
Para estas familias sumar a un peludo en sus hogares les ayudó en todos los sentidos. Coinciden en que el sentimiento que surge por estos animales no es comparable con otro tipo de amor. «Son mis hijos de cuatro patas», dice una madre
06 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.El amor que se tiene a los perros es infinito. Carmen habla de Milka y Oreo y se emociona. «Mis hijas todavía me agradecen que los hayamos adoptado. Son los amores de nuestras vidas», cuenta la madre.
El primero en llegar fue Oreo. «A mí siempre me habían llamado la atención los galgos, de pequeña vi cómo los maltrataban. Si pudiera salvar a cien lo haría, pero mi límite son dos: dos perros, dos hijas y por ahora un solo trabajo», afirma. Luego vino Milka. Los adoptó en la protectora de la Pradera Equivida, en A Coruña. Cuenta que fueron los perros los que eligieron a las hijas, las enamoraron. La familia acababa de pasar por una situación complicada. La pequeña estaba mucho tiempo en el hospital por enfermedades y la madre acababa de tener una operación delicada. «Las niñas al día siguiente de adoptar a Oreo no fueron al colegio. Le mandé a la tutora una foto de las dos paseando a su nuevo perro a modo de justificante. Era razón suficiente para que faltaran ese día», revela. Fue una ocasión muy especial en la vida de las tres.
Con Milka también fue un flechazo. «Era blanco y negro como Oreo. Tenía el mismo antifaz y la misma línea que le recorría la espalda», explica. Está convencida de que el destino lo interpuso en su camino. «Son mis hijos de cuatro patas», añade.
Sorprende el amor con el que habla Carmen de Milka y Oreo. Es capaz de dormir en el suelo con un saco de dormir si está a su lado. «Cuando no están mis hijas me voy a dormir con ellos y les agarro la pata», cuenta. Los ve con ojos de madre: «Oreo es el George Clooney de los perros», asegura. Para ella es la viva imagen de la expresión: «Yo sostengo la granada para que no explote». El amor que sienten por ella y por sus hijas es incomparable, y viceversa.
«Pancho se interpone entre Inés y la puerta para que no se escape»

Pancho es más que un perro, es la sombra de Inés. Llegó a la casa de Rocío y José Luis como guía canino para su hija, que ahora tiene 16 años. La adolescente requiere de una total atención. Tiene una discapacidad llamada Cornelia de Lange, una enfermedad que junto con el autismo no le permite quedarse sola en ningún momento.
Les recomendaron buscar un perro adiestrado para acompañar a la pequeña. «Inés tenía 9 años cuando Pancho apareció en nuestra vida. Este tan solo tenía meses de vida, pero los criadores se pasaban por casa todos los días para que se fueran conociendo poco a poco», cuenta Rocío. Al principio les costó a ambos. «Entró en casa como perro de terapia y compañía, pero en ese sentido fue un poco fiasco. No es una niña fácil, expresa su cariño a su manera: sus besos son con dientes», ríe la madre. Si embargo, el perro respondía con un buen lametón. Más bien, fue el vínculo que forjaron lo que finalmente les hizo inseparables. «Para Inés, más que perro guía, hace de obstáculo en movimiento que sabe que le puede hacer tropezar en cualquier momento», cuenta.
Poco a poco, Pancho fue ayudando a Inés a interactuar. «Fue la herramienta entre objeto y persona para que se relacionara un poco más con la gente. Al tener autismo, ella no toca a las personas, mientras que a Pancho le busca y le acaricia», asegura. Así es que su amigo peludo no se separa de ella.
Inés tiene dos hermanos. El coche se les queda pequeño. Tres en el asiento de atrás y otro en el maletero. «Inés a veces es un poco bruta. Pero Pancho no se separa de ella, trata de guardar las distancias e ir siempre un paso detrás», explica la madre. Son sus tres guardaespaldas.
«Cuando Inés se dirige hacia la puerta, el perro se interpone en su camino para que no salga a la calle sin supervisión», apunta. Pero el momento favorito de ambos es el de la hora de la comida.«Pancho está pendiente a ver si se le cae algo. Y así es. Incluso se encarga de que la ropa le quede limpia si se mancha de puré», cuenta. Y no solo eso, el peludo se encarga de limpiarle los mocos con la lengua si es necesario. Le deben mucho. «Es un perro muy mimado, le queremos un montón y él nos quiere a nosotros», concluye.
«Mis perros no se quedan solos, tienen niñera»

Por muy triste que parezca, hay gente que todavía abandona a sus perros y muchos están faltos del cariño humano. Esto les pasó a Coco y a Púa. No tuvieron la suerte de nacer bajo un techo. Nacho y Cris los encontraron en el refugio. «En su mirada solo había amor», aseguran. Para ellos es inimaginable que alguien pudiera haberles hecho daño. Pero el destino tan indeseable de estos cachorros dio un giro de 180 grados cuando la pareja apareció en el refugio. «Lo cierto es que Coco y Púa nos dieron mucho más de lo que nosotros jamás podremos darles», confiesan.
A los dos los adoptaron. La perrera encontró a la madre de Coco embarazada, atada a la pata de una caseta, con una cuerda que no le permitía alejarse más de metro y medio de ahí. «Llegaban otros perros a preñarla. El dueño tenía a la perra atrapada. No era la primera camada que tenía. Por suerte consiguieron sacarla de ahí y dio a luz a salvo en el refugio», cuenta.
Con Púa les pasó algo parecido, el cachorro también había sido abandonado con sus hermanos, donde los rescataron unos voluntarios con pocos días de vida. Al poco tiempo, Nacho y Cris volvieron para buscarle una compañera a Coco. «Para los tres fue amor a primera vista», añade. El nombre se lo pusieron antes de conocerla. «Púa, como la de la guitarra», comenta. A la pareja le apasiona la música. Púa es una mezcla de border collie con otra raza que desconocen. Coco no se sabe. «Un palleiro como se dice aquí en Galicia», apunta Nacho.
Afirman que lo más curioso de todo es que habían creado una familia sin ni siquiera darse cuenta. «Desde el momento en el que los vimos en el refugio forjamos un vínculo especial. Fue el destino», afirma Nacho.
Por el momento no piensan tener hijos. «Cuando me preguntan por mi familia, enseguida se me viene a la mente la imagen de Cris y de mis dos perros. Así nos sentimos», afirma. Eso sí, para ellos tampoco es comparable con tener hijos. «Veo a mi hermana, que tiene niños, y es muy diferente. Los perros son una responsabilidad muy grande, pero no es como tener hijos, ni mucho menos», explica Nacho. Sin embargo, para ellos es un nuevo concepto de familia. Cuando Coco y Púa se quedan solos en casa, siempre llaman a su niñera de confianza. «Viene una amiga nuestra a echarles un ojo», matiza.