Vivian Jenna Wilson, la hija trans de Elon Musk que él asegura que murió por el «virus woke»: «Mi padre es un niño patético»

SOCIEDAD

La joven de 21 años, que anunció que se iría de EE.UU. tras la victoria de Donald Trump, ha desmontado en varias entrevistas a su padre, al que tilda de «vendehúmos» y «bufón inseguro»
20 abr 2025 . Actualizado a las 10:10 h.Vivian Jenna Wilson no es una hija más de los 14 que tiene ya Elon Musk. La joven de 21 años es la primogénita del hombre más rico del mundo, pero también se ha convertido en su némesis. El odio visceral es mutuo. El dueño de Tesla llegó a declarar en una ocasión que el «virus woke había asesinado a su hijo», así, en masculino. No era verdad. Se trataba únicamente de un comentario de connotación tránsfoba de un hombre que nunca fue capaz de reconocer y aceptar su transición de género.
Ella, por su parte, tampoco disimula su animadversión hacia el que es biológicamente su progenitor, pero con el que ya no lo une absolutamente nada, ni fortuna ni apellidos. Tampoco país, ya que tras la victoria de Donald Trump, y la implicación de su propio padre en el Gobierno, anunció que se exiliaba de Estados Unidos. Vive ahora en Japón por estudios. Y antes de que nadie la acuse de criticarlo desde el supuesto privilegio económico que implica tener como padre a un milmillonario, Vivian deja claro que, desde el mismo momento en el que transicionó, allá por el 2020, es independiente financieramente de su padre. También identitariamente. Apenas dos años después, en el 2022, pidió también despojarse del apellido paterno y quedarse solo con el de su madre, Justine Wilson, a la que ha definido, en una entrevista con el podcáster Hasan Abi, como una «perra ruda» —dicho como un elogio— que ha luchado siempre por ella. «La amo hasta la muerte», exclamó.
Todo lo contrario de lo que puede decir de su padre, al que le desea, sin ningún reparo, que todo le vaya mal en la vida, como ha manifestado en muchas ocasiones a través de su cuenta @vivllainous, su perfil en Threads —plataforma rival de X, propiedad de Musk—, donde es una influencer de gran éxito. Lo considera un «farsante», un «vendehúmos», un «narcisista» y un «bufón inseguro». «Hay personas a las que le haría falta sufrir el síndrome del impostor», dice Vivian, que no puede ocultar su rabia al ver a los aduladores defender la supuesta inteligencia de Musk e hinchar aún más su ego. «Si mientes y la gente te cree, pensarán que eres inteligente o un dios, o Tony Stark». Ella misma se atraganta al compararlo con el ficticio Iron Man de las películas de Marvel. «Pero si mi padre no ha diseñado nada», añade.
El éxito de su progenitor para amasar dinero con sus empresas no es, según su hija, el mérito que muchos creen. Para ella, la mayoría de sus proyectos son comparables a un esquema Ponzi. Así se refiere nada menos que a la propia Tesla. Y se altera especialmente cuando le preguntan por los proyectos de SpaceX. «Nunca va a colonizar Marte, eso es puro márketing», denuncia sobre una cuestión que considera fácilmente desmontable a través de «una simple búsqueda de Google». «¿Sabes cuánto tiempo llevaría eso, cuánto tardarían en terraformarlo?», cuestiona retóricamente.
No podría decir cuántas horas trabaja su padre. Los únicos recuerdos laborales que tiene de él son de cuando los llevaba al colegio, de camino a las oficinas de SpaceX. Según Vivian, iba buena parte del camino gritando visceralmente a sus empleados por teléfono. «Nosotros lo mirábamos horrorizados», dice sobre ella y sus hermanos, «es un jefe horrible».
Apenas tiene memorias de su infancia, pero sí recuerda la última interacción que tuvo con su padre. Discutieron en esa ocasión, durante la pandemia, sobre el uso de mascarillas. Ella le insistía en que se la pusiera. Él le respondió como si debatiera con una tuitera más, y le mandó un gif con una oveja, insinuando que era parte del «rebaño obediente».
Lo que sí niega es que su padre fuese alguna vez un hombre progresista. «No sé si siempre fue ultraderechista, pero lo que sí sé es que nunca fue de izquierdas», asegura. El dueño de Tesla se vendió durante muchos años como un pensador liberal y defensor de los avances sociales, pero su hija asegura que era algo puramente instrumental, mera estrategia. «Diez años le duró esa fachada», afirma.
Recuerda su primera sesión de fotos para Teen Vogue, en el 2016. Su padre estaba presente, y ya entonces hablaba por teléfono con Donald Trump. En efecto, el milmillonario formó parte, brevemente, de un comité consultivo para la primera candidatura del ahora presidente. El dueño de Tesla se salió enseguida, cuando vio que una de las primeras medidas era la salida de EE. UU. del acuerdo de París solo el clima. «Lo hizo solo por una cuestión de márketing», asegura su hija, «porque en aquel momento no le convenía».
Se refiere al polémico gesto de su padre durante un mítin como «una locura total». «Pero, cariño, vamos a llamar al pan pan y al vino vino; y vamos a llamarle saludo nazi a lo que lo es», reclama. Lo que tiene claro Vivian es que la deriva ultraderechista de su padre no tiene ni nunca ha tenido nada que ver con ella, por mucho que Musk lo haya insinuado o insistieran en ello su ejército de acólitos, que han acosado a la joven en numerosas ocasiones a través de las redes sociales. «La gente piensa que fue culpa mía, pero desgraciadamente para él, no se me puede dar nada de crédito por eso», explica. «Hay quien cree que esto es como una novela, y que mi transición de género fue la típica motivación trágica del personaje principal», declara. «Pero no es así como funciona la cosa. Ni soy la culpa ni la razón. Simplemente es un fascista».
Sobre su proceso de transición, asegura que hay muchas cosas que no puede contar. Pero de lo que no hay duda es de que su padre fue un gran opositor a su decisión. Lo hizo en California, en uno de los estados más garantistas con este tipo de cuestiones. Y aun así, no fue un trámite tan fácil como muchos pensadores conservadores suponen. «Necesitaba un informe de disforia de género, que pasé sin problema», recuerda, «también recomendaciones de varios terapeutas y, por último, el consentimiento de ambos progenitores». No queda claro cómo consiguió el de su padre. Entra dentro de esas cuestiones sobre las que no puede hablar.
La relación con su padre se rompió entonces. Y, con ello, su desconocimiento sobre el resto de sus hermanos. «De verdad puedo decir que ahora mismo no sé cuántos hermanos tengo realmente, si incluimos a medio hermanos», bromea. Se enteró, por ejemplo, de los recientes gemelos con Shivon Zilis a través de los medios de comunicación, «como el resto de la gente».
Y hasta en dos ocasiones fue en los foros de Reddit donde supo de la existencia de otros hermanos. Uno, el segundo que tuvo con la cantante Grimes. «Me enteré porque lo publicó una drag queen que concursó en el programa de RuPaul», recuerda. El otro fue el de la autora Ashley St. Claire, su bebé conocido número 13.
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A pesar de todo, de ser la mayor crítica del hombre más rico del mundo, asegura no tener miedo. «¿Por qué debería? ¿Porque es rico? Estoy temblando», ironiza, y afirma que no deja que nadie ocupe ese lugar, el del pavor, en su mente.
Asegura que su padre no le importa en absoluto. Con todo, reconoce que la entrevista en la que su padre declaró que su primer hijo, Xavier, «había muerto por culpa del virus woke», fue uno de los momentos más catárticos de toda su vida. Fue como el final de su camino, como si todas sus experiencias adversas, sus traumas, su pesada mochila, cargada en buena medida en su infancia, hubiesen desembocado en ese momento. «Y cuando pasó, me dije: "Vale, pues a otra cosa"».