ESCALADA SIN FIN. Los fans se encuentran cada vez con entradas más caras, carteles de «todo vendido» en cuestión de minutos y conciertos a más de un año vista. Analizamos la situación de la música en directo
01 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Comprar entradas para un concierto se ha convertido últimamente en un deporte de riesgo. Para poder ver al artista del momento hay que organizar toda una especie de centralita de la NASA. Buena prueba de ello la dieron los seguidores españoles de Taylor Swift que para conseguir un billete para ver a la estrella del pop tuvieron que, como quien dice, recolectar las siete bolas de dragón. Que si primero apúntate a la preventa, que si luego que te toque el código de acceso y, aunque seas de los afortunados, luego aún queda pelear en la cola virtual para conseguir las mejores localidades. O bueno, las que te puedas permitir. Pero Taylor Swift no es la única. Los fans acuden como locos a la llamada de sus cantantes favoritos agotando en cuestión de minutos las entradas de los conciertos.
El Anuario de la Música en Vivo de la Asociación de Productores Musicales (APM) certifica que en el 2023 se batieron todos los récords de recaudación y de asistencia a espectáculos de música en vivo, pulverizando los datos del 2022, que ya habían recogido el máximo histórico.
LLENOS ABSOLUTOS
Cada vez es más frecuente ver el cartel de «todo agotado». Este logro antes quedaba reservado para grandes artistas internacionales, pero ahora está a la orden del día. Así lo cuenta Javier Rodríguez, director del Coliseum de A Coruña. «La primera vez que nosotros nos encontramos con un sold out inmediato fue con el concierto del 2017 de Ricky Martin», reconoce, aunque en el último año ha visto cómo eso mismo pasaba con artistas tan diferentes entre ellos como Quevedo o Joaquín Sabina, que también firmaron llenos absolutos en el recinto. Ahora los artistas de primera línea ya se pueden permitir no solo llenar un Santiago Bernabéu, sino cuatro, como es el caso de la cantante colombiana Karol G. Pero no hace falta irse a artistas internacionales para ver el cartel de completo. El fin de semana pasado The Rapants llenaron dos noches la compostelana Sala Capitol agotando las entradas en cuestión de minutos.
Para María Andrade, doctora en Sociología y especialista en el estudio de la cultura, este tipo de llenos «reflejan la dinámica de la sociedad contemporánea». «La rápida venta de entradas para eventos culturales agotados puede ser vista como parte de la comercialización de la cultura, donde la demanda se manipula hábilmente para crear escasez percibida y aumentar el interés del público», apunta Andrade.
MÁS ANTELACIÓN
Pero si hay alguien que este año haya reventado la máquina de llenar conciertos es, sin duda, Dani Martín. El exlíder de El Canto del Loco ha conseguido agotar ocho conciertos programados en el madrileño Wizink Center… ¡para noviembre y diciembre del 2025! Las entradas salieron a la venta con 21 meses de antelación, casi a dos años vista. Para la socióloga María Andrade, «el miedo a perderse algo puede llevar a comportamientos impulsivos de consumo» y ve una relación con el FOMO (miedo a perderse algo). «El FOMO puede generar presión social y ansiedad en las personas que sienten la necesidad de participar en eventos culturales populares para evitar sentirse excluidas o perderse experiencias significativas y, en este sentido, puede contribuir a un ciclo de consumo impulsado por la ansiedad y la necesidad de validación social», apunta María Andrade. Para Javier Rodríguez, del Coliseum de A Coruña, el efecto de la pandemia es clave en esta forma de consumo. El director del recinto indica que, aunque sobre el 2017 «aparece la tendencia a participar de forma más activa en los espectáculos musicales» es después del covid cuando eclosiona. Para Javier Rodríguez ahí explota «esa consciencia sobre la necesidad de aprovechar el presente y no desestimar la inversión en el tiempo de ocio y disfrutar de vivencias irrepetibles como un concierto o un festival. No lo puedes disfrutar en una pantalla, no lo puedes volver a ver las veces que quieras».
PRECIOS DESORBITADOS
Podríamos pensar que si cada vez más gente va a conciertos y cada vez se llenan más rápido es porque las entradas son baratas. En las salas los precios no se han disparado tanto, sin ir más lejos los dos llenos totales de The Rapants en la Sala Capitol no llegaba a los 14 euros por billete. Sin embargo, si nos vamos a grandes recintos los precios se han multiplicado en cuestión de años. Para ir a uno de los cuatro conciertos agotados de Karol G en el Santiago Bernabéu cada asistente tuvo que desembolsar como mínimo 65,5 euros, aunque la entrada más cara a la venta era el pack VIP Besties Lounge Experience que tenía un precio de 476 euros. Unos precios similares a los de Taylor Swift, cuyos seguidores españoles han tenido que ahorrar, al menos, 85 euros para poder verla desde la grada más lejana del estadio.
Pero no hay que irse a artistas mundialmente conocidos ni a conciertos de gran formato en la capital. El Coliseum de A Coruña recibía a Estopa en el 2019, pocos meses antes de que estallara el coronavirus. Los hermanos Muñoz celebraban un concierto por el vigésimo aniversario de su primer álbum. Las entradas estaban a la venta a partir de los 25 euros. Este 2024, cinco años después, volverán al recinto herculino, eso sí, ninguna localidad se puede conseguir por menos de 50 euros, exactamente el doble. Las excepciones a estos precios se cuentan con los dedos de las manos, como el caso de Lola Índigo. La extriunfita llenará el año que viene un Santiago Bernabéu para el que, por supuesto, no quedan entradas. Eso sí, la granadina ha querido comercializar las entradas a «precios populares» con billetes desde los 30 euros. Para Javier Rodríguez esta tendencia viene marcada ya desde principios de siglo, cuando cayó la venta de discos y los artistas tuvieron que buscar su fuente de ingresos en la música en directo. Sin embargo, considera que después de la pandemia hubo un incremento de costes que influyó en la situación actual. «Estamos en una situación de inflación generalizada y aumento de costes en energía mientras el coste de personal también incrementa» razona Rodríguez. A eso hay que sumar, según su visión, el coste que supone hacer espectáculos cada vez con mayor producción, como la última gira de C. Tangana que llenó el Coliseum en febrero del 2022.
Por otro lado, la socióloga María Andrade ve un peligro en esta tendencia. «Aquellos con mayores recursos financieros pueden tener más facilidad para asegurar entradas para eventos populares, lo que nos conduce a una sensación de exclusividad y elitismo, donde solo aquellos que pueden pagar y acceder a las entradas tienen la oportunidad de participar. Esto puede excluir a aquellos con recursos limitados y reforzar las divisiones socioeconómicas», concluye la experta.