Una transformación física de récord: «Pasé de verme anciana y arrastrar los pies a abandonar las muletas en un año»

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ANGEL MANSO

No hay pesas que pesen para Beatriz y María Dolores, dos gallegas que llevan sobre sus hombros el párkinson y el cáncer de mama, aunque caminan más ligeras que nunca. Sus resultados médicos no dejan de mejorar. También sus vidas. «Fue nuestra salvación», aseguran

13 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«La primera vez que entré aquí vine con dos muletas. Ahora solo llevo una plegada en el bolso, por si acaso», indica Beatriz Puente. Nadie diría que esta coruñesa de 58 años y sonrisa pizpireta, puro nervio y vitalidad, tiene párkinson. Posa para la foto con dos pesas, pero su fuerza va mucho más allá de lo físico. Como la de su compañera de gimnasio, María Dolores Boado, que a sus 76 años pedalea para dejar poco a poco atrás la sombra del cáncer de mama. Ambas aseguran que todo es gracias al entreno físico. Pero, sobre todo, a su «ángel de la guarda». Ella es Amelia Roca, extriatleta de élite y ahora entrenadora personal con centro propio en el barrio coruñés del Catrillón, que en verano trasladará al de Xuxán. Especializada en mujer y deporte, las trata en cualquier fase de la vida y ante cualquier circunstancia. Los resultados saltan a la vista.

«Antes de venir aquí, a mí me hacían así [hace el gesto de soplar] y ya me caía», recuerda Bea, que asegura que debido al párkinson tenía «poquísimo equilibrio y muchísimo dolor», en parte por la rigidez que este provoca en los huesos, pero también debido a una poliomielitis en su rodilla izquierda. «Para mí acostarme era una tortura, buscaba siempre una excusa para irme más tarde a la cama, porque era mucho el dolor que tenía. Desde que vengo a hacer deporte sigo teniendo insomnio, pero ya no tengo dolor».

Tal y como se la ve hoy, cuesta imaginarse a la Beatriz que la condujo hacia el diagnóstico. «De repente, me vi muy anciana. Temblaba, arrastraba los pies, iba muy lenta y me caía con muchísima facilidad» —de hecho, dos caídas, una por la que fracturó el peroné y otra por la que rompió varios dedos, la dejaron sin trabajo en dos sitios distintos y, posteriormente, la incapacitaron para coger pesos—. Convencida de que lo que le pasaba era debido a unas ondas de choque que le habían dado en un hombro, fue al traumatólogo. Pero los síntomas nada tenían que ver con los huesos, por lo que este la derivó al neurólogo, que le hizo unas pruebas y acabó diagnosticándole párkinson.

«Desde que estoy con Amelia tengo algunos tropezones, pero no me he vuelto a caer. Ella me dice: tacón, punta, tacón punta...», explica. «Es que hay que trabajar a nivel funcional. Porque el párkinson hace desconexiones, y hay que volver a conectarlas. Eso es repetición, repetición, coordinación, repetición... Al trabajar eso, lo que antes había desautomatizado, vuelve a automatizarse», explica la entrenadora. Beatriz lo ejemplifica muy bien. «Antes de empezar con los temblores, me sentaba en la cama y quería ponerme las zapatillas. Yo quería, pero mi pie izquierdo no me entraba en la zapatilla. No se movía del sitio. Entonces, acababa cogiéndola con la mano y poniéndomela yo. El neurólogo me dijo que la parte afectada, que era la izquierda, no estaba recibiendo la orden. Ahora, con la medicación y el ejercicio, sí la recibe», explica.

«NECESITÉ PSICÓLOGO»

El del diagnóstico fue un momento duro: Beatriz todavía se emociona. «Uf... necesité psicólogo. En ese momento se te cae el mundo encima. Eres joven, pero te ves mayor. Y le tienes miedo, sobre todo, al futuro. Pero yo intenté revertirlo». Está haciendo mucho más que eso. Hace seis meses, el neurólogo valoró el avance del párkinson en 28 puntos. En la última revisión, le dio 15. «Me dijo que está asombrado de la recuperación que está viendo», señala. No es para menos. «Ahora hay días que puedo venir arrastrando un poco los pies, pero ya no siento dolor. Cuando conseguí ponerme de rodillas, me emocioné. No recordaba poder hacerlo. Y mis compañeros de la Asociación de Párkinson, cuando hacemos ejercicios de equilibrio, me dicen: ‘Jo, no hay quien te empuje’. Venir aquí fue mi salvación», apunta Beatriz, que es un culo inquieto. No para, incluso coge la desbrozadora para arreglar el jardín y planta sus cosas en su invernadero, pero se queja de que haría más. «Pero si a mí hay días que me dice: ‘Estuve moviendo leña de un lado para otro...’», dice su entrenadora entre risas.

«Yo pasé mucho menos dolor que ella», dice María Dolores. Detectaron su cáncer de mama hace tres años en un grado dos, «pero me tuvieron que quitar el centinela, que ya tenía un poco de metástasis», cuenta con una pasmosa serenidad. «No puedo decir que me asusté. Me lo tomé muy tranquila. Fue con 73 años, no había tenido nunca nada y había ido al quirófano solo para tener a los niños. Me lo tomé como una circunstancia de la vida que me venía a mí porque me tocaba, pero no me asusté nada», insiste.

Inmediatamente, envió un mensaje a todos sus amigos para que lo supieran. Después, la operaron y le dieron radioterapia. «Pero siempre te avisaban de que el brazo iba a doler... y efectivamente. Me dolía mucho, sobre todo al separarlo y al levantarlo. Me aconsejaron mucho los doctores que hiciera ejercicio, y me animé a venir», narra. Desde entonces, magia. «No es solo que me dejase de doler el brazo. Es que descubrí en mi cuerpo cosas que yo no conocía y empecé a encontrar una libertad de movimiento impresionante. Además, he pasado de controlarme cada cinco meses a que me dijeran ahora que vuelva dentro de un año».

Los resultados de sus últimos análisis ya los quisiera cualquiera para sí: «Le pregunté al médico por ellos y me dijo: ‘Parece que quiere venir un poquitito el colesterol. Pero como va al gimnasio, no te voy a dar ni pastilla». Los oncólogos, afirma, ya no saben cómo hacer que los pacientes le den al deporte la importancia que tiene: «Me dijeron: ‘Ay, por favor, si pudiese usted convencer a toda esa gente que sale que haga ejercicio...». «Se ha demostrado en muchos estudios que el ejercicio físico es fundamental», reafirma su entrenadora. No hay más que verlas para comprobar que sí.