Todas las marcas quieren trabajar con esta gallega

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Lo que era un «hobby» ahora es una empresa de éxito. Cristina empezó a hacer flores de papel para relajarse, y poco a poco ha creado una marca de referencia en el mundo de la artesanía. Las firmas se pelean por ella, que ya ha tenido que decir no

24 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

De A Coruña a Nueva York. Concretamente, de un estudio montado en un piso a la tienda de Porcelanosa en la Quinta Avenida. Ese es el viaje que ha hecho hace unos días la gallega Cristina Velasco —la mitad de Anaquiños de Papel, que en el 2024 pasará a llamarse Velasco Mora Studio—, y que puede ser una metáfora de su andadura profesional. Hace unos días estuvo en la ciudad de los rascacielos con la prestigiosa firma de cerámica, a la que previamente le había hecho los adornos de Navidad, para enseñarles a hacer esas mismas figuras a sus clientes. Y así ha sido su trayectoria, de menos a más, hasta llegar a lo más alto. De hecho, ya ha tenido que renunciar a algún que otro encargo. Lo que empezó como un hobby para reducir su nivel de estrés se ha convertido en una apuesta firme y sólida por ofrecer una propuesta diferente, sobre todo, en temas de decoración.

 Anaquiños de Papel nació en el 2012 en forma de blog, que era lo que se llevaba entonces. Su hermana Bea, arquitecta de profesión, es una amante de las estructuras y formas rectas, y gracias a eso, descubrió el origami: el arte de plegar el papel. Cristina, que estudió Derecho, cuando estaba en casa veía a su hermana superconcentrada haciendo flores y figuras, y pensó que a ella también le vendría bien algo así para estar «relajada» ya que estaba atravesando «una época de estrés muy grande». «Me propuse hacer flores con ella, y con el tiempo me empezó a gustar mucho. Empecé a recibir encargos. Al principio, eran de familia y amigos, luego gente que nos escribía y nos pedía cosas», señala Cristina. Así, poco a poco, hasta que entre esos primeros pedidos apareció un cliente de renombre: Inditex. Y a continuación, otro, también de gran calado: Vogue. Ante la dimensión que estaba cogiendo aquel hobby, en el 2014 decidió dejarlo todo, en ese momento trabajaba como becaria, y darse de alta como autónoma. Apostó por emprender, por trabajar profesionalmente como Anaquiños de Papel, como artesanas del papel.

Ya han pasado diez años, y a la vista está que la arriesgada decisión fue muy acertada. «Al principio fuimos dando palos de ciego, pero ahora estamos estabilizadas como empresa referente, y más tranquilas. Mi hermana me echa una mano, pero estoy yo sola al frente», señala Cristina, que explica que, siendo solo dos manos para todo, el tiempo se vuelve algo fundamental. Como es un trabajo completamente artesanal, a las empresas siempre les indican la necesidad de que las cosas no sean para ya. «Si me pides 500 adornos de Navidad nos hacen falta tres semanas, y dedicándome solo a eso, porque también somos madres y tenemos que conciliar, que es muy complicado, me tiene que compensar económicamente». Hay veces, cuando la carga de trabajo es alta, que delega en personas que ha ido conociendo a lo largo de estos años que trabajan bien el papel o que le pueden avanzar partes del proceso creativo, por ejemplo, preparar las cajas para los envíos. Gente cercana que le va ayudando con determinadas tareas cuando ella no llega. «El proceso es un mix. Casi siempre hago todo con las manos, pero tengo una máquina para cortar papel. Si tengo que hacer una figura y me hace falta un tamaño determinado, por ejemplo, 300 cuadrados de 15x15, tengo una máquina que me lo corta, eso me reduce muchísimo los tiempos. Si tengo que estar midiendo el papel, cortando con las tijeras, tardo la vida. Es lo único que tengo, y una impresora que apenas utilizo».

De sus manos han salido unos pendientes que la firma Simorra presentó en la pasarela 080 Barcelona, también para este mismo evento hizo unas prendas de papel para que las bailarinas de la marca Little Creative Factory desfilaran y bailaran con ellas —quizás su mayor reto hasta la fecha, confiesa—, unas figuritas de tamaño diminuto (palmera, kiwi, manzana y un barquito) como atrezzo en una sesión de fotos de la agenda de Mr. Wonderful, un photocall para Cartier en la presentación de un perfume en Madrid, una colaboración con la revista de arquitectura AD, talleres por toda España con Loewe, también para los empleados de Inditex... Una cartera y una abanico de clientes que la han situado en lo más alto del sector. «A nuestro nivel en España, como artesanas del papel, creo que estamos de primeras o segundas. Hay otra empresa en Barcelona, pero son tropecientos mil empleados, en nuestro caso solo trabajamos nosotras». «El trabajo que hacemos es muy especial —añade— porque es artesanía en papel. No es habitual ver flores gigantes, ni figuras, y sobre todo, a alguien que se dedica profesionalmente a ello, y sobrevive. También damos talleres presenciales, tanto a empresas como a particulares. Tenemos esa doble faceta: de artesano que hace figuritas muy bonitas, y que, además, puede dar un taller en el que te enseña cómo las ha hecho. Y eso las marcas lo están solicitando mucho». 

APUESTA POR LA ARTESANÍA

Además de Porcelanosa, la tienda de muebles Kave Home la contrató para que hiciera unos ramilletes de flores para sus clientes, y el día del evento estuvo haciendo flores en directo para que vieran cómo era el proceso creativo. «Ahora las empresas valoran mucho la artesanía, y quieren que los clientes vean que ellos valoran la artesanía, y tiran mucho de artesanos», indica Cristina, que, a veces, tiene que hacer malabarismos para guardar sus creaciones sin invadir el resto de su casa.

Invierte muchas horas del día en el papel, incluso de la noche, y a veces no solo se resienten las manos, también el cuello y los hombros de apretar con los dedos. Dice que con un folio normal, el que está en las impresoras, se trabaja muy bien. Y aunque el papel de seda pueda resultar difícil de doblar, «es fácil para arrugar y hacer flores y pompones». «Cada papel —explica Cristina— tiene su utilidad, yo solo con tocarlo ya sé para qué lo voy a utilizar, me inspira, y el propio gramaje (el grosor) ya te indica para qué lo puedes utilizar», asegura Cristina, que ahora mismo puede tener unos 15 tipos diferentes, aunque ha tenido que reducir mucho la variedad, porque «antes era una loca del papel». Que, por cierto, compra prácticamente en A Coruña, excepto cuando le piden algo más específico que recurre a proveedores extranjeros.

Cree que llegar hasta aquí ha sido tanto cuestión del boca a boca como de las redes sociales. «Para nosotras tener un Instagram ha sido superimportante porque nuestro trabajo es muy visual. Muchas veces le explicas a la gente que haces artesanía en papel, y no entienden lo que les estás diciendo, pero cuando les enseñas una foto se quedan alucinados. Te dicen: ‘¿Cómo se puede hacer esto en papel?'. Y esto es lo que ha hecho que la gente se interese por nosotros, lo ven como algo distinto y llamativo. Buscamos el efecto sorpresa, que la gente diga: ‘¿Eso se hizo en papel?'. Creo que esa fue la ventaja que tuvimos cuando empezamos, que la gente buscaba algo distinto, estaba harta de lo mismo, y aparecimos nosotras. Cosas bonitas, cosas con estilo...». Y desde un estudio de A Coruña están conquistando el mundo.