Miguel ya tiene plaza en la universidad de Oxford con 15 años: «Siempre vi viable que me admitieran, me parecía más fácil que en España»

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Con una plaza que ya lleva su nombre en una de las universidades más prestigiosas del mundo, las altas capacidades de este chaval van mucho más allá de lo académico. Cursó en dos años lo equivalente a cuatro y se lanzó a por su sueño sin decírselo a nadie. En Inglaterra ya lo están esperando

11 feb 2024 . Actualizado a las 11:49 h.

Mientras sus compañeros aprendían a sumar con dos cifras, Miguel Donaire lo hacía con seis y escribiendo los dígitos en espejo, es decir, al revés. Misterios de una mente privilegiada. Aun así fue subiendo de curso cuando le correspondía, hasta que un día dijo basta. Corría el año 2017. Su padre enfermó y él no quería molestar, así que empezó a callárselo todo. Hasta que un día su madre se dio cuenta de que se había arrancado la piel de las manos. Era pura desesperación. «Ahí vimos que había un problema y tramitamos una primera adaptación curricular, pero decidimos que mejor estudiara por libre y que aún no saltara de curso, para que pudiera vivir su infancia lo mejor posible», dice su madre, María José, que recuerda como si fuera hoy un momento que califica de «demoledor»: «Un día me dijo: ‘Mamá, tú imagínate que a ti te ponen a sumar dos más dos son cuatro todos los días de tu vida durante años. Así me siento yo. Y me estoy volviendo loco’»

Miguel empezó a llevar sus propios libros al colegio y a formarse por su cuenta, completamente al margen del resto de la clase. Es un auténtico autodidacta. Pero en el 2021, el fallecimiento de su abuelo materno volvió a marcar un antes y un después en su vida. Con 12 años, se acercó a su madre y le dijo: «Mamá, no quiero seguir esperando. Me quiero ir a la universidad. Mi abuelo se ha muerto de pronto, y yo no sé si me voy a morir mañana. No quiero perder más mi tiempo». Con esa edad no solo era capaz de razonar así, sino que ya había terminado de estudiar por su cuenta todo el temario de bachillerato, y se había introducido en contenidos de la universidad.

LO INTENTÓ A LOS 12 AÑOS

Incluso dio un paso más y miró por su cuenta los exámenes de acceso a Oxford. No se lo pensó y contactó con la universidad británica. «Llegamos a un acuerdo. Yo en aquel momento le dije que con 12 años era muy pronto para irse a estudiar fuera de casa. Quedamos en hablar con la Junta de Andalucía y preguntar qué era lo máximo que podía adelantar. Le dije: ‘Vamos a gestionar que saltes todo lo que tu madurez esté dispuesta a soportar, y a cambio tú te esperas un poco», narra su madre. Hasta en Oxford le dijeron que era demasiado joven, y le animaron a intentarlo un poco más adelante.

Con ese acuerdo llegaron hasta hoy. En dos años, Miguel cursó lo equivalente a cuatro, y en estos momentos, a los 15 años, se encuentra inmerso en segundo de bachillerato. De nuevo volvió a mirar todo por su cuenta. No fue a un instituto inglés ni estudió un bachillerato internacional, como suelen hacer los niños que aspiran a acceder a Oxford. Él hizo todo por libre. «Organizó todo, nos dijo con quién teníamos que hablar, dónde teníamos que preguntar, y se examinó», indica María José.

«Yo lo veía bastante posible, no le daba tanta importancia. De hecho, al principio lo consideraba como una segunda opción, porque me parecía más fácil entrar en Oxford que en el doble grado de Matemáticas y Física en España; en la selectividad hay que hacer Lengua, Historia y todas estas asignaturas que me cuestan mucho más que matemáticas», explica el joven prodigio.

A estas alturas Miguel ya tiene confirmado su acceso a Oxford, su college, su tutor y su plaza. Pero antes tiene que terminar segundo de bachillerato. Aprobar el examen de acceso a la universidad británica y terminar su etapa educativa en España son los requisitos. «Para poder presentarte a la prueba de admisión creo que tienes que tener una nota media de diez desde segundo de la ESO, un nivel C2 de inglés o equivalente y el aval de un profesor de reconocido prestigio de la materia a la que optas y que proponga tu candidatura. Sin esos tres requisitos, no puedes ni siquiera presentarte al examen», explica María José, que recuerda perfectamente que recibió el mail que confirmaba el acceso de su hijo a Oxford justo cuando iba conduciendo. «Frené el coche para leerlo, casi me da un infarto», recuerda entre risas. Le mandó un wasap en el momento a Miguel, que estaba en el colegio y se lo dijo en el momento a Eloy, su profesor de Matemáticas, que fue también su avalista durante el proceso.

El chico tiene muy claro qué va a estudiar: el doble grado de Matemáticas e Ingeniería Informática. Y ya valora la posibilidad de arrancarse después con la Física. Por el momento, no tiene muchos más planes. Pero tratándose de Miguel, los que tenga se convertirán en realidades. «Lo de hacer Física es una posibilidad, aunque también puede ser que me ponga a trabajar. Lo más probable sería algo de investigación aquí, pero no tengo nada muy pensado», asegura.

En su colegio de Granada, La Presentación FESD (Fundación Educativa Santo Domingo, que cuenta con un centro en A Coruña), Miguel es ya toda una celebridad. Su madre cuenta que cuando saltó los dos cursos, encajó bien en su nuevo grupo de alumnos dos años mayores que él. «Es un niño muy sociable, no tiene nunca problemas con nadie y es muy noble. Pero además es que es muy alto, mide 1,80, y está cuadrado, porque va mucho al gimnasio. Entonces, no desentona entre los compañeros. Eso hace que pase desapercibido entre los mayores». Miguel no encaja en el perfil del empollón. «Fuera de casa practico un poco, si hay un examen estudio, o si algún amigo me pregunta alguna duda repaso un poco y se la explico... Pero normalmente yo salgo de clase, si tengo deberes que hacer, los hago pronto, después de comer. Tengo un poco de tarde libre, voy al gimnasio unos 4 o 5 días a la semana, eso sí, y poco más», señala el chico, que aún encima es sano: «No soy mucho de salir por la noche. Quedo con mis amigos cuando hay algún plan, salimos a la calle, jugamos a videojuegos... Lo normal».

No se obsesiona en absoluto con los estudios, pero en el examen de acceso a Oxford, sacó un 96 sobre 100. Superar los 90 puntos es algo excepcional. «Salió feliz. Dijo: ‘Ha sido un examen precioso, me ha encantado, ojalá la universidad sea igual’», señala su madre. Tanto fue así que por error la prueba tuvo diez minutos menos de duración y, a todos los que tuvieron ese problema, les dieron la opción de repetirla. Lo hicieron todos menos él. Miguel sabía que estaba dentro. Y aun estándolo de forma oficial, afirma que va a hacer igualmente la selectividad. «Nosotros tenemos los pies en la tierra y sabemos que Miguel tiene 15 años, que siempre ha habido que hacerle a medida su traje educativo, y es posible que ahora se vaya de casa y no sea feliz», dice María José. Su hijo dice que haciéndola se asegura la posibilidad de volver. «Sí, la voy a hacer, por si quiero volver o estudiar algo aquí más adelante», apunta.

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YA ES BILINGÜE EN INGLÉS

Él y su hermana Lucía, que le lleva dos años y está en primero del doble grado de Matemáticas y Física en Granada, son bilingües. En casa siempre han leído y visto las series y las películas en inglés. También tuvieron siempre un profesor para estudiar el idioma. Cuando le tocó a ella presentarse al C2, que es el máximo nivel, su madre animó a Miguel a intentarlo. Al final se presentaron a la prueba ambos, él con 12 años y ella con 14, a pesar de que en un principio la academia que les preparó para el examen dijo que eran muy pequeños. Y aprobaron.

Tanto la Junta de Andalucía como el colegio apoyaron a Miguel en su necesidad de ir a un ritmo superior. «Los profesores me fueron dando libros cada vez más avanzados, pero me duraron hasta primero de ESO como mucho», indica. A partir de ahí, nunca volvió a usarlos. «Muchas veces me daban ejercicios, algunos apuntes... Yo iba por mi cuenta la mayor parte del tiempo, y más o menos cada dos semanas me veía con el profesor, que me daba ideas para ir avanzando la siguiente semana. Tanto avanzó que en tan solo unos meses se muda a Inglaterra. Y la inminencia de ese salto mortal la lleva como todo, con mucha serenidad: «Siento un poco de todo. Al fin y al cabo me voy a ir con 16 años a vivir fuera —los cumplirá antes de empezar el curso universitario—. Pero voy también con ganas de conocer el entorno, probar... No tengo mucho miedo». Tampoco lo tuvo cuando le diagnosticaron sus altas capacidades: «Hay mucha gente que cuando la diagnostican como superdotada se deja ir. Yo no. Trabajo lo que tengo que trabajar. En clase trabajo, pero fuera normalmente no. No soy un empollón, no me va la vida en ello, pero hago lo que tengo que hacer». En Oxford ya lo esperan.