María Couso, la pedagoga que divulga el valor de los juegos de mesa: «Es mejor para el desarrollo de un niño jugar con él que ayudarle con los deberes»
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«No uses la pantalla como chupete emocional», recomienda la pedagoga viguesa que triunfa alertando del daño de las pantallas y reivindicando los juegos de mesa como una herramienta para entrenar la atención. «Hoy los niños son incapaces de mantenerte la mirada, incapaces de atender si no hay una estimulación de velocidad», afirma
03 dic 2023 . Actualizado a las 16:49 h.Aleja la pantalla y verás que tu hijo es capaz de prestar atención. Sin atención, no hay aprendizaje con significado, pero sí puede haber, en cambio, obesidad, errores por descuido, sentimiento de incapacidad, ansiedad, advierte María Couso (Vigo, 1986), máster en Psicopedagogía Clínica, graduada en Educación Primaria, especialista en dificultades de aprendizaje y posgrado en Neuroeducación.
El niño de pequeño aprende jugando, pero no online, resolviendo situaciones a la comba del tiempo lento de la vida real, donde casi nada viene dado de antemano, viene a decirnos la pedagoga que a miles de familias con su cuenta de Instagram Play.funlearning. «Siempre oponemos juego a trabajo, cuando la forma que el niño tiene de conocer en las primeras fases vitales, de aprender, es a través del juego. Un juego de mesa te capacita para entender a los demás. En un juego de mesa tienes que leer las emociones del otro. Aparte, estás desarrollándote a nivel de percepción; tienes que entrenar tu competencia lingüística, has de entender las instrucciones; debes desarrollar un control inhibitorio (para guardar los turnos y saber qué paso dar) y tomar tus decisiones. Un juego de mesa es un trabajo atencional importante, que has de sostener en el tiempo».
La autora de Cerebro, infancia y juego, que revoluciona la visión del aprendizaje en la infancia desde el conocimiento y la sensatez para construir el cerebro adulto, trabaja desde los 18. Empezó «primero como camarera y dependienta, después como profesora de música y posteriormente como profesora de niños adoptados internacionalmente por familias españolas». En el 2006 fue cuando dos niñas, Beza y Shalom, de 8 y 6 años, la llevaron a poner en práctica todo lo adquirido en sus dos primeros años de carrera. «Recién llegadas de Etiopía, aquel verano les enseñé a hablar, leer, escribir, sumar, restar… lo necesario para que ambas en septiembre pudieran iniciar su andadura en el cole en 3.º y 1.º de primaria», recuerda. La historia de esta pedagoga gallega es en sí una lección aprendida con esfuerzo que supera las paredes de un aula y los tips de un post.
Muchas familias gallegas se han aliado para evitar el uso de «smartphones» en menores. Y ahí está el paso que ha dado una madre de Toledo al llevar 63.000 firmas al Congreso para pedir una ley que prohíba el móvil en las aulas a niños y adolescentes.
—¿Qué hace una profe y pedagoga como tú con 95.000 seguidores en Instagram?
—En el 2017, hablando mi familia me decía: «María, todo lo que tienes debes compartirlo». Yo tenía ya una cuenta de uso personal y decidí abrir otra a nivel público, para compartir las ideas que iban surgiendo con mis alumnos. Entre otras cosas, decidí enfocarme en descubrir cuáles son las bondades del juego de mesa para procurar mejoras en el proceso de aprendizaje de los niños.
—¿Donde no llega la lengua sí llega el juego?
—El juego habla un lenguaje universal. No importa si no nos podemos entender a nivel oral, podemos comunicarnos mediante el juego. Yo venía especializada en diferentes ámbitos y tenía un conocimiento base de neuroeducación. Conocía todos los procesos de lectoescritura y me decidí a compartirlo para beneficio de toda la comunidad educativa, además de las familias. En el 2019 decidí apostar por formaciones presenciales, empecé en pequeños locales de Vigo, y comenzaron a surgirme charlas en otras ciudades de España. Así surgió... No me gusta ser influencer. Prefiero ser influyente. El contenido que comparto en Instagram no está monetizado.
—¿Nos tomamos lo suficiente en serio como adultos la importancia que el juego tiene en el desarrollo del niño?
—Siempre oponemos juego a trabajo, cuando la forma que el niño tiene de conocer en las primeras fases vitales es a través del juego. Cuando dejas a un niño en una habitación, en un entorno, lo primero que hace es jugar con los elementos que le rodean. Es su forma de aprender. Pero, a medida que va creciendo, tendemos a pensar que el niño tiene que dejar de jugar para ponerse a trabajar, sin entender que no hay mayor mecanismo de aprendizaje que el juego en sí mismo.
—Cuesta ver el valor de lo sencillo. Tendemos a comprar el juguete «más interactivo», con botoncitos o funciones para ver después sorprendidos cómo el niño prefiere jugar con el papel o la caja. ¿Por qué sucede esto?
—A veces creemos que el mejor juego es el que más parafernalia ofrece. Buscamos juegos con sonidos o luces cuando el niño, en las primeras etapas sobre todo, busca per se su propio juego a través de esa curiosidad natural que tiene. El niño no necesita algo elaborado, sino descubrir qué puede hacer él con esa caja. Yo insisto en que no debemos buscar juguetes que den el juego dado. Tiene que ser el niño el que lo busque. La atención se está dibujando a través de las redes neuronales y todo tiene que ir lento. Si nosotros aportamos velocidad y rapidez en la estimulación que proponemos a los niños, dañamos las rutas atencionales que se están conformando en esas primeras fases, que son las que van a posibilitar que con 10, 12 o 15 años pueda ser capaz de atender a una clase completa 60 minutos.
—Adviertes: «En tu aula uno de cada 25 alumnos tiene TDAH».
—Yo siempre comparto que los docentes están viviendo las consecuencias de las grandes exposiciones de los niños a pantallas desde temprana edad. Y ya no se trata solo de que tengamos en cada aula un niño con TDAH... Estamos hablando de que entre esos 25 niños tienes a uno con TDAH, con un trastorno neurobiológico y a 20 con dificultades atencionales. Hay que distinguir entre TDAH y dificultades atencionales, que tienen quienes no han nacido con una desviación de sus redes neuronales. Esto quiere decir que esa dificultad para atender la han adquirido en su infancia por la hiperestimulación a la que se les ha sometido. Y esta hiperestimulación es un problema social. Tiene que haber un movimiento que nos lleve a parar el consumo de pantallas. Si no, estamos abocados a tener cada vez más necesidad de recompensas inmediatas para atender. Cada salto de pantalla es una recompensa para el cerebro, ¡pero la vida no va a esa velocidad! Si tu cerebro se acostumbra desde que eres niño a esa rapidez de la pantalla, eres incapaz de canalizar tu atención hacia los focos que no ofrecen esas velocidades.
—«No uses la tablet como chupete emocional» es tu consejo.
—Totalmente. Si usas la pantalla como chupete emocional, evitas que el niño tenga la oportunidad de transitar por todas las emociones. Para alfabetizarme emocionalmente, tengo que transitar todas esas emociones. No evites una emoción desagradable en tu hijo, enséñale a gestionarla.
—¿Qué pasa si a un niño le pones la tablet o el móvil para que coma?
—Hay investigaciones que avalan que los niños que comen frente a una pantalla tienen niveles de obesidad superiores. Y es porque cuando estás en modo recompensa, no eres capaz de tener sensación de saciedad; tu cerebro no reacciona. No estás atento. Vivimos en la época de la gran multitarea. Parece que somos más eficientes si hacemos muchas cosas al mismo tiempo. Pero la multitarea no existe, es un mito: pasas tu atención de una tarea a la otra para abarcar las dos y lo que ocurre es que cae la eficiencia. Vivimos deprisa y queremos trasladar esos ritmos a los niños. Hay una frase que repito mucho: los niños viven en Kairós y los adultos en Kronos. Son sentidos del tiempo diferentes.
—¿Cuáles son los efectos de esa velocidad que llevamos en los niños?
—Los niños hoy no son capaces de mantenerte la mirada. Son incapaces de atender si no hay una cierta estimulación de velocidad. Las primeras consecuencias de esos ritmos las estamos viendo... Si no educamos en cómo gestionar las emociones, los niños llegan a la adolescencia, a una fase de hiperreactividad amigdalar, habiendo experimentado tan pocas emociones desagradables que no saben gestionarlas. Es como si hubieran vivido dormidos 13 o 14 años de su vida y tuvieran que despertar de golpe.
—Ningún padre daría a un hijo un móvil sabiendo que le hace mal...
—¿Sabes por qué la gente no piensa en ello? Porque las consecuencias son invisibles. Como el daño es a nivel cognitivo, no se ve. Pero está ahí.
—¿Cómo valoras los fondos Next Generation para digitalizar la educación?
—Lo que no puede ser es que se nos diga desde la evidencia científica que la comprensión lectora es menor sobre la pantalla que sobre el papel ¡y vayamos y digitalicemos los libros de texto! No tiene sentido. Solo se han de leer en pantalla textos narrativos y cuando no tienen un objetivo de aprendizaje. No te metas a digitalizar los libros cuando el objetivo es que el alumnado aprenda.
—Pero aún se sigue considerando innovar el hecho de digitalizar. Muchos padres demandan más tecnología incluso en infantil...
—Hay un desconocimiento abismal. Si vas a un centro privado o concertado, verás que suele aparecer un niño con una tablet en la mano y te venden que están digitalizados desde infantil, y dices: «Pero esto no toca». Vende bien y sí, hay familias que lo demandan. Pero una investigación ha revelado que, a mayor nivel sociocultural de las familias, menor uso de la tecnología se hace.
—¿Mejor jugar a un juego de mesa con un niño que hacer los deberes con él?
—Mejor para su desarrollo, sin duda. Las grandes conversaciones de los niños se dan cuando están jugando. En un juego de mesa entrena muchas cosas, como la empatía y la competencia lingüística, o el tener que tomar sus propias decisiones. Ayudarles con sus deberes es contraproducente para su desarrollo, les limita en autonomía.