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Ante las preguntas de los hijos los expertos recomiendan responder con naturalidad y llamarle a las cosas por su nombre. Pero lo más importante es generar confianza en casa
20 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.«Mamá, papá, ¿de dónde vienen los bebés?». Incomodidad es lo que sienten muchos padres cuando sus hijos pronuncian estas palabras. La respuesta la saben, pero el miedo se apodera de ellos y se inventan alguna mentirijilla para evitar tocar el tema. Algunos optan por la respuesta más común: los traen las cigüeñas. Otros evitan crear confusión en los críos y optan por ir con la verdad por delante: explican con total normalidad el proceso de reproducción. Pero, ¿cómo se deben tratar los temas sexuales con ellos? Como adulto tienes miedo de que cualquier comentario malinterpretado influya en la forma de ver las cosas de un niño. Sin embargo, los expertos no lo plantean como algo a lo que haya que temerle. Más bien, cuantas más preguntas te hagan tus hijos, mejor. Preocúpate cuando no te las hagan. Y di las cosas como son, no te inventes nada.
Carlos Fernández, educador afectivo sexual en Íntimas Conexiones, un espacio de formación y consulta dirigido a los jóvenes, opina que no se debe evitar hablar de ciertos temas, o «hacerse los locos» frente a determinadas preguntas naturalmente humanas. Como el hecho de tener pene y vulva. «Hay que llamar a las cosas por su nombre, no se debe recurrir a eufemismos como: “lo que tienes ahí abajo” o “por donde sale el pis”», argumenta el experto. Y este es el nivel fácil, vamos a por el siguiente: cuando empiezan a explorar sus genitales.
EXPLORAR EL CUERPO
Para empezar, no existe una charla, como tal, de sexo. Los niños exploran su cuerpo todos los días desde que nacen. Por ello, según Carlos Fernández, lo ideal es que las primeras personas en resolver ciertas dudas a lo largo del crecimiento sean los padres, madres, tutores legales o algún familiar: «Es decir, personas con las que tengan confianza y se sientan libres de consultarles cualquier duda que les pueda surgir».
Lo primero que empieza a generar curiosidad en los pequeños son sus partes íntimas. «Después de haberse chupado los dedos de las manos, de los pies, de tocarse el pelo, o el tuyo, es normal que llegue un momento en el que descubran que debajo de los pañales y de la ropa tienen algo que hasta entonces estaba oculto», explica Raquel Graña, compañera de Carlos Fernández, sexóloga y psicóloga en Íntimas Conexiones. Los niños se dan cuenta de que tocarse el pene o la vulva genera placer, es normal. A menudo dicen frases como: «Me da gustito rozarme aquí». O incluso, tienden a frotarse contra la silla o a tocarse sin ton ni son. «Pueden hacerlo, pero hay que decirles que es una conducta privada consigo mismos y que deben realizarlo en lugares privados como en el baño o en la habitación», añade. La psicóloga también recomienda aprovechar la situación como prevención: «Estaría bien que los padres indiquen a sus hijos que lo de tocarse no es algo que puedan compartir con otras personas, y, que si alguien les sugiere hacerlo, se lo cuenten enseguida».
«Hacen preguntas como: ¿Qué es un vibrador? ¿Qué es la Viagra?¿Y la píldora?»
No existe una edad establecida para hablar con los niños de sexo. Más bien, no es algo que genere inquietudes en gran medida a los pequeños, preocupa sobre todo a los padres. Por ello, estos dos expertos recomiendan naturalizar y normalizar las conductas de los niños siempre que estos sientan curiosidad. «Según la etapa de crecimiento, las preocupaciones van cambiando. Las principales diría que suelen ser el cole, sacar buenas notas, deportes extraescolares... Y llegando a la adolescencia, se les suelen añadir intranquilidad con su aspecto físico, noviazgos o el “qué dirán”», explica Carlos Fernández. Por eso, una vez superada la primera etapa, llega el momento de enfrentarse a la complicidad de mantener relaciones afectivas. Carlos Fernández, como educador sexual, establece entre los 6 y 7 años la edad idónea para que los pequeños aprendan a interpretar sus emociones y las de los demás y, en consecuencia, a empatizar con el resto.
Paula Fernández, sexóloga y coordinadora de Quérote+ (servicio psicosocial público enfocado al asesoramiento juvenil) anima a los padres a que cuando ellos no se atrevan a tratar ciertos temas más peliagudos con sus descendientes, bien porque no se sienten preparados, o porque no saben como enfocarlos, que acudan a las terapias y formaciones que imparten los profesionales en educación sexual. «Muchas veces, los adolescentes vienen acompañados por sus familiares. Yo les puedo recomendar y asesorar, pero no puedo darles la afinidad que transmite un padre», explica. Según ella, la palabra que describe la relación perfecta entre padre e hijo es acompañamiento. A Íntimas Conexiones acuden los jóvenes a partir de primero de la ESO, sin embargo, las primeras formaciones que imparten en colegios las dan entre 5º y 6º de primaria. «En estas sesiones son los niños los que preguntan. Normalmente repartimos papeles en blanco para que hagan preguntas anónimas y así poder resolverlas entre todos. Hacen preguntas como: ¿Qué es un vibrador? ¿Qué es la Viagra?¿Y la píldora?», cuenta Raquel Graña. Ella explica que muchas veces, cuando no saben cómo responder, lanzan la pregunta al aire y son los niños los que responde.
En su opinión, hay que trabajar la confianza con los hijos desde pequeños. «Si tú, como padre, no estuviste disponible en el crecimiento tu hijo, es difícil que él esté receptivo en la adolescencia». La sexóloga advierte que no se deben tratar los temas sexuales como si fueran algo malo, y mucho menos prohibir ciertos comportamientos sin ningún tipo de explicación. Se debe tratar de razonar lo que está mal, pero sobre todo enfatizar en lo que está bien, o lo que sería una buena conducta. «De lo contrario, su reacción será la de revelarse contra ti», añade. Por ejemplo, si te cuentan que mantienen relaciones sexuales no les saltes con las infecciones de transmisión sexual, ten una conversación receptiva sobre sus sentimientos y lo que les preocupa antes de meterte directamente en el tema de la prevención.
«Aprender a conocerse, a aceptarse y a relacionarse (de forma adecuada)»
Por otra parte, tampoco se pueden asociar las redes sociales como algo malo, pero los expertos señalan que la desinformación puede afectar a la correcta interpretación de la realidad. Y eso, sin hablar de la pornografía. Ambas son cosas contra las que no se puede luchar cuando son mayores de edad. Sin embargo, en Íntimas Conexiones recomiendan controlar lo que ven los jóvenes en el móvil cuando son menores. «De forma consentida y consensuada, los padres deberían llegar a un acuerdo con sus hijos para establecer unos límites respecto a las páginas que visitan y el tiempo que le dedican». Carlos Fernández añade que también es importante inculcarles que «no todo es válido y que deben tener criterio con lo que ven online».
Raquel Graña establece tres nociones básicas necesarias para que los jóvenes establezcan una relación afectivo sexual buena: «Aprender a conocerse, a aceptarse y a relacionarse (de forma adecuada)». Si esto no se interioriza, es difícil que luego se generen vínculos saludables entre los jóvenes. Carlos Fernández lo explica así: «Los jóvenes tienen que tener bien interiorizados los valores, tratar de buscar relaciones independientes, comprender y escuchar». Así, si empatizan con la persona que está a su lado, serán capaces de mantener un buen trato, tanto de pareja como amistoso, laboral o familiar. Paula Fernández lo denomina responsabilidad afectiva. «Es importante inculcar la diversidad y que no todos somos iguales ni tenemos los mismos gustos sexuales. De esta forma los adolescentes aprenderán a generar vínculos basados en la comunicación.
EXPERIENCIA SEXUAL SANA
Una vez que se tienen claras las directrices para compartir una experiencia íntima con otra persona (entenderte a ti y al resto), ya se puede establecer un contacto físico sincero. «Estaría guay que fomentáramos las conexiones sociales (conocerse y comunicarse), antes de meterse en un tema erótico. De lo contrario, los jóvenes concebirán el acto como algo frío, mecánico y obligatorio», explica Raquel Graña. Para ella, esto da lugar a que no experimenten las sensaciones tan placenteras de unas simples caricias. «Invalidamos las emociones, no les damos el espacio que se merecen», apunta Raquel Graña. Carlos Fernández opina que es necesario animar a los jóvenes a compartir sus emociones. «No se deben automatizar las respuestas. Lo que estaría bien sería que cuando te pregunten “¿cómo estás?”, no respondas con un simple: “bien”. Los jóvenes deben aprender a exteriorizar sus sentimientos», explica.
En definitiva, no hay que confundir a los niños con mentiras como la cigüeña que trae a los bebés por el aire. Los padres deben naturalizar y normalizar los actos sexuales, así como fomentar lo bueno, y no lo malo: «Enseñar a tener una buena relación de pareja como método para terminar con la violencia de género y combatirlo mediante el amor, y no el miedo».