos pimpón, tenis, pádel, baloncesto... No es un trabajo fácil, pero, al final son extranjeros como yo, me consideran como un hermano y nos entendemos». Pathe tiene claro cuál es el secreto de su éxito. «Soy una persona que hace todo con el corazón, a la que le gusta compartir. Nunca espero a que me digan las tareas que tengo que hacer. Yo me levanto y me pongo a trabajar». Pathe es todo bondad. Y el alma de la fiesta cuando toca. Le encanta bailar, canta hasta cuando sale a correr (sobre todo el Je sais pas de Céline Dion), aunque su camino esté lleno de obstáculos. «Pase lo que pase, yo siempre tengo la cara feliz. Interiormente no es fácil, pero mi fuerza es mi mente. Cuando pienso que hay personas que están en el hospital, peor que yo... Por eso siempre trato de estar animado y animando a los demás».
Al igual que «su jefa», Pathe es la generosidad hecha persona. Cuando todavía no tenía «los papeles» en regla, se ofreció para ayudar a todo el que lo necesitase en el campo coruñés. «Allí todos quieren jugar conmigo. La gente se sorprende cuando les cuento que en África hay campos de golf. Pues este campo de A Coruña me recuerda mucho a los de mi país, porque está al lado del mar». Y es aquí, junto a la torre de Hércules, donde Mame Pathe ha encontrado su lugar en el mundo.