Del «fantástico futuro juntos» al «francamente, me decepcionó»: la relación entre Elon Musk y Donald Trump a través de sus frases

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El propietario de Tesla y X fue el gran apoyo en campaña del republicano, que le hizo un hueco en el ejecutivo al frente del departamento que llevaría la eficiencia a la administración estadounidense. Medio año después, los resultados son decepcionantes para ambos y su relación ha terminado: «Quería alguien realmente inteligente que trabajara conmigo»
02 jun 2025 . Actualizado a las 09:54 h.¡Qué lástima, pero adiós! Me despido de ti y me voy. La frase no es de Elon Musk, está extraída de una conocida canción de la mexicana Julieta Venegas, pero define a la perfección el punto y final a la relación que mantenían el magnate y empresario multimillonario y el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Desde el principio, el suyo no pareció que fuera a ser un matrimonio bien avenido. Aunque en 2016, parecían prometérselas muy felices. El republicano lo incluyó como «asesor empresarial» durante su primer mandato, en un equipo en el que estaban presentes también altos ejecutivos de gigantes como Pepsi o Uber y que se presentó en la Torre Trump a bombo y platillo con asistentes de la talla de Tim Cook o Jeff Bezos, directores ejecutivos de Apple y Amazon. Pero en 2017, llegó la primera ruptura. El presidente negacionista del cambio climático retiró al país del acuerdo de París. «No parece tener el tipo de carácter que refleje bien al país», dijo Musk antes de abandonar el consejo consultivo: «El cambio climático es real. Abandonar París no es bueno para Estados Unidos ni para el mundo».
Con el paso del tiempo, y aunque el fundador de Tesla se definía hace una década como «progresista en lo social y conservador en lo fiscal», retomó lo halagos hacia Donald Trump, maximizados en la última campaña electoral estadounidense, en la que inyectó más de 250 millones de dólares al plan «MAGA» (Make America Great Again), el del «único candidato que preservará la democracia en EE.UU.».
Musk al frente de DOGE, las tijeras de Trump
La inyección económica del también dueño de la red social X no cayó en saco roto. Tuvo su lugar privilegiado el pasado enero en la investidura. «Gracias a ustedes el futuro de la civilización está asegurado», dijo a sus 53 años acompañando sus palabras de un gesto tremendamente parecido al saludo nazi. Lo siguiente que hizo el nuevo presidente fue ponerle un despacho. No uno cualquiera. Uno que sirviese para dirigir la gran herramienta gubernamental creada para hacer que la Administración del país ahorrase como nunca antes. La tijera del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) prometió un recorte de 2 billones de dólares. El «empleado especial del gobierno», como lo definió Trump, se ponía manos a la obra porque «el futuro será fantástico a partir de ahora».
En una entrevista conjunta ofrecida a la Fox, altavoz republicano por excelencia, intercambiaron halagos. «Quería a alguien realmente inteligente para trabajar conmigo», fue claro el mandatario dirigiendo una mirada de aprobación hacia Musk, que tampoco se quedó corto de alabanzas: «Yo quiero al presidente. Solo quiero dejar eso claro. Creo que el presidente Trump es un buen hombre». «Pueden llamarlo empleado, asesor, lo que quieran, pero para mí, Elon es un patriota», cerraba el círculo de zalamerías el actual ocupante del Despacho Oval.
Lejos de los objetivos marcados
Miles de empleados en el sector público fueron a la calle. Se perdieron un total de 260.000 puestos de trabajadores federales, desmantelando oficinas tan sensibles como USAid, hasta entonces líder mundial en ayuda humanitaria o 18F, referente en lo relativo a la mejora de servicios digitales. El desencanto y las protestas entre el funcionariado llegaron a afectar a su marca de coches Tesla, que atraviesa una grave crisis de ventas. En Europa, vende la mitad; y en todo el mundo, sus beneficios cayeron un 70 %. Hasta Donald Trump le compró un vehículo, porque «este hombre ha dedicado su energía y su vida a hacer esto». «Creo que lo han tratado mal un pequeño grupo de personas», posaban los dos ante un flamante Model S, el buque insignia de la firma, el pasado marzo. Por aquel entonces, todo parecía ir sobre ruedas en la pareja: «No hay un mejor equipo. No hay nadie mejor para lo que estamos haciendo».
Sin embargo, el departamento DOGE no ha cumplido las expectativas. Hoy, más de cuatro meses después de su puesta en marcha, el ahorro no llega ni al 9 % de lo prometido, menos de 200.000 millones que han tenido además un coste político elevado. Trump ha perdido votos entre los empleados públicos, mientras que la imagen del magnate, convertido en un experto en aplicar el bisturí con el único objetivo de hacer caja, penaliza sus negocios.
Con los aranceles empezó la ruptura
El principal enemigo de Elon Musk estaba muy cerca. Otro experto en hacer números, pero que no tiene necesidad, como el empresario, de vender mucho en muchos sitios diferentes. Se trata de Peter Navarro, economista de cabecera de Trump, firme defensor de políticas proteccionistas, que considera a China una amenaza existencial para su país y que no quiere saber nada del mercado global y el libre comercio. En el primer mandato del republicano fue consejero principal de Comercio y Fabricación. Y desde enero, a sus 75 años, ostenta un cargo similar liderando la polémica política de aranceles del país en los últimos tiempos. Una alteración de los flujos comerciales y las balanzas de importaciones y exportaciones que no solo afectan a Estados Unidos, sino a antaño aliados como la Unión Europea o Canadá. Los socios son ahora enemigos y los mercados internacionales caen inmersos en un período de incertidumbre que no se sabe hasta dónde llegará.
«Navarro es un auténtico imbécil», dijo quien monta componentes, en buena parte procedentes de China, en los vehículos eléctricos que produce. Al tiempo, el economista, usaba a Musk, como el ejemplo perfecto de «quien desea componentes [mecánicos] extranjeros baratos para sus coches». Navarro quiere que revitalizar la industria obligando a que las fábricas se instalen localmente como estrategia principal de revitalización económica. «Lo que dice es manifiestamente falso. Tesla es el fabricante de automóviles más verticalmente integrado de Estados Unidos, con el mayor porcentaje de contenido estadounidense. Navarro es más tonto que un saco de ladrillos», llegaba la réplica de Elon, evidenciando el primer gran distanciamiento con el ejecutivo republicano.
La política presupuestaria, la gota que colmó a Musk
Dice el refrán que del amor al odio hay un paso. En este caso, lo que va a provocar el divorcio definitivo es el proyecto presupuestario y fiscal del gobierno norteamericano. Aunque en los papeles presentados por los republicanos en la Cámara de Representantes y aprobados por tan solo un voto de diferencia (215 a 214), se observa una fuerte rebaja de impuestos a los ciudadanos, la ley fiscal no va acompañada de recortes en sanidad o a otras ayudas ciudadanas. Por lo que la norma que Trump adjetiva como la «más importante que se vaya a firmar en la historia de nuestro país», es para los inversores y agencias de calificación una herramienta que no hará más que aumentar la deuda y los problemas de EE.UU. para financiarse.
Entre los díscolos, el hombre más rico del mundo, que suma a los negocios ya mencionados, los satélites Starlink o la agencia espacial SpaceX. «Francamente, me decepcionó ver el enorme proyecto de ley de gastos, que aumenta el déficit presupuestario y socava el trabajo que está realizando el equipo de DOGE», definió Musk en la CBS la «gran y hermosa ley» defendida con ese nombre por los republicanos y que debe ahora recibir el visto bueno del Senado. Pero el multimillonario, ya no estará en el ejecutivo en ese momento.
El pasado jueves, después de llevar a su hijo en hombros de paseo por la Casa Blanca, posar en un Tesla vendido al presidente en los hermosos jardines de Washington y fachendear en la investidura, anunció su adiós por la puerta de atrás.
Con un aséptico mensaje en X y dando las gracias: «Mi tiempo como Empleado Especial del Gobierno llega a su fin, me gustaría agradecer al Presidente Donald Trump la oportunidad de reducir el gasto innecesario. La misión DOGE solo se fortalecerá con el tiempo a medida que se convierta en una forma de vida en todo el gobierno».